Siento todo el cuerpo lento y pesado.
—Estoy bien —digo con voz ronca. La mano de Nick vuelva a mi frente y sus dedos bajan por mi cara hasta el cuello y los hombros, como si tocarme le diera las respuestas que no soy capaz de pronunciar en voz alta.
Evan se?ala con el dedo un montón de polvo donde se ha disuelto uno de los zorros infernales.
—Hay tres montones verdes. Los sabuesos de Sel son azules.
Nick me rodea para mirar él mismo el montón. Su mirada se agudiza y su mandíbula se tensa.
—?Qué ha pasado aquí?
Nadie me mira. Todos miran a Sel.
Selwyn Kane aparenta no ser más que un hechicero irritado y un poco aburrido. Sin embargo, ahora sé lo que se esconde debajo.
Está nervioso. Intranquilo.
—Zorros infernales. Casi corpóreos. —Asiente en dirección a los montones—. Absorbieron el éter de mis armas. Nos metimos bajo tierra, en los túneles, pero nos encontraron de alguna manera.
Evan camina hacia nosotros y niega con la cabeza.
—Pero ?tres? ?Juntos en el mismo lugar y al mismo tiempo?
Ninguna puerta es lo bastante grande para que pasen tres a la vez.
?De dónde han salido?
—Nos emboscaron en el cementerio.
—?Tres sombríos os emboscaron? —Evan frunce el ce?o—.
Eres capaz de percibir a un diablillo no corpóreo a un kilómetro de distancia. ?Cómo es posible que te hayan pillado con la guardia baja?
Hay una grieta en la fachada de Sel. Cuando no responde de inmediato, siento que Nick se tensa a mi lado.
—?Cómo te han sorprendido, Sel? —pregunta a su mago del rey.
Los dos cruzan las miradas y entonces sé por qué no terminó de responder cuando se lo pregunté en los túneles.
—Estaba distraído.
La mirada ansiosa de Tor entre Sel y Nick, el inusual silencio de Evan y el sutil apretón de los dedos que sujetan los míos son el único aviso que recibimos.
Nick se levanta para mirar al merlín.
—?Distraído? ?Por qué?
Sel se pasa la lengua por el labio inferior, un gesto nervioso que no encaja con su rostro.
—No ha habido un levantamiento de los sombríos en doscientos a?os. Si planearas uno, ?cómo lo harías? ?Qué tal usar a un explorador para incapacitarnos primero? ?Para desestabilizarnos?
?Qué mejor momento para irrumpir en nuestras filas que la iniciación? ?Qué mejor oportunidad para romper la Mesa antes de que se reúna que acabar con el rey antes de que sea llamado?
—?Ahora piensas como un demonio, Sel?
Gru?e con frustración.
—Mi trabajo consiste en pensar como un demonio.
Nick frunce el ce?o mientras establece las conexiones.
—?Qué tiene esto que ver con Bree?
Sel se encuentra con su mirada de frente.
—El primer uchel te quería a ti, Nick. Llamó al Pendragón.
?Cómo sabía dónde encontrarte? Un goruchel solo tendría que hacerse pasar por una paje y hacer de topo para descubrir esa información, y solo es cuestión de tiempo que un topo cometa un error y se exponga. —Sel traga y una sombra le oscurece los ojos, pero no aparta la mirada de su futuro rey. Le concedo puntos por eso—. Decidí acelerar el proceso.
Nick da un paso hacia su mago del rey. Cuando habla, la calma de su voz resulta amenazante.
—?Qué has hecho?
El músculo de la mandíbula de Sel se tensa, pero le sostiene la mirada.
Otro paso.
—?Qué has hecho?
Sel levanta la barbilla.
—Podría haber detenido al sabueso en cualquier momento…
Nick aprovecha el impulso del siguiente paso y lanza un rápido y duro pu?etazo a la mandíbula de Sel. El golpe hace retroceder al hechicero hasta el mismo roble que aturdió al zorro. Nick le ha dado fuerte; los oídos me resuenan con el chasquido del hueso contra el hueso. Todo sucede muy deprisa, la única manera de pillar a Sel con la guardia baja, así que los demás tardan un segundo en reaccionar. Sarah grita y Evan maldice, pero nadie se mueve para interponerse.
El merlín se apoya en el tronco del árbol, inmóvil, con una expresión de asombro que contrarresta con un visible deseo de venganza.
—Eso no fue del todo justo, Nicholas —murmura por fin. Se levanta de un empujón y escupe sangre roja en la hierba antes de pasarse el dorso de la mano por la boca. Deja un reguero carmesí en sus pálidos nudillos—. Sabes que no puedo devolverte el golpe.
Con una voz de hierro, Nick dice:
—Exacto.
Los ojos de Sel destellan. Curva los labios sobre los dientes ensangrentados y suaviza la mueca en un mismo aliento, con una furia apenas reprimida.
Los miro a los dos, el futuro rey y su protector juramentado.
Cuando se pelearon en el bosque aquella primera noche, Sel me apuntaba a mí, no a Nick. El Juramento del Mago del Rey implica que no puede herir a Nick sin arriesgarse a su propia destrucción, pero no impide que Nick lo hiera a él. Han crecido juntos con ese desequilibrio de poder. No esperaba que Nick se aprovechara de ello. No así.
Sel se encoge de hombros, como si la violencia de Nick no tuviera importancia, pero la tensión irradia de sus hombros y las venas hinchadas de su cuello. Se ríe y luego hace una mueca de dolor; se lleva una mano a la barbilla.
—Todavía no tienes la fuerza de Arturo, pero creo que casi me rompes la mandíbula. Imagina el da?o que harás una vez hayas despertado.
—?Por esto querías estar con Bree esta noche? ?Para amenazar a mi paje con tus constructos? —Los pu?os de Nick tiemblan a los lados—. ?Para desafiarme?
El mago del rey frunce el ce?o y aparta la mirada; sé hacia dónde dirige en realidad la ira, hacia sí mismo. Ha tenido un desliz y sus habilidades le han fallado, tal y como sugirió lord Davis aquella noche en el bosque. Ahora, su hijo da testimonio de ese fracaso y lo castiga por ello.
Quiero levantarme y defenderlo, pero ?qué diría? No soy un topo. No soy un uchel. No sé lo que soy. Ahora bien, no soy una amenaza para Nick. Sin embargo, hay algo en mí que reconoce algo en él.
—Aléjate de ella —ordena Nick en voz baja—. Excálibur o no, despertado o no, si vuelves a intentar algo así…
No termina la frase, pero las consecuencias cuelgan en el aire para que todos las imaginemos. Nick levanta la barbilla.
—?Lo has entendido, mago del rey?
—Sí. —Los ojos de Sel se oscurecen hasta volverse planos e ilegibles—. Mi se?or.
Nick se da la vuelta sin decir nada más y camina hacia mí. Todo en él vibra, no sé si de adrenalina o ira, pero cuando nuestras miradas se cruzan, el océano que conozco se calma.
—?Puedes levantarte? Tenemos que llevarte con William.
Asiento, no obstante, aparto su mano cuando intenta tomarme en brazos.
—Puedo caminar. —Aun así, soporta la mayor parte de mi peso con un brazo alrededor de mis costillas y nos volvemos en dirección a la logia. Tor y Sarah van a un lado y Evan al otro. Nos flanquean.
Nos protegen.
Cuando bajamos por el camino, soy la única que mira atrás.
El merlín y yo nos miramos una vez más, justo cuando los tres montones de polvo de los sombríos se arremolinan en el aire a su alrededor y luego desaparecen.
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