Pone una mano en la mía.
—No he pensado que fueras a hacerlo. Sin embargo, te pones en peligro cada vez que te acercas a ellos.
—Lo sé —murmuro.
—Entonces, ?Por qué lo haces? —pregunta Mariah con expresión confundida—. ?Ocultar lo que eres además de ir por ahí con el club de chicos buenos? ?Retorcerte de forma que les sea conveniente? —Arruga la nariz—. Suena agotador.
Trago un nudo inesperado que se me forma en la garganta, porque tiene razón. Las miradas que Vaughn todavía me dirige. Las palabras de Tor la noche de la iniciación. Las miradas que recibo de algunos de los pajes eliminados que rondan por la logia. La cantidad de energía que gasto en preguntar si piensan lo mismo que Vaughn sobre por qué soy la paje de Nick, ya sea sexo, raza, o ambas cosas. Entre las reglas de Nick y las que cargo conmigo todos los días, resulta agotador. Podría argumentar que la Orden no es entera blanca, que Sarah está ahí, pero entonces recuerdo lo que me dijo de su padre y las cenas, y el cansancio regresa. Ambos llevan a cabo una versión del mismo acto de contorsionismo que yo para averiguar cómo sobrevivir en un agua que sabes que tiene tiburones, porque no te queda otra.
No siento nada de eso aquí con Mariah y Patricia. Alice es mi espacio seguro, mi hogar, y eso jamás cambiará. Sin embargo, hace meses que no comparto un espacio solo con mujeres negras y no solo me siento a salvo, es una liberación.
Mentirles ahora sería la gota que colma el vaso. No me romperé.
No ahora.
—No creo que la muerte de mi madre fuera un accidente — suelto y abren los ojos de par en par—. La semana pasada recuperé un recuerdo. La noche en que murió, uno de sus hechiceros, un merlín, me borró los recuerdos y los de mi padre en el hospital, y no sé por qué. Creo que la Orden podría haberla matado, que algo ocurrió mientras estudiaba aquí que la convirtió en un objetivo. Me he convertido en una de sus iniciados para averiguar la verdad, pero no estoy con ellos. Estoy contra ellos.
En el momento de silencio que se produce después de que termino, el viento levanta la bufanda de Patricia, la de Mariah y mis rizos. Dice mucho de la reputación de la Orden que ninguna niega mi sospecha, ni siquiera la cuestiona. La misma emoción pasa por las expresiones de ambas, demasiado rápido para ponerle nombre.
Es Patricia quien habla primero.
—?Tienes pruebas?
—Tengo los recuerdos de Ruth de algo que ocurrió en el campus cuando mi madre estaba aquí. Si supero su torneo, me ganaré un título en su mundo y confiarán en mí. Haré más preguntas, obtendré respuestas y entonces conseguiré pruebas.
—?Buscas venganza?
Me tiemblan las pesta?as. Esa palabra concreta nunca ha salido de mi boca. Aunque no era necesario, ?verdad? Siempre ha estado ahí, en cierto modo. Venganza, represalia, justicia. ?Incluso esas palabras no son suficientes?, me susurra una vocecita. No se sienten lo bastante profundas. Lo bastante grandes.
?Qué le dije a Nick? Castigarlos por lo que hicieron. ?Castigo?
me suena mejor.
?Castigo? me suena bien.
—?Bree? ?Es eso lo que quieres?
—Quiero encontrar al responsable. —Las palabras me salen rápido y brotan de los pensamientos silenciosos que he enterrado en lo más hondo de mí—. Quiero usar mis habilidades con la raíz, el título que ganaré y los contactos que tengo para llevar ante la justicia a cualquiera que haya estado involucrado.
Patricia me mira con atención.
—?Has dicho que resistes a su hipnosis?
—Sí, si quiero. —Intercambian una mirada preocupada—. ?Qué pasa?
Patricia frunce el ce?o.
—?Qué más puedes hacer, Bree?
Se lo cuento todo. No solo lo de la Visión o la resistencia a los encantos. Que huelo los conjuros. Que siento la mirada de Sel en la piel. Por último, les cuento lo de las llamas místicas rojas.
Mariah lleva un rato boquiabierta. Es demasiado para ella.
—Joder.
—Esa boca —reprende Patricia, pero su cara también expresa una palabrota. Se cubre los dedos temblorosos con el chal burdeos; creo que para ocultármelos—. ?Nunca has invocado a una antepasada para obtener alguna de estas habilidades?
—No.
—Si no pides prestados estos poderes, entonces están atados a ti de alguna manera.
—Atados a mí… —tartamudeo y niego con la cabeza—. No.
?Atados por quién? —Me viene a la cabeza su advertencia sobre la Orden y sus poderes—. ?Crees que soy una manipuladora de sangre? No, nunca he…
—Lo sé —dice—. Por eso le he pedido a Mariah que venga hoy.
Para obtener respuestas.
La aludida asiente.
—Ahora lo entiendo, sin duda —dice y luego me se?ala con un dedo—. Tienes que hablar con tus antepasadas.
Las miro.
—Hablas en serio, ?verdad?
La comisura de la boca de Mariah tiembla.
—Desde luego, tienen acceso a más conocimientos que nosotras. Cuando la doctora Hartwood me llamó esta ma?ana, preparé ofrendas para que mi abuela me cediera el don hoy. A veces, si tengo suerte, también consigo ayudar a otras personas a hablar con sus ancestros.
Se me cierra la garganta, se me retuerce el estómago y ara?o la tierra con los dedos junto a las rodillas. ?Podría ver a mi madre?
?Hablar con ella como con Louisa? ?Preguntarle qué pasó aquella noche?
—?Me ayudarás a hablar con mi madre? ?A verla?
La cara de Mariah se contrae y sé que esperaba la pregunta.
—Te ayudaré a llamar a tu gente, pero no controlo quién responde.
Asiento y parpadeo para alejar las lágrimas que me escuecen.
Siento en el pecho la aguda punzada de la pérdida y una inesperada sensación de alivio. Cuando imagino que vuelvo a ver a mi madre, algo que nunca creí posible, siento que hay mil palabras que quieren salir de mi boca a la vez. Tantas que no consigo decir nada.
Como si me hubiera leído la mente, Patricia se inclina hacia delante para tocarme la rodilla.
—El amor es muy poderoso, más que la sangre, aunque ambos corren por nosotras como un río. Tal vez te responda y, aunque no lo hiciera, te seguiría queriendo.
Asiento, aunque las emociones se arremolinan dentro de mí como un huracán.
—?Cómo funciona?
Mariah cruza las manos en el regazo.
—Amplifico la conexión entre los miembros de una familia y luego hago la petición. Es una especie de sonar. La antepasada que responda podría ser tu madre, una abuela o una bisabuela, o incluso más atrás, si la se?al es lo bastante fuerte. Te ayudaré a hablar con ellas.
Me mordisqueo el labio inferior y me pregunto si mi madre no querrá responder a mi llamada. ?Seguiría enfadada conmigo, como la noche anterior a su muerte? ?Se sentiría orgullosa de mí?
?Querría que parase? ?Lo dejaría si me lo pidiera?
—Vale —digo con voz queda.
Mariah me hace un gesto para que me coloque frente a ella hasta que nuestras piernas cruzadas se tocan, rodilla con rodilla.
Toma mis manos entre las suyas y cierra los ojos. Patricia asiente para tranquilizarme y también cierro los ojos.