Sarah dijo que, cuando acabase, volvería, daría un portazo y se encerraría en su habitación. Me lo imagino agotado después de haber destruido la mitad del bosque y quizá todavía recuperándose de los efectos del éter. Miro el reloj.
Todavía faltan horas para que Nick regrese. Ya he decidido que le contaré todo lo que ha pasado. Incluso romperé la confianza de Patricia y le hablaré del arte raíz. Sin embargo, sé que Sel tiene razón; no cambiará lo que siente por su mago del rey, el chico al que ha estado unido la mayor parte de su vida.
El muro de las edades aparece en mi memoria. Los nombres tallados uno al lado del otro durante a?os. Nicholas Martin Davis.
Selwyn Emrys Kane.
Si lord Davis despoja al merlín de su título, ?quitarán su nombre del Muro? ?Lijarán la plata hasta que quede lisa, como si Sel nunca hubiera estado allí? ?Extraerán la bola de mármol ceremonial y la sustituirán por otra?
Me incorporo de repente y la comprensión me golpea como un rayo.
*
Las habitaciones de la torre están en el extremo de las residencias de la planta superior. El tenue pasillo termina en forma de T, con una placa que se?ala a la izquierda el ala norte y a la derecha la sur. Una música tenue, lenta y con muchos graves, me llega a través de una puerta a la derecha.
Me detengo ante la madera sencilla con una placa de latón con las iniciales S. K. Medio segundo después de llamar, me recuerdo que es inútil intentar escuchar sus pasos. Medio segundo después, se me queda la mente en blanco, porque Sel abre la puerta de un tirón con una expresión de profundo fastidio y unos vaqueros de tiro bajo.
Soy incapaz de no seguir el camino de los músculos marcados desde su abdomen hasta su pecho. Unos intrincados tatuajes negros y grises le rodean los brazos, le cubren los hombros y se retuercen en un nudo celta en el esternón. Debería apartar la mirada, pero, en vez de hacerlo, me fijo en las gotas de agua que le caen del espeso pelo negro y las peque?as perlas transparentes que aún se aferran a sus pesta?as.
Abre los ojos de par en par antes de retomar la mirada de fastidio.
—Te he dicho que te fueras.
Levanto la barbilla.
—Necesito hablar contigo. ?Me dejas pasar?
Doy un paso adelante. No obstante, levanta un brazo tonificado para cruzar la puerta y me bloquea el camino.
—?Vete? es un mensaje bastante claro.
—?Lo que dijiste antes de que la Orden nunca había despojado a un mago del rey de su título? No es cierto.
Nunca he visto a Sel tan sorprendido ni confundido. Se queda inmóvil como un cuadro. Mientras sigue aturdido por mis palabras, me agacho por debajo de su brazo antes de que reaccione y me detenga.
La habitación es circular, acorde con la forma cilíndrica de la torre, con ventanas que se curvan a lo largo de la pared exterior.
Una cama se extiende en el centro de la habitación desde una pared curva. A un lado hay un escritorio con libros apilados, algunos modernos, otros antiguos, y un ordenador portátil. En el otro lado, hay una peque?a alfombra y lo que parece un altar de velas. De una puerta entreabierta que conduce a un cuarto de ba?o, sale un vapor perfumado y limpio. Acaba de darse una ducha.
La puerta se cierra detrás de mí y Sel se apoya en la madera, de nuevo con expresión molesta.
—Nicholas llegará a casa en un par de horas y, si te encuentra aquí, volverá a pegarme o me quitará el título, o las dos cosas. Si tienes algo que compartir, hazlo rápido. —Se pasa una mano por la cara. Para mi consternación, provoca unos movimientos muy inoportunos en los músculos de su estómago que preferiría no mirar.
Desvío la mirada y una punzada de culpabilidad me aprieta la garganta.
—?Te importa ponerte una camiseta para que hablemos con seriedad?
Me mira entre los dedos.
—No me digas que eres una mojigata. —Se ríe con desprecio—.
?Cómo se me pasó por la cabeza que fueras un sombrío? Me da hasta vergüenza. Me mortifica, la verdad. Tal vez debería renunciar yo mismo.
—Intento ayudarte. —Aprieto los dientes.
—Sin mucho atino, imagino. —Se acerca a una cómoda y me fijo en unas plumas de carbón y obsidiana, otro tatuaje más grande que no veo entero, pero que se extiende a lo largo de sus costillas y su espalda y que me provoca una ola de calor desde el pecho hasta los dedos de los pies. Cuando saca una camiseta negra, suspiro de alivio. La ropa es buena, creo. En general. En la gente. En Sel, especialmente. Sin embargo, se encoge de hombros y la camiseta se le pega como una segunda piel, una mejora marginal en el mejor de los casos.
Descuelga una toalla del gancho de la puerta y se frota el pelo mientras me rodea para dejarse caer en la silla del escritorio.
—De acuerdo, siento curiosidad, lo admito. Dime lo que crees que sabes.
—?Vas a escucharme?
Con la cabeza agachada bajo la toalla, levanta un hombro en un amago de encogimiento. Es la respuesta que voy a sacarle.
—Tal vez me lleve un rato explicarlo. —Dirige los ojos a la cama, la única superficie para sentarse en la habitación. Me siento a rega?adientes y respiro hondo.
—No fuiste el primer merlín que conocí, ni la primera vez que resistí un encanto.
Eso capta su atención. Se quita la toalla, se aparta el pelo de la cara y me mira.
—Habla.
Se lo cuento. Le hablo de la noche en el hospital y de la noche en que conocí a Nick. Le cuento cómo y por qué lo empujé a que me nombrara su paje. Le explico que necesito descubrir la verdad, no solo sobre la muerte de mi madre, sino sobre mis propias habilidades y cómo podrían estar conectadas con las de ella. No le digo el nombre de Patricia, ni el de sus antepasados, pero le hablo de lo que presencié en los recuerdos de Ruth. Luego le hablo del recuerdo que me ha traído a su habitación, el Muro de las Edades con la canica de mármol que representa al mago del rey de lord Davis y cómo la superficie de plata estaba ara?ada. Como si alguien hubiera arrancado una bola y la hubiera sustituido por otra.
—?Y si te equivocas con lo del topo, pero aciertas en que los ataques están organizados por alguien cercano a la división? ?Y si fue un antiguo mago del rey quien abrió esa puerta hace veinticinco a?os y la Orden lo castigó despojándolo de su título? Si este mago del rey se volviera inestable y se alejara de sus juramentos, ?qué le impediría vengarse de la Orden y de cualquiera que hubiera propiciado que lo atraparan? Tal vez este merlín malo fue a por mi madre porque fue testigo esa noche. Luego volvió para hacerle da?o a la Orden mediante la reapertura de las puertas y el secuestro del descendiente más valioso. Cuando los intentos de llevarse a Nick no funcionaron, enviaron a los zorros infernales tras el mago del rey actual para quitarlo de en medio. Si los ataques están todos conectados, tal vez encuentre al asesino de mi madre y tú demostrarás que tus presentimientos eran correctos.
Cuando termino, se recuesta en la silla y me estudia durante un largo rato en silencio.
Se levanta para caminar hasta el fondo de la habitación y de vuelta. Se detiene, me mira y vuelve a caminar.
—Di algo.
—Algo.
Pongo los ojos en blanco.
—Puedes bajar al Muro. Compruébalo tú mismo si no me crees.