—?Significa eso que nunca habías visto un zorro infernal?
Se da la vuelta de sopetón y casi tropiezo con él.
—?Qué eres?
—Yo…
—La verdad —exige—. ?Cómo has generado éter en la punta de los dedos?
Parpadeo.
—No he generado nada.
Me mira con los ojos entrecerrados.
—Esto explica por qué me distrajiste aquella noche en la cantera cuando estaba cazando el isel. Detecté un destello de éter y luego asumí de forma errónea que mis sentidos me habían confundido. — Se acerca con los dedos llameantes y me se?ala el pecho con la otra mano—. Hace unos minutos, emitías éter como un núcleo, justo aquí.
—?Apártate! —Le doy un manotazo y me cruzo de brazos. El olor de la magia de Sel llena el túnel y se me pega a la nariz.
—No sabes cómo moverte por estos túneles y, aunque supieras, no podrías abrir las puertas que conducen a la superficie —dice y arquea una ceja—. Así que más te vale ser sincera. ?Cómo lo has hecho?
Ardo en deseos de salir corriendo, pero tiene razón. No tengo ni idea de adónde ir. Me observa llegar a esta conclusión como si tratara con una ni?a testaruda que protesta para no irse a la cama.
Me molesta todo lo que hay en su cara, desde su ridículo pelo hasta sus ojos de cambión, pero sobre todo la irritante sonrisa que se le dibuja en la boca.
—No lo sé. —Noto la irritación en mi propia voz y también la odio.
Sel estrecha los ojos dorados hasta convertirlos en dos rendijas calculadoras mientras inspecciona mi rostro. Pasa un tiempo.
—Dices la verdad, al menos en lo relativo a lo que eres y la procedencia de tu poder.
—?Pues claro que sí! —Eso es cierto. No sé lo que soy y Patricia tampoco. Sé qué es la raíz y que mi madre era una practicante, pero nunca le diré esas cosas.
Su rostro adopta una expresión de consideración.
—Mi madre era una merlín e investigadora del éter. Estudiaba la demonología, el éter de las puertas, las runas, los textos antiguos, todo. Yo era un ni?o precoz, así que a menudo me colaba en su despacho para leer sus escritos y los de los merlines que nos precedieron.
Aprieto los dientes, inquieta porque ha sacado a relucir a su propia madre. ?Ha visto que estaba pensando en la mía?
—?Esta historia va a alguna parte?
Me ignora.
—Con esa educación, comprendo mejor que la mayoría que nuestra magia, si así quieres llamarla, es en esencia un tipo de física. —Extiende un brazo en la penumbra. El tatuaje que ocupa la mayor parte de su antebrazo es un círculo negro dividido por cinco líneas en cinco segmentos iguales—. Tierra, aire, agua, fuego y éter, o lo que los alquimistas medievales llamaban ?quintaesencia?.
A todos los merlines se les ense?a que el éter no puede crearse ni destruirse, solo infundirse en un cuerpo o manipularse en una masa temporal. —Me mira directamente a los ojos—. Así que, ?cómo es que tú, Briana Matthews, desafías todas las leyes del éter que miles de merlines han seguido durante los últimos quince siglos?
Le devuelvo la mirada, asustada por lo que dice, pero sin querer demostrárselo.
—Tal vez la Orden no lo sepa todo sobre la magia del mundo.
Canturrea y da un paso atrás.
—Hay muchas cosas que la Orden no sabe.
Se adelanta de nuevo sin a?adir una palabra más después de ese enigmático comentario. No tengo más remedio que seguirle.
Cuanto más nos adentramos, más me abruma el olor a podrido.
Me subo la camiseta sobre la nariz para aliviarme, y luego me la vuelvo a bajar porque hace mucho frío.
Después de un rato, le hago la pregunta necesaria.
—?Vas a entregarme a los Regentes?
Responde sin mirar atrás.
—No lo he decidido. ?Por qué te has unido en realidad a la Orden?
Es un merlín. No puedo confiarle la verdadera respuesta, y hacerlo iría en contra de todo lo que Nick me ha advertido.
—Debes estar pensando una mentira —reflexiona—. Tardas demasiado para decir la verdad.
Se detiene de nuevo y me lanza una mirada expectante.
Formulo la mejor respuesta posible, la más verdadera, y lo miro a los ojos mientras la digo.
—Le pedí a Nick que me ayudara a unirme porque necesito entender las cosas que he visto y necesito saber por qué las veo.
—?Qué opina Nicholas de tu habilidad para generar éter?
—Eh… No lo sabe. Solo me había pasado una vez. Al azar, la noche de la iniciación. Creía que tal vez sería una reacción al Juramento. No sabía…
Me estudia la cara unos instantes y después esboza una mueca de asco.
—De verdad no tienes ni idea de lo que eres y el heroico Nicholas se ofreció a ayudarte a descubrirlo metiéndote en una antigua sociedad secreta para la que no tenías conocimientos ni formación.
Me remuevo incómoda por su mirada.
—Bueno, en realidad lo empujé a que me introdujera. Fue más idea mía que suya.
Parece muy consternado.
—Entonces los dos sois idiotas. —Hace una mueca—. Y yo también por creer que eras algo más que una cría unanedig estúpida.
Se aleja y camina por el pasillo de tierra mientras murmura entre dientes.
Me quedo con la boca abierta.
—?Pero si acabas de decir que desafiaba ?todas las leyes del éter?!
—Así es. —Se burla por encima del hombro—. Sin embargo, te he observado de cerca toda la semana y, al parecer, puedes desafiar nuestras leyes sin dejar de ser una cría unanedig estúpida.
Enhorabuena.
Es lo mismo que pasó en nuestro primer encuentro en el acantilado de la cantera; en cuanto encontró al isel, se olvidó de mí, porque, si no eres la presa de Sel, no mereces su tiempo.
—?No se supone que debes investigar las anomalías? —digo y me apresuro a seguirlo, en parte indignada y en parte aliviada.
—Investigo las amenazas. Sea cual sea la habilidad que tienes con el éter, no la controlas. Apenas eres capaz de matar a un jabalí infernal falso sin la ayuda de la gravedad del planeta. —Resopla una risa baja, como si se hubiera reído de mí por esa prueba desde que ocurrió.
Estoy tan confundida por los comentarios de Sel y por el mero hecho de que esté hablando conmigo, que dejo de caminar. ?Lo había juzgado mal? ?Lo habría hecho Nick? ?O acaso hacía lo mismo que siempre? Tratar a todos y cada uno como una amenaza hasta que sus propios ojos y los hechos le demuestren lo contrario.
Hasta hace una hora, me tenía en la lista, pero ?ahora ya no? No esperaba sentirme ofendida. Sin embargo, después de tanto tiempo de miradas amenazantes que sugerían da?o corporal, lo estoy. Me siento insultada y molesta. ?Cómo se atreve?
—?Vas a quedarte ahí boqueando en la oscuridad? —Sel chasquea los dedos de la mano izquierda para producir una nueva llama mística y gira la otra mu?eca para apagar la primera y así usar esa mano para estabilizarse con una viga de soporte baja.
Sigo su mirada hacia delante, donde hay una elevación de tierra por la que tendremos que trepar para pasar—. ?O quieres a?adir algo más?