Era un buen truco para cuando se ponía a llorar.
Justo en ese momento, mi móvil empezó a sonar. Estaba en la entrada. Hice un ademán de ir a recogerlo, pero Jen estaba más cerca y ya había terminado de hablar por el suyo.
—?Puedes responder tú? —le pregunté con una sonrisita de ángel.
Jay también intentó poner una sonrisita de ángel al verme.
Jen fue a responder a mi móvil y escuché cómo saludaba a Joey mientras yo volvía a girarme hacia el peque?o diablillo.
—Así que te gusta imitarme.
—?Ah!
Entrecerré los ojos. él se quedó intrigado, y empezó a poner expresiones extra?as mientras también intentaba hacerlo.
Le sonreí, me devolvió la sonrisa, encantado.
Pensé en ense?arle a sacar el dedo corazón, pero dudaba que supiera hacerlo y probablemente Jen me mataría si se enteraba.
Además, acababa de volver al salón, así que fingí que no estaba poniéndole caras al ni?o, que seguía intentando entrecerrar los ojos sin mucho éxito.
—?Jack? —preguntó Jen.
—?No estaba poniendo caras!
—No es eso.
Me giré cuando noté el tono ligeramente tenso de su voz y fruncí el ce?o al ver que parecía asustada.
—?Qué pasa?
—Creo... creo que deberías hablar con Joey.
Intrigado y algo tenso, le devolví a Jay y noté que me miraba cuando recogí el móvil y me lo llevé a la oreja.
***
Media hora más tarde, llegué a la puerta que me habían dicho. Nada más llamar con los nudillos, un matrimonio que no había visto en mi vida salió de la habitación y me miró.
Ella era alta, con el pelo rubio y lacio, y él era algo más bajo que yo, con la piel bronceada, el pelo oscuro y los ojos azules brillantes. No podías negar de quién eran padres.
—Tú debes ser Ross —dijo la mujer, que parecía agotada.
—Sí —murmuré, todavía algo perdido—, ?cómo está Vivian?
—Bien, dentro de lo que cabe —me dijo el hombre—. Seguramente querrá verte. Está hablando con vuestra manager.
Asentí torpemente y vi cómo los padres de Vivian iban a por algo de comer a la cafetería. Seguramente habían estado ahí desde anoche. Y seguramente no era la primera vez.
En la habitación del hospital, me encontré una sola cama con algunas máquinas al lado. Estaban todas conectadas a Vivian, o a la chica que parecía Vivian. Su piel parecía apagada, su mirada perdida, su cuerpo mucho más delgado y su pelo... parecía que no se lo había lavado en un tiempo. Le faltaba brillo y estaba enmara?ado.
Ella no levantó la cabeza cuando me oyó llegar, pero Joey, que estaba al lado, sí lo hizo. Parecía que habían estado discutiendo.
—Mejor os dejo solos —dijo Joey ásperamente—. Tengo que hacer una llamada.
En cuanto cerró la puerta a su espalda, nos quedamos sumidos en un silencio bastante incómodo que interrumpí yo mismo al acercarme a la cama de Vivian y sentarme en una de las dos sillas que supuse que sus padres habían estado ocupando.
Ella no me miró. Solo se miraba las manos.
—?No vas a decirme que me lo he buscado? —preguntó en voz baja.
Admito que una parte de mí quería hacerlo, pero me contuve.
—No. Las sobredosis son algo demasiado grave como para echárselo a alguien en cara.
—Pues eres el único que no va a re?irme —se rio amargamente.
Al mirarla, solo podía pensar en la chica alegre y vivaz que había conocido en Francia. Ahora solo parecía una sombra de esa chica. Una sombra triste y gris.
No pude evitar preguntarme si le hubiera ido mejor de no haberme conocido.
—?Es la primera vez que has tenido una sobredosis? —pregunté.
—No. Ya es la cuarta.
—?La...? —me corté a mí mismo e hice un verdadero esfuerzo para no decirle nada acusatorio—. Mierda, Vivan.
—No me des una lección —me advirtió en voz baja—, no vas a decirme nada que yo todavía no haya pensado.
—Me da igual, ?se puede saber qué te ha pasado? Cuando te conocí, ni siquiera habías probado la cocaína.
—?Te crees que esto ha sido a causa de consumir solo cocaína? —preguntó amargamente.
—Vivian...
—Bueno, he cambiado.
—A peor —espeté sin pensarlo.
Fue la primera vez que me miró. Sus ojos ya no parecían... brillantes. Era una sensación extra?a. Como si estuviera apagada, de alguna forma.
—Puede ser —admitió.
—?Es que nadie te ha ofrecido ayuda?
—Joey no deja de decirme que debería intentar dejarlo. Y mis padres querían llevarme a un centro de rehabilitación.
—?Y por qué demonios no has ido?
Hubo un momento de pausa. Ella volvió a apartar la mirada.
—?Y bien? —me impacienté.
—No se lo pueden permitir —me dijo en voz baja.
Me quedé mirándola unos segundos, confuso.
—Vivian, he visto tu casa. Puedes permitírtelo.
—No, no puedo, créeme.
—Pero...
—Ross —me cortó, mirándome—, me he gastado todo lo que tenía en drogas, estoy endeudada por ellas y ahora nadie quiere contratarme para hacer nada. Ni siquiera como camarera. Me ven las marcas en los brazos y tardan cinco segundos en decidir que no me quieren en su estúpido local. ?Me vas a decir tú de dónde demonios saco el dinero?
Hubo un momento más de silencio en el que no supe qué decirle.
Y, entonces, ella se derrumbó. Levanté la cabeza y vi que había empezado a llorar. A llorar de verdad.
Fue la primera vez que su llanto me pareció real desde que la había conocido, y por mucho que ahora no me gustara del todo, no pude evitar sentir que se me retorcían las entra?as por verla así.
—Teníais razón —me dijo, entre sollozos, pasándose las manos pálidas y ligeramente huesudas por la cara—. Mierda, todos teníais razón. Debería haber dejado esto, pero... no puedo. No lo entiendes, Ross, no puedo. Es como si me destrozara por dentro tenerlo, pero me destrozara aún más no hacerlo. Es horrible. Es... es jodidamente insoportable.
—Sé lo que es —le aseguré en voz baja.
—?Pero tú lo dejaste! —casi me gritó—. ?Yo no pude! ?Es que no lo entiendes?
—Yo al menos lo intenté, Vivian.