—?Por qué no? ?No te crio?
—Una cosa no quita la otra. No confío en él es porque ese hombre está juramentado hasta la médula, al igual que yo. Ha jurado cumplir las órdenes de los Regentes mediante un Juramento de Servicio, del mismo modo que yo he jurado obedecer a los legendborn. Podríamos preguntarle lo que sabe, pero, si tus teorías son ciertas, sus juramentos lo obligarían a mentir para mantener el secreto.
—Vale, pero ?por qué estamos en casa de los Davis?
—Esta es la casa de lord Davis. Nicholas ya no vive aquí.
Hemos venido porque su padre es el virrey de la división Sur, porque tengo un oído excelente y porque el papel antiguo huele diferente al nuevo. Resulta que sé que guarda los registros y archivos históricos de la división bajo llave en su estudio.
—?Por qué Nick no me ha traído aquí antes?
—Nicholas rechazó la historia de la Orden, así que no ha sabido dónde buscar. La verdad de la historia de tu madre con la división podría estar aquí. ?Por qué dudas, Matthews?
?Porque se supone que Nick y yo teníamos que hacer esto juntos?, pienso. Sel me mira y espera una respuesta.
—Es que no me parece bien.
Suspira y mira al cielo.
—Tenemos una hora como máximo antes de que vuelvan. Iré más rápido si me ayudas a buscar. No obstante, si la moral es un problema, dile a Nicholas que te he traído aquí en contra de tu voluntad y quédate aquí fuera en el patio. —Hace un gesto detrás de mí—. Allí hay un viejo columpio. Cuidado con las astillas.
Se vuelve hacia la puerta con la llave.
Odio la forma en que me desprecia, pero quiero respuestas. ?Y
si no debemos confiar en lord Davis? ?Cuándo tendré otra oportunidad así? Nick lo entenderá si se lo cuento de inmediato, ?verdad? Avanzo un pie delante del otro con indecisión mientras Sel abre la puerta y desaparece dentro.
No se me escapa que ha dejado abierto. Con una maldición silenciosa, le sigo.
*
Tropiezo dos veces al subir las escaleras del sótano y choco con la espalda de Sel cuando llegamos a la planta principal. Mientras lo sigo al vestíbulo, murmura en voz baja:
—Cómo se me ocurrió que eras una criatura de la noche.
Le frunzo el ce?o a sus hombros.
Se mueve por la casa con facilidad, con la familiaridad de un lugar donde has vivido mucho tiempo y la visión nocturna de merlín a su favor. Miro la oscura forma de la espalda de Sel mientras camina hacia las escaleras interiores a un ritmo humano, por mi bien más que por cualquier otra razón, estoy segura.
—?Por qué no encendemos las luces?
—Porque los vecinos son unos cotillas.
La luz se filtra por una ventana del rellano del segundo piso, así que empiezo a ver un poco, lo justo para distinguir las fotos enmarcadas de los dos chicos que cuelgan en el hueco de la escalera. Nick con un uniforme de fútbol americano y una gran sonrisa. Sel en un recital de violín, delgaducho y adusto incluso de ni?o. Me debato entre una profunda curiosidad y la sensación de haber violado la intimidad de Nick.
Justo cuando llego a lo alto de la escalera, los faros de un coche de lujo se reflejan en el gran ventanal. Sel me agarra de la mano y me tira al suelo mientras el coche se acerca. Sus dedos son cinco puntas ardientes que se me clavan en los huesos; grito y aparto la mano. Me mira confundido. El corazón me late desbocado en el pecho, tan fuerte que no me cabe duda de que sus sensibles oídos lo han notado. El coche pasa. Se abre una puerta de garaje, pero es la de la casa de al lado.
Me muevo para ponerme de pie, pero me presiona con la palma de la mano en el hombro sano.
—Espera a que entren.
Una vez que la puerta del garaje se cierra, mira abajo, donde me froto la mu?eca con la otra mano.
—No te he tocado el brazo herido ni te he agarrado fuerte. ?Por qué has gritado?
—No lo sé —digo con sinceridad—. Sentí una especie de corriente eléctrica. Como la estática, pero peor.
Varias preguntas le rondan la cara antes de decidirse por una.
—Nunca me respondiste aquella noche en la cantera. ?Sientes algo cuando te miro?
Me levanto para poner distancia entre nosotros y me entran unas dudas repentinas sobre si revelarle esa parte de mis habilidades. No le he mencionado cómo me afecta su mirada, ni ninguna de las otras cosas más sensoriales de las que soy capaz.
—Sí.
Se levanta. Me mira como si quisiera leerme la mente y evaluar lo que contiene.
—Explícate.
—Va a sonar raro.
—Lo raro es relativo.
El eufemismo del a?o.
—Cuando me miras, siento una especie de pinchazos. Cuando estás enfadado, tus ojos son como chispas.
Levanta las cejas. Una extra?a tensión le recorre los hombros, similar a la ira, aunque no del todo. Parece que quiera insistir en el tema, pero al final se vuelve hacia el pasillo.
—Tenemos que darnos prisa.
Lo sigo hasta que un olor familiar me asalta a mitad del recorrido. Me detengo. A la derecha hay una puerta abierta y de repente me doy cuenta de por qué el olor me resulta familiar; es la habitación de Nick. La combinación de colores me recuerda a la de su habitación en la logia, azul y blanco en la cama doble de la esquina y en las cortinas de cuadros.
—No tenemos tiempo para que husmees en la habitación de la infancia de tu novio. —Sel suena muy molesto.
Lo fulmino con la mirada en la oscuridad porque sé que me ve perfectamente, pero avanzo hasta donde está parado al final del pasillo. Me reúno con él frente a una amplia puerta de madera.
—Debí pensarlo antes —dice con una pizca de disgusto. Se quita los dos anillos de plata grabados de la mano izquierda y los a?ade a los dedos vacíos de la derecha, de modo que pasa a tener anillos en los cuatro dedos.
—?Cambiarte las joyas?
Me mira de reojo.
—No, consultar los registros de lord Davis. Para que lo sepas, la plata es el mejor conductor de éter.
Convoca una peque?a y brillante esfera de éter en la palma de la mano que gira y crece hasta que convertirse en un diminuto planeta giratorio con nubes blancas que se arremolinan en la superficie.
Frunce el ce?o. La bola cambia de forma y se convierte en una hoja muy fina y translúcida. Mientras observo, se endurece en capas y se vuelve más densa a cada segundo que pasa, hasta que se convierte en una punta afilada, mientras la base todavía gira en una bola en la mano de Sel. Rodea el mango con los dedos y arrastra la hoja por la costura de la puerta hasta que el pestillo se suelta. La puerta se abre con un silencioso clic.
*
Sel dice que tenemos una hora antes de que Nick y su padre lleguen a casa. Le vuelvo a preguntar si podemos esperar, pedirle a Nick que nos ayude, y me mira fijamente antes de se?alar el otro lado del estudio de lord Davis, donde hay al menos cuatro juegos de archivadores pegados a una pared.
—?Qué buscamos exactamente?