Legendborn (Legendborn #1)

Los seis pajes que compiten llevan pantalones ajustados para tener una máxima movilidad y túnicas del color de la línea de nuestros padrinos, adornadas con los emblemas correspondientes en el centro.

Soy la única que lleva el dorado de la línea de Arturo. Sel dijo que tenía demasiadas razones para estar aquí. Objetivos divididos.

Esta noche solo tengo uno y lucho por una sola familia, la mía.

Los combates se organizan de forma que cada paje se bata tres veces, un total de nueve enfrentamientos. Cuando sube la primera pareja, Nick me mira y me gui?a un ojo. Nunca me ha visto en la arena y su excesiva confianza en mis habilidades me triplica los nervios.

Sydney vence sin problemas a Greer con la lanza, pero pierde ante Blake cuando se enfrentan con la espada larga.

Whitty saca a Blake del círculo con rápidas pu?aladas y envites de la daga. Luego, para sorpresa de todos, consigue someter a Vaughn con la lanza, que aparta de un golpe el arma de Whitty y abandona el círculo con la cara tan roja como su túnica. Desde el calentamiento, es evidente que había planeado terminar la noche con tres victorias y ganar en todas las armas. Arroja la lanza a los árboles y la parte por la mitad. Fitz se acerca a su paje para darle unas palmaditas en la espalda y murmurarle algo al oído. Aunque Fitz ya tiene a Evan y no necesita un escudero, parece que sigue interesado en que su paje triunfe.

Los demás pajes, escuderos y descendientes animan, protestan y charlan entre asaltos. Solo Nick se mantiene encorvado mientras observa en silencio los combates con expresión neutral.

Cada vez que los pajes entran en el círculo con las duras espadas negras de práctica, todas las miradas vuelan hacia él.

Todo el mundo quiere saber qué opina el descendiente de Arturo.

Mi primer combate es contra Sydney, con la daga.

Greer me da una palmada en la espalda y asiente cuando subo.

—A por ella.

Sydney, con una túnica naranja, sonríe y se pavonea por la pista. Nunca había visto de cerca el emblema de la línea de Bors, tres bandas que cruzan un círculo. No parece preocuparle en absoluto el resultado del combate. Me sacudo los hombros para relajar los músculos y fuerzo los dedos de la mano derecha para estirarlos antes de agarrar el mango de la daga de goma.

Adoptamos las posiciones iniciales, equilibradas, con las rodillas dobladas, el cuerpo y los órganos vitales detrás del cuchillo, la hoja hacia arriba y hacia delante en un agarre de martillo.

Gillian da la se?al.

Bailamos durante un buen rato; Sydney ataca y yo esquivo, hasta que el sudor empieza a perlarnos la frente. Consigo eludir todos los ataques, pero solo asesto uno, un golpe que bloquea con esfuerzo. Acomete por debajo del codo y salto hacia atrás; oigo un silbido.

—Fuera del círculo, Matthews. La ronda es para la paje Hall. — Gillian aplaude. Se acabó el combate.

?Mierda!

Me cabrea haber perdido por un paso en falso, pero la furia en los ojos de Sydney casi lo compensa. No esperaba que aguantase tanto en un combate. Por las miradas de algunos de los demás, incluida Gillian, nadie lo esperaba.

Cuando vuelvo al banquillo, Nick y yo nos miramos. Mueve los hombros para indicarme que lo deje correr.

Tengo una ronda de descanso antes del próximo combate. Si la daga de Vaughn hubiera sido real, Greer habría acabado con las tripas colgando.

Cuando Gillian lo llama, Blake se levanta. Flexiona los anchos hombros y se estira la túnica, del amarillo oscuro de Owain.

Después, me llama a mí.

De inmediato, Blake aprovecha sus ventajas de fuerza y altura con un poderoso golpe por encima de la cabeza. Lo bloqueo, pero es evidente que, si seguimos el combate acorde a sus términos, la victoria se basará en la fuerza bruta más que en la velocidad o el juego de pies.

Soy más rápida. Sé que lo soy.

Tengo que seguir moviéndome.

Arremete una y otra vez con el brazo y el arma; cada chasquido me resuena en los oídos como un trueno. Cada bloqueo me provoca una reverberación que me sacude los codos. A los tres minutos, me arden los muslos. Para hacerle frente, necesito emplear todos los músculos del cuerpo y mantenerme firme.

?Todo el mundo deja algún hueco. Encuéntralo y lánzate a por él?.

Blake hace una pausa para pasearse por el círculo.

—Ríndete, Matthews. —He presenciado de cerca el gru?ido de Sel, así que la versión descafeinada de Blake me haría reír si no me ardieran los pulmones. Respiramos con jadeos secos y doloridos—.

No puedes bloquear eternamente.

Arremete.

Levanto la lanza en horizontal para parar el golpe directo al centro del cuerpo, pero debo emplear todas mis fuerzas para que no se me caiga de las manos temblorosas. Tengo espasmos en los dedos que sujetan la madera y consigo a duras penas mantenerlos cerrados.

Retrocede.

Tiene negro el pelo casta?o por un río de sudor. También está quedándose sin fuerzas y necesita recuperar el aliento.

Blake se balancea hacia mi izquierda y es como si se moviera a cámara lenta. Sigo cada movimiento de sus músculos, de su hombro a su brazo.

Tengo mucho tiempo para agacharme, así que lo hago sin perder de vista el amplio pecho de Blake. ?Ahí!

Me lanzo hacia delante y le clavo la punta de la lanza en el plexo solar. Por un momento, parece colgar en el aire. El arma sale volando de su mano y pasa por encima de mi hombro derecho.

El tiempo se acelera.

La espalda de Blake golpea la alfombra.

El silbido de Gillian corta el aire.

—Arma fuera del círculo. Matthews gana. —Suena tan sorprendida como yo.

Me llegan los aplausos, pero apenas los registro. Blake se revuelve con un gemido y se pone a cuatro patas antes de levantarse. Su cara es una mueca roja y abrasadora. Permanezco atónita en el centro del círculo hasta que Gillian se me pone delante y agita una mano, con una sonrisita en el rostro.

—Tierra a Matthews.

—Matty —corrijo—. Tierra a Matty. —Alice estaría orgullosa.

Me dirijo a los bancos, pero no antes de ver a Sel. En lo alto de los árboles, inclina la cabeza en un saludo silencioso que me provoca una vergonzosa oleada de orgullo. Enormes y desbordantes cantidades de orgullo.

Whitty me ofrece chocar el pu?o antes de que meterse en la pista con Greer. Gracias a su experiencia en esgrima, Greer lo vence sin problemas con la espada. Me masajeo los hombros doloridos cuando vuelvo a oír mi nombre. Debería haber sabido que me enfrentaría a Vaughn en el último combate.

Vaughn salta del banco sin dudarlo. Se quita una toalla de los hombros y se dirige al estante para sacar la pesada espada negra de práctica de polipropileno.

Algunos de los descendientes murmuran entre sí. Al parecer, la noticia de nuestra rivalidad se ha extendido.

Greer y Whitty me dicen algo alentador, pero el ruido de la sangre que me palpita en los oídos lo silencia. Nick se incorpora cuando paso por el mirador para recoger mi propia espada. Aparto la mirada de su expresión de preocupación antes de que se convierta en lo único en lo que piense.

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