—Esto está lleno de cotillas, pero, de verdad, no es para tanto que salgas con Nick. Tal vez algunos pajes se mueran de envidia, cierto. Ainsley, por ejemplo. Sydney. Y Spencer.
Me acomodo en un taburete de la barra y procuro sujetarme el hombro del cabestrillo.
—Estupendo.
—A Nick se le fue la olla con Vaughn, por cierto. Lo expulsó del torneo. Dijo que en la Mesa no hay lugar para la venganza. —Niega con la cabeza—. Vaughn creía que ser el mejor luchador lo convertía en el mejor escudero para Nick, pero no funciona así. No importa solo la lucha. Hay que encajar.
La manera en que dice la última palabra y el énfasis que le da me recuerda que ahora tiene algo más que la velocidad de Tor.
Tiene acceso a sus emociones. Siempre sabrá cuando está en peligro. Están sincronizadas para siempre.
Y su tiempo de vida acaba de acortarse. No se me ocurre una forma educada de preguntarle cómo se siente por el Deterioro, así que le hago otra pregunta.
—?Qué se siente? ?Al estar ligadas?
Considera la respuesta.
—Tor y yo ya estábamos unidas antes. Estamos enamoradas, así que pensé que sería más de lo mismo, pero no. Es más profundo. Más íntimo. No sé cómo lo sentirán otras personas. Tal vez depende de cuánto tiempo llevéis ligadas o de cuánto os conozcáis.
—?Cuánto lleváis juntas Tor y tú?
—Un par de a?os. Antes de, eso estaba con Sel y yo no había acabado el instituto.
No se había olvidado la revelación de William, pero ya que lo ha sacado a relucir…
—Eso me cuesta un poco imaginarlo.
Sarah se ríe.
—Sí, fue la fase rebelde de Tor. Creo que lo hizo solo para cabrear a sus padres.
—?Salir con Sel cabreó a sus padres?
—Salir con un merlín cabrearía a cualquier padre de un legendborn.
Pone los ojos en blanco y deja el vaso.
Eso me sorprende. Sel es un imbécil, pero ?significa eso que todos los merlines lo son?
—?Por qué?
Arruga la nariz.
—Es que no se hace.
—Pero…
?Bum!
Un sonido atronador llega desde el bosque detrás de la logia.
Me pongo en pie en un segundo.
—Hablando del rey de Roma. —Ni siquiera se mueve de la silla, solo pone los ojos en blanco y se termina el vaso de agua—.
?Quieres que te lo rellene?
—?Qué ha sido eso? —Me quedo boquiabierta ante su despreocupación y me sobresalto de nuevo cuando otro estruendo retumba en el bosque, seguido del sonido de una bandada de pájaros que huyen hacia el cielo nocturno.
Levanta una ceja con indiferencia
—Eso es Selwyn, borracho de éter por nuestro juramento —dice como si eso lo explicara todo—. Solo que lleva cabreado toda la semana, así que está peor de lo normal. —Recoge mi vaso y lleva los dos al lavavajillas—. Si fuera tú, no saldría al bosque esta noche. Andará por ahí un rato con la rabieta. Cuando se calme, volverá a entrar, dará un portazo y se encerrará en su torre el resto de la noche. Nada nuevo.
Sarah me acompa?a de vuelta al ascensor mientras me cuenta un chisme detrás de otro a toda velocidad. Apenas le sigo el nuevo ritmo y ahora mismo solo la oigo a medias. Espero a que suba hasta su habitación y la de Tor en el tercer piso, y luego me muevo con el mayor sigilo hacia el hueco de la escalera, en dirección a la salida trasera.
*
Los sonidos de la destrucción aumentan en cuanto me adentro en el bosque.
Uso el teléfono como linterna y sigo el camino por el que Nick me condujo la primera noche; sé que tiene que ser el mismo porque es el único que veo. A esta distancia del epicentro del huracán Selwyn, los choques, los estruendos y los crujidos hacen temblar el suelo bajo mis pies. Sea lo que sea lo que haga, es violento. Debo ser la única criatura viva en un radio de un kilómetro que no se ha refugiado de su furia.
No sabría explicar por qué me adentro en la tormenta en lugar de esperar a que pase, como me ha sugerido Sarah. Debería estar arriba en la ducha de Nick, aprovechando la fuerte presión del agua de la logia para liberar la tensión de los músculos de la espalda y los brazos. Después, debería abrir los cajones para sacar un pijama que huela a él. Pero no lo hago.
Tal vez la razón por la que busco a Sel es porque anoche se quedó para ayudarme. Nick le dijo que se mantuviera alejado.
Sarah me ha dicho que me mantenga alejada. Sin embargo, allí estaba él, y aquí estoy yo. Nuestro caminos no dejan de cruzarse de la forma equivocada.
Como si me obligara una fuerza lejos de mi control, sigo los sonidos de la ira de Sel por la curva en la que conocí a lord Davis.
Bajo por el puente oscilante por el que Nick me guio y paso por el indicio plateado en el suelo del bosque que marca el lugar de la ceremonia.
Acabo subiendo por una pendiente. Los profundos crujidos están cada vez más espaciados, pero, cada vez que llegan, me rechinan los dientes y me disparan la adrenalina. Me detengo para recuperar el aliento apoyada en el tronco de un árbol y orientarme.
He caminado unos ochocientos metros, algunos cuesta arriba. Las luces de los balcones de la logia apenas se distinguen entre la espesura de los árboles y más allá se ve la bruma de luz que marca las cimas de los edificios del campus, el hospital cercano y el resto del centro. Apunto la linterna hacia la colina y jadeo.
A unos seis metros de distancia, hay media docena de troncos partidos. De los tocones pelados, a la altura de mi rodilla, surgen púas irregulares de color amarillo pálido y astillas del tama?o de mi antebrazo. Parecen heridas abiertas. Junto a ellos, se extienden los troncos caídos, colocados como un juguete de construcciones en el suelo del bosque.
Justo a tiempo, oigo el desgarro de otro árbol y persigo el sonido.
A esta distancia, capto todos los detalles de los esfuerzos de Sel; el sonido inicial de un tronco ancho que protesta contra sus músculos, el ruido de la corteza al desgarrarse, un gemido lento y profundo, un chasquido final cuando el tronco se separa de la base.
Al alcanzar la cima, lo veo a unos quince metros, con un largo tronco de pino entre las manos. Inhala hondo y lo lanza por la ladera. Durante un segundo, lo único que se oye son sus jadeos en mitad del silencio, hasta que asciende el poderoso estruendo cuando el árbol se estampa en la tierra. A la luz de la luna menguante, distingo una docena de árboles en la misma situación, extendidos por la hierba como palillos rotos altos como casas.
Me doy cuenta de dónde estoy; es la cresta sobre la arena de la primera prueba. Desde aquí, los legendborn nos vieron enfrentarnos a los jabalíes de Sel. Aquí es donde una serpiente infernal atrapó a Nick en las narices de Sel.
—?Qué haces aquí?
Doy un respingo al oír la voz. En el segundo que he tardado en asomarme a la arena, se ha vuelto para mirarme. Sus ojos destellan como chispas, pero están dispersos. Desenfocados.
La última vez que hablamos, hizo una broma sobre su linaje. Me ense?ó a contrarrestar una estocada.
Ahora, parece dispuesto a reducirme a cenizas.
Me cuesta responder, pero me detengo al ver su expresión.