Sarah tenía razón, está borracho de éter, y es peor que la otra vez.
Aunque está de pie, se balancea un poco y sus ojos, normalmente severos, están borrosos y enrojecidos. Mira un instante mi brazo herido.
—?Y bien?
—?Por qué estás tan enfadado?
Su risa es un ladrido hueco y seco.
—?Has aprendido esa mierda de tu loquera?
Juro que veo rojo.
—?Qué acabas de decir?
Sonríe.
—He visto tu sesioncita de terapia al aire libre con esa doctora del campus.
—?Me has espiado?
?Qué sesión? ?Cuánto ha oído?
Pone los ojos en blanco.
—Por supuesto que sí. El día después del juramento, te seguí desde la residencia a los jardines y escuché mientras teníais una conversación muy íntima sobre tus habilidades.
Se agacha, recoge una piedra y la lanza al otro lado de la arena con tanta fuerza que provoca un fuerte estallido contra un árbol en el otro lado.
—?Cómo te atreves! ?Era privado! —grito.
Se burla.
—Ahórrate la superioridad moral, chica misteriosa. Te seguí ese día para ver si te reunías con un conspirador uchel, y creía que hablabais en clave de tu linaje demoníaco. Cuando miro atrás, me doy cuenta de que te concedí demasiado crédito. Me dan igual tus dramas familiares y menos aún me importa alguien cuya madre muerta usaba el éter para que crecieran unas florecillas.
—No hables de mi madre —gru?o.
—Tanto esfuerzo y mira adónde me ha llevado. —Niega con la cabeza y suelta una risotada sin gracia—. Qué pérdida de tiempo.
La furia y el pánico me corren por las venas, y no sé a cuál de los dos escuchar. Todavía tiemblo por la revelación de que me siguió y me esfuerzo por rememorar esa primera conversación con Patricia para recordar de qué se enteró.
—?Por Dios, mírate! —Se ríe, incrédulo—. Intentas acordarte lo que escuché ese día y lo mucho que sé de tu aburrida y básica vida de común.
Se acerca a mí con pasos ligeramente inseguros y su mirada centelleante recorre mis rasgos. Un recuerdo del fondo de mi mente me recuerda que huir de un depredador solo lo invita a perseguirte, así que me quedo donde estoy.
?En qué estaba pensado? ?Creía que seríamos amigos?
La voz grave de Sel se arrastra mientras habla y no estoy segura si sus palabras son para mí o para él mismo.
—?Cómo se me ha ocurrido arriesgarlo todo por una cría perdida que necesita tanta terapia como yo? —Ladea la cabeza y se desenfoca la mirada—. Bueno, eso no es posible. —Se ríe otra vez, pero esta vez rezuma desprecio y siento que mi ira está fuera de lugar—. Nadie necesita tanta terapia como yo.
—?Por eso estás aquí tirando árboles por un acantilado? — espeto.
Levanta la cabeza como un resorte.
—Te lo pregunto otra vez, ?qué haces aquí?
—No tengo ni idea —digo y me doy la vuelta para irme.
—Yo sí. —Incluso intoxicado, es mucho más rápido que yo. Lo tengo delante en cuanto me vuelvo—. Culpa.
—Quítate de en medio.
Se apoya en un árbol del camino y me mira con los ojos entornados.
—Apuesto a que te has enterado de que estaba aquí echo una furia y de que llevo todo el fin de semana siendo ?el monstruoso y rabioso Sel?. Seguro que Nicholas te ha contado que nos peleamos otra vez y que ayer lord Davis me puso en mi sitio. Ahora te sientes mal porque todavía no le has contado a Nicholas que puedes generar éter y crees que, si lo hubieras hecho, tal vez se habría dado cuenta de que mis instintos eran correctos y yo no estaría aquí aplastando árboles y sintiendo lástima por mí mismo.
Tartamudeo, pero no me atrevo a negar que las palabras de Sel suenan a verdad. ?Es eso lo que me ha traído hasta él a través del bosque? ?La culpa?
—Apártate. —Doy un paso, pero se interpone de nuevo. Le brillan los ojos con burla por los pensamientos que ha deducido en mí como un Sherlock Holmes demoníaco.
—Pues no te molestes en sentirte culpable —susurra—. Para nuestro único y futuro rey, el fin nunca justificará los medios. Así de buena persona es. Además, a Nicholas no le importa lo que seas capaz de hacer, solo le importas tú. Un hecho que ha quedado demostrado en la reciente deshonra del paje Schaefer. De hecho, ?cómo crees que se sentiría si se enterara de que has venido a buscarme en el bosque mientras estaba borracho de éter? —Su mirada es como una bofetada; siento pinchazos en la cara, en la garganta y en los brazos desnudos.
Con la cara caliente, busco las palabras.
—No tengo ni idea.
Resopla.
—Mentirosa. Nicholas me haría pedazos y lo sabes.
—Eso es un poco dramático.
Se aparta del árbol y niega con la cabeza.
—?De verdad no te das cuenta de lo que siente por ti?
Le ha dado la vuelta a todo muy rápido. Siento una oleada de emociones confusas. Furia por haberme seguido, placer al sentir la fuerza de los sentimientos de Nick por mí, culpa por haber venido en contra de sus deseos y de nuestra regla acordada y desconcierto por tener una charla de chicos con Sel.
—No eres consciente. —Me mira fijamente y de cerca distingo cómo le tiemblan la boca, los hombros y hasta los pu?os. Se acerca e invade mi espacio—. No del todo.
Retrocedo, pero es un error. Solo hay unos veinte centímetro hasta el borde de la cresta y una empinada caída hasta el valle y el terreno de la arena. Me recuerda demasiado a nuestro primer encuentro. Solo que esta vez sé muy bien quién es y de qué es capaz.
—?Sel, para! Voy a caerme.
Se encoge de hombros.
—Solo si te mueves.
—Déjame pasar.
—No. Te quedarás aquí para escuchar lo que quiero explicarte.
Miro por encima del hombro. Tiene razón; estoy a salvo, mientras no me mueva.
—?Explicarme qué?
—?Sabes por qué los merlines sirven a los legendborn?
Eso me pilla desprevenida.
—No.
—Adivina.
Habla con un tono tan agudo que respondo muy despacio para no tartamudear.
—?Para luchar contra los sombríos?
—Adorable. —Pone los ojos en blanco—. Los sombríos son malvados, pero no creas ni por un segundo que todos los merlines sirven a la Orden por la bondad de su corazón. Una vez me llamaste ni?o de la encrucijada, pero no entiendes del todo lo que significa. No puedes.