—Porque los otros pajes tienen a?os de experiencia y yo no.
—No. Es porque los otros pajes luchan con un único objetivo. Tú no, porque estás aquí por más de una razón. El otro motivo es que conocen bien sus puntos fuertes y los aprovechan. Te he visto abrirle un agujero en el pecho a un zorro infernal de un pu?etazo.
Verte dando tumbos toda la semana me confirma que todavía no controlas tus dones. O que no lo has intentado —se burla—. Si produjera éter, creándolo igual que tú, pasaría cada momento despierto intentando repetirlo.
—Tenemos diferentes prioridades.
—Menudo eufemismo.
—Adiós.
Me doy la vuelta para irme.
—Espera. —Me agarra del brazo. Cuando le miro los dedos, me suelta—. Todavía puedo ayudarte, con o sin fábrica de éter.
—?Me ayudarás a ganar un combate?
Resopla.
—No, no tienes ni de lejos la habilidad suficiente para ganar nada. Te ayudaré a perder de forma menos patética.
—Vaya, eres un cielo.
—No —replica y forma una bola giratoria de éter azul en la palma—. Soy mitad demonio.
35
La noche siguiente, toda la división se arremolina en el gran salón.
Los pajes que compiten están demasiado nerviosos para comer, pero otros disfrutan de pinchos de pollo satay y salsa de cacahuete.
Intento por todos los medios mantener la calma, incluso con el corazón martilleando en el pecho.
Esta noche es la prueba de combate y, aunque todavía me siento poco preparada, la sesión de anoche con Sel al menos me ha dado esperanzas. No conseguimos reproducir la llama mística roja, y los dos estuvimos de acuerdo en que era algo bueno, dado el escenario público en que tiene lugar la prueba, pero me ense?ó a aprovechar mi altura y mis limitadas habilidades de nuevas maneras.
Nick entra y me encuentra enseguida; me arrastra hacia las ventanas del balcón. Siento que llevo una eternidad sin verlo.
—Siento mucho haber tenido que irme sin avisar. Mi padre me quería cerca y las otras divisiones tienen muchas preguntas sobre la Mesa. La cosa está mal. Muy mal. ?Me perdonas? —Se inclina hacia atrás y frunce el ce?o—. Pareces asustada, B. —Abre mucho los ojos—. ?Sel ha ido a por ti?
—No, no como piensas —digo sin concretar—. Verás… Me dio algunos consejos de combate ayer.
—?Qué? —Nick aprieta la mandíbula—. Le ordené que se mantuviera alejado, que no te mirara ni hablara contigo.
—No pasa nada. —Le aprieto el brazo—. Estuvo bien. Me ayudó de verdad.
Parece escéptico, pero parte de la tensión abandona sus hombros.
Aun así, la regla número tres está en pleno efecto. Más aún después de la ceremonia del juramento de Tor y Sar esta noche. — Tiene los ojos de pizarra y tormenta, preocupación y tensión—. ?Ha pasado algo más?
Cada vez que pienso en Patricia, me enfado y me entristezco.
—?Recuerdas a esa persona del campus que pensé que me ayudaría? Aquella en la que confiaba.
—?Sí?
El momento de privacidad llega a su fin. Las cabezas se vuelven en nuestra dirección.
—Me equivoqué. No pueden ayudarme.
Sé que la decepción que demuestra es genuina.
—Lo siento, B. Pero todo irá bien. Podemos…
Las luces parpadean y se calla.
Es hora de la prueba.
La sala se vacía a nuestro alrededor y Nick se apoya en la ventana, con mi mano en la suya aún oculta a la vista. Observa cómo los demás se marchan mientras trato de encontrar un ápice de razón. En cuanto la última persona se va y la puerta se cierra, me envuelve en sus brazos y entierra la cara en mi pelo. Me resisto por un momento, porque no estoy dispuesta a dejarle entrar, pero, en cuanto me abraza, me siento más cálida, más fuerte, más segura. El corazón de Nick late y el mío responde, llamada y respuesta. Casi sollozo de alivio.
—Estás sufriendo y no sé qué hacer. Por favor, dime qué hacer.
—No creo que haya nada que puedas hacer.
—Respira hondo, ?vale? Te ayudará a mantener la calma.
La irritación brota dentro de mí. Respiraciones profundas.
Mantén la calma. Lo mismo que me dice Patricia cuando me enfado. Cuando me vienen los recuerdos y la rabia y la tristeza me asaltan en oleadas cada es una más grande que la anterior y ella no tiene ni idea de cuánto duelen.
—No me digas que me calme.
—Lo siento —me tranquiliza y me besa en la frente y luego en la sien—. No volveré a decirlo.
—Estoy muy harta de que me digan que me calme y que respire hondo, joder.
—Vale. —Asiente pegado a mi frente—. Entonces déjame que esté contigo esta noche.
Mete la mano en el bolsillo trasero y presiona una llave en mi mano.
Bajo la vista y me limpio las lágrimas con una manga.
—?Qué es esto?
Sonríe, pero con vacilación, mezclada con placer.
—La llave de mi habitación.
—?Y por qué me la das?
—Tengo que recoger a mi padre en el aeropuerto después de la prueba. Son cuatro horas de viaje entre ida y vuelta. Después de los combates, ?por qué no subes y me esperas allí? Cuando vuelva, hablaremos de lo que sea. O no hablaremos.
—?No hablaremos? —Levanto las cejas. Se le sonrojan los pómulos.
—No me refería a eso —se apresura a a?adir, luego hace una pausa y recapacita—. ?A menos que sea a lo que tú te refieres?
?La versión de no hablar que implica que estamos haciendo otras cosas?
Aprieto los labios para no reírme.
—Lo cierto es que no he dicho ni una palabra, Davis. Has sido tú solito. —Su mirada es una mezcla adorable de esperanza e incertidumbre—. Te diré una cosa —digo y cierro la mano alrededor de la llave de bronce—. Me llevaré esto y te esperaré arriba en la habitación después de que Gillian me dé una paliza, siempre que me dejes usar la ducha mientras estás fuera.
—Hecho.
Nos sonreímos y el momento parece ser solo nuestro. Secreto.
Tengo mariposas en el estómago porque, aunque nos hemos basado un par de veces, nada ha sido comparable al calor y la intensidad de ese primer beso. Aceptar la invitación significa que estaremos a solas en su habitación por primera vez desde la segunda prueba. Nick me mira, con la misma certidumbre reflejada en la mirada. Me tira del cinturón para acercarme y me presiona con el pulgar en la palma de la mano. Es una promesa.
Hace falta otro parpadeo de las luces para que nos separemos y vayamos en direcciones distintas; cuando me dirijo a la zona de preparación, tengo al menos una cosa que esperar con ganas.
*
La arena para la prueba de combate no está lejos de la capilla de plata del bosque. Hay un único círculo dibujado en la tierra densa del tama?o del anillo central de la sala de entrenamiento. Sillas y taburetes rodean el círculo para que se siente el público. Owen y Gill están apostados en lados opuestos del ruedo con una visión clara del centro. No sé dónde está Sel, pero siento su mirada desde arriba. En algún árbol, tal vez. Todavía no ha oscurecido del todo.