Legendborn (Legendborn #1)

En otras palabras, los dos son muy letales.

—Estaremos aquí las próximas cinco noches para supervisar vuestra preparación para la prueba de combate y ayudar a la adquisición de habilidades según sea necesario. —Esto último lo dice Gillian con la mirada puesta en mí y me cuesta un grandísimo esfuerzo no apartar la mirada, avergonzada. En algún lugar a mi izquierda, Vaughn se ríe—. También arbitraremos la prueba para que los miembros de la división y los tres descendientes que necesitan escuderos puedan evaluar los combates desde el público.

Cuando da un paso adelante, el peso de su lado izquierdo cae de forma diferente; lleva una prótesis. Es posible que siempre la haya usado, e igualmente posible que fuera herida en batalla.

—Todos los descendientes deben dominar el uso de la espada larga, pero no todos heredan una de su caballero. Como escuderos, tendréis que demostrar destreza con el arma que utilice vuestro descendiente, ya que generaréis esa misma arma a partir del éter una vez estéis unidos. ?Quién me explica las armas heredadas de las líneas de Arturo, Owain y Gawain?

Vaughn recita los detalles como si los leyera de un libro.

—Los descendientes de la línea de Arturo heredan una fuerza superior e intuición para la estrategia de batalla, así como la capacidad de empu?ar a Excálibur. Como tal, el descendiente Davis utiliza una espada larga. Los descendientes de Owain heredan el familiar de éter del Caballero del León y utilizan la lanza larga. Los descendientes de Gawain, sanación, fuerza a mediodía y a medianoche, dagas dobles.

—Muy bien. —Gillian asiente y evalúa a Vaughn con la mirada —. Durante las próximas tres noches, comenzaremos la velada con una demostración que imitará los combates que llevaréis a cabo el jueves por la noche. En los combates os enfrentaréis paje contra paje y estarán estructurados de manera que cada uno tenga la oportunidad de demostrar su habilidad, o debilidad, con cada forma de combate.

Espero a que Gillian y Owen entren en el círculo de entrenamiento, pero en su lugar la puerta se abre de golpe y Sel entra en la sala a grandes zancadas, con unos pantalones sueltos y una camiseta negra de tirantes.

El mago del rey atrae la atención de todo el mundo como un imán, pero pasa por delante de los pajes sin decir nada, con el rostro inexpresivo. Mientras camina hacia el círculo más peque?o, invoca un remolino de éter azul en una palma y lo extrae con la otra hasta que se estira y se solidifica en una lanza brillante. Dentro del círculo blanco, se vuelve para encarar a los entrenadores y hace girar el arma cristalina de una mano a otra, por detrás de la espalda y por delante del pecho.

No lo he visto desde la pelea con Nick. Cualquier otra persona lo vería como su habitual actitud melancólica y estoica, pero es solo una fachada; su conjuración me huele acre y ácida.

Sel está furioso.

Respiro despacio por la boca para bloquear el olor de su rabia.

Pongo cinta adhesiva, pegamento, masilla y yeso en mis muros, porque dentro de mí, la Bree de después quiere reaccionar.

También quiere dejarse llevar por la furia.

—Selwyn y yo haremos una demostración de combate con la lanza larga —dice Owen—. Los pajes que aspiren a la línea de Owain, prestad mucha atención. Fijaos bien en la velocidad de los ataques y en las técnicas de defensa ante un oponente sombrío, que Selwyn imitará aquí con fines educativos.

Los entrenadores saben con certeza que Sel es parte demonio, pero nadie más aquí lo sabe. Nadie excepto yo. Una peque?a parte de mí se pregunta si debería advertir a Owen. Gritarle que cambie la hora del entrenamiento y que detenga el combate antes de que empiece. Sel está demasiado enfadado. Otra parte de mí, cruel y reciente, dice que para qué molestarse. Si Owen supiera quién soy, me delataría sin pensarlo dos veces. Que Sel le dé una paliza. Y

que yo lo vea.

Empiezan despacio, con un juego de pies bien calculado mientras un oponente gira alrededor del otro. Entonces, en un momento dado, Owen avanza y comienza el combate.

No aparto la mirada de Sel. Sus movimientos son todo lo que sé que no serán los míos, arcos que se deslizan por el aire, golpes rápidos que proyectan la lanza con un silbido hacia la de Owen.

Nick es poderoso y tiene un cuerpo listo para el ataque, mientras que Sel es esbelto y está hecho para la agilidad y la velocidad. No se mueve como un humano en absoluto y me desconcierta que alguna vez haya creído que lo era.

Los fuertes chasquidos llenan la habitación; las armas se enfrentan una y otra vez.

La lanza de Owen ataca las piernas de Sel. Sel salta en una perfecta voltereta hacia atrás con una mano y la madera no alcanza a su objetivo. Owen frunce el ce?o y el merlín se endereza con una sonrisa.

Owen cambia de táctica y se lanza a golpear por encima de la cabeza. Sel esquiva el ataque con fluidez y luego gira la lanza para asestarle un fuerte golpe en las costillas. Owen gru?e, se recupera y pasa a una ráfaga de acometidas.

Sel responde a cada golpe, barrido, empuje y embestida con velocidad sobrenatural. Aprovecha toda la longitud de la lanza, la parte superior, el centro y el extremo de la culata, e incluso bloquea uno de los golpes de Owen con el antebrazo desnudo.

Por fin Owen consigue asestar un golpe. Le da en el hombro.

Sel ni siquiera se inmuta. En vez de eso, el mago del rey sonríe y barre hacia abajo para atacar las espinillas del feudatario, que apenas lo bloquea con un movimiento hacia abajo en la alfombra.

Sin dejar de sonreír, Sel lo presiona hacia el borde del círculo y acorrala al hombre como una presa con una serie de ataques rápidos. Owen apenas le sigue el ritmo.

Al final, un fuerte golpe en la cabeza hace que Owen caiga de rodillas. Levanta una mano para rendirse y el combate termina.

La sala aplaude mientras Owen se levanta con una mueca, con el pecho todavía agitado. Con la ayuda de Gillian, el feudatario se dirige despacio a la puerta y a la enfermería de William.

De vuelta en el círculo, Sel observa, desencajado, cómo se marchan. Hace girar la lanza distraído, con expresión ilegible. Al cabo de un momento, extiende el arma con una mano y aprieta el pu?o hasta convertirla en polvo.

Pasa de largo, lo bastante cerca como para tocarlo, pero no me dedica ni una sola mirada y se marcha sin decir nada.



*

Cuando Gillian regresa, nos indica que tomemos las lanzas y formemos parejas si lo deseamos. Todos menos yo, claro.

Mientras los demás se reparten por la sala, Gillian camina hacia mí, con los brazos a la espalda. Juro que con cada paso crece un centímetro de altura.

—Tú eres la forastera común que Nick ha patrocinado.

—Sí.

—No te lo pondré fácil.

—Tampoco te lo he pedido —digo sin contenerme.

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