—A papá no le hizo gracia —replicó Jen, enarcándome una ceja—. ?Verdad, Jackie?
—Claro que no. ?Cómo me va a hacer gracia eso? Qué desastre, qué desastre...
—?Lo ves? —Jen volvió a mirarla con una ceja enarcada—. Espero que te disculparas con esas ni?as.
—No —se enfurru?ó Ellie.
—?Por qué no?
—?Poque siem-pe se meten co-migo poque soy da-da!
—?Dada? —repetí con una mueca.
—Rara —me tradujo Jay.
—Ah, claro.
—?Y qué? —Jen no parecía nada contenta—. Eso no te da derecho a hacer esas cosas. Ignora a esas ni?as. ?No tienes a tus amigos? ?Qué hay de Rebeca? ?Y Victor?
Eran los dos hijos del vecino. Dos mellizos bastante simpáticos que, al parecer, formaban parte de la selecta lista de seres vivos que Ellie era capaz de tolerar sin que le entraran ganas de asesinarlos.
—Ellos no taban conmigo —murmuró Ellie, cabizbaja.
—?Y qué hay de Livvie? Con ella también te llevas bien.
Ella era otra amiga que entraba en la categoría de personas que toleraba. Por lo que recordaba de las veces que había venido, era lo contrario a Ellie; tímida, callada e indecisa.
—?Tapoco taba!
—Pero ?no te lo pasas mejor con ellos que molestando a esas otras chicas?
—Supo-go...
—Entonces, céntrate en ellos.
—Vale, ma-á... pe-dón.
Cuando los dos ya estuvieron en sus respectivas habitaciones y yo subí la maleta de Jen a la nuestra, ella se dejó caer en nuestra cama con un suspirito lastimero.
—He echado de menos esta camita —murmuró, cerrando los ojos.
—?Solo la cama? —enarqué una ceja, ofendido—. Porque la cama viene con un regalo. Un regalito muy bonito que tienes justo delante, hablándote.
Jen sonrió y me miró, divertida.
—?Es una indirecta, Jackie? Estoy muy cansada para pensar.
—Bueno, no hace falta que pienses. Me conformo con que empieces a desenvolver el regalo.
Ella empezó a reírse a carcajadas antes de acercarse, agarrarme de la mano y tirarme a la cama a su lado.
***
Cuatro a?os más tarde
—Oye, Ty —miré mejor por la ventana—, ?sabes qué le pasa a tu hermana, exactamente?
Mi tercer hijo, Tyler —más conocido como Ty Ty—, solo tenía tres a?os, pero hablaba como si tuviera cincuenta y, además, había querido raparse el pelo. Cuando abría la boca y decía algo sabio, parecía un peque?o y extra?o buda.
—Está enfadada —me dijo, mirando también por la ventana porque lo tenía sujeto en brazos.
—Eso ya lo veo.
Ellie estaba en el patio trasero con una pelota de baloncesto en el brazo, pateando a un árbol como si le fuera la vida en ello.
Lanzó la pelota contra el árbol, furiosa, y le rebotó contra la frente, tirándola al suelo.
Cuando se levantó, estaba todavía más furiosa y empezó a patear la pelota.
—?Sabes por qué? —pregunté con una mueca.
—?Y si se lo preguntas a ella? —me miró—. Es la que está chillando. Sé un buen padre y consuela a tu prole.
—Ni?o, tienes tres a?os, habla de piruletas, no de prole.
—Yo sí sé qué le pasa —intervino Jay.
Se había acercado a la cocina en busca de algo de comer. Ya iba vestido con su atuendo para ir a jugar a fútbol con un equipo local. él era el portero. Y la verdad es que vestido así, parecía tener más de diez a?os.
—?Tú? —lo miré con cierta desconfianza, dejando a Ty en el suelo para que fuera a jugar al salón.
—Es que en el colegio solo hay un equipo de baloncesto —me explicó Jay, mordiendo una manzana y acercándose a mí—. Y no la han aceptado.
—Madre mía, ?es que no valoran sus vidas?
—Es que es un equipo masculino. Dicen que no quieren a una chica.
—?Pero si tienen ocho a?os! ?Qué demonios saben de lo que es una chica?
—Eso díselo a su entrenador —Jay se encogió de hombros.
—Ya lo creo que lo haré.
Justo en ese momento, Jen bajó las escaleras a toda prisa, abrochándose los últimos botones de la camisa azul.
—?Ya estás listo? —le preguntó a Jay.
él asintió con la boca llena de manzana e intentó apartarse cuando Jen se acercó e hizo un inútil intento de ordenarle la mata de pelo casta?o.
—Deberías dejarme cortártelo —le advirtió a Jay.
—?Mamá, todos los demás lo llevan así! Es lo que está de moda.
—?Y si estuviera de moda tirarte por un puente, también lo harías?
Jen puso una mueca casi al instante en que lo dijo.
—Dios mío, me he convertido en mi madre —sacudió la cabeza y me miró—. Me voy, he quedado con Naya, Lana y Sue y ya llego tarde. Dejaré a Jay en el campo de fútbol.
—Yo me encargaré de cierta se?orita —se?alé la ventana con una mueca.
—Buena suerte —Jen me sonrió—. ?Adiós, Ty!
Ty la ignoró, como nos ignoraba a todos constantemente. Estaba muy ocupado meditando con los ojos cerrados y postura de flor de loto.
Era un ni?o muy extra?o, sí. A mí me daba miedo.
En cuanto nos dejaron solos, salí al jardín trasero con las manos en los bolsillos. Ellie seguía soltando maldiciones mientras pateaba el árbol otra vez, furiosa.
Se dio cuenta de que me acercaba, pero no dejó de hacerlo.
—?AGH, LOS ODIO A TODOS! —espetó, marcando cada palabra con una patada.
—?A quiénes?
—?A los hombres! ?Los odio! ?Son todos insoportables!
—Bueno, gracias.
—A ti no te odio —se separó del árbol y se cruzó de brazos, enfadada—. ?No me dejan entrar en el equipo por ser una chica! ?Solo por eso!
—?Has hablado con el entrenador?
—?él ha sido quien me lo ha dicho! —Ellie se sentó, enfurru?ada, en una de las sillas que teníamos en el patio trasero. Seguía de brazos cruzados—. Es injusto. ?No hay equipo femenino! Cuando se lo he dicho, me ha soltado que, entonces, a lo mejor debería pensar en hacer otras actividades más acordes con mi condición.
—?Tu condición? ?Qué condición?
—?Ser una chica, papá!
Suspiré.
—Vale, lo pillo, el tipo es un idiota.
—El único que me ha defendido ha sido Víctor —protestó Ellie, mirándose las zapatillas—. él también está en el equipo. Queríamos entrar juntos, pero...