Legendborn (Legendborn #1)

Tor nos empareja. Felicity va con Spencer. Russ con Whitty.

Victoria y Sarah se reparten a Carson y Blake. William se lleva a Greer, que parece complacido con esto. Maldigo en voz baja. Si no me tocaba Felicity, Evan ni Russ a mi lado, habría querido a William. Greer me lanza una mirada de genuina disculpa y le devuelvo una débil sonrisa; tal vez me sienta decepcionada, pero no es culpa suya.

Solo quedan Nick; Pete, el descendiente de Owain; y Fitz. Una aguja de miedo me atraviesa. Le ruego en silencio a Tor que no me torture con Fitz. No conozco a Pete en absoluto, pero sé que es nuevo y simpático.

—Pete, tú irás con Vaughn. —Tor se da toquecitos en el labio inferior mientras nos mira a Sydney y a mí. Somos las únicas pajes que quedan.

Si no me pueden emparejar con Nick, eso solo deja a Fitz.

El chico llega a la misma conclusión un instante después que yo y retrae los labios en una sonrisa ansiosa. Camina hacia mí, pero Sel se interpone.

—Yo me quedo con Briana. Fitz, tú ve con Sydney. Nicholas, te quedarás en la logia, dentro de las barreras.

El murmullo que nos rodea se silencia. Nick parece que se ha tragado un carámbano.

—Todos los demás van con un descendiente o un escudero.

Sel se mete las manos en los bolsillos y avanza a grandes zancadas por la hierba sin quitarme ni un segundo la vista de encima. Más pinchazos en las mejillas.

—Ya me has oído. Seguiré a Briana. —Desde esta distancia veré que ha cambiado los auriculares negros con forma de botón por otros plateados. Le habla a Nick sin dejar de mirarme—. Las tres habilidades y destrezas que se evalúan en las Pruebas son inamovibles, pero el formato de las mismas queda en manos de quien dirija la división en cuestión durante el torneo. —Se encoge de hombros y el gesto habla por él—. He cambiado de opinión.

A Nick le bastan dos pasos para llegar a su lado. Le saca varios centímetros al hechicero.

—No estoy de acuerdo.

Sel se gira muy despacio.

—Todavía no tienes a Excálibur, Davis, y tu padre me ha puesto al mando. Además, como tu mago del rey, es mi responsabilidad mantenerte a salvo. —Habla en voz baja, pero, como resto del grupo permanece en silencio, llega a todos los oídos por encima del trino rítmico de los grillos. Capto una tenue ráfaga de canela y whiskey entre los olores a jazmín nocturno y hierba aplastada—.

Hasta que la espada esté en tus manos, retírate.

El rostro de Nick es ilegible y sus ojos se tornan de un azul profundo y frío. Vuelve a la logia sin a?adir nada más.

Sel levanta la vista al cielo. Sigue la pista de la luna durante unos segundos y luego escanea la oscuridad y las estrellas que la rodean. Sus ojos vuelven al grupo.

—Es la una y media de la madrugada. Tenéis tres horas.



*

Hay cuarenta objetos en la lista, pero el alivio inicial que siento desaparece cuando leo las tres primeras pistas y me doy cuenta de cómo están escritas.

?Ochenta y ocho teclas, pero ninguna tiene letras?.

?Microfichas, pupitres y pilas, pero en esta planta no hay ni un solo libro a la vista?.

—?Acertijos? —exclamo.

Sel esboza un amago de sonrisa mientras caminamos en dirección al campus a través del bosque de Battle Park. Un pu?ado de parejas se ha adelantado, pero el resto, como yo, está revisa revisando las pistas antes de echar a correr.

Se?alo una de las pistas más abajo con la luz del teléfono.

—?Plateado y rojo, blanco y amarillo, parpadeo donde los fumetas echan el ratillo?. ?Cómo sabré dónde ?los fumetas echan el ratillo??

—Quizá lo sabrías si te colocaras —dice con sequedad.

Reprimo las ganas de abofetearlo. Estoy bastante segura de que no quiero tocarlo, pero tal vez una patada me sirva. Inhalo y vuelvo a la página mientras intento ignorar la sensación punzante de su mirada.

—El primero es fácil. Es un piano y el edificio de música no está lejos.

—Ah —dice con un tono que no desvela nada. Lo ignoro y corro hacia el oeste, agradecida por haberme puesto unos leggings y unas zapatillas de deporte. Me sigue el ritmo con facilidad y sus pies prácticamente flotan sobre el suelo, silencioso como un muerto.

Después de unos minutos, no aguanto más.

—?Por qué? —Respiro en peque?as bocanadas.

—?Por qué qué, Briana? —Su voz es tan uniforme que nadie diría que está corriendo.

—Sabes qué.

—Ya te lo he dicho: te vigilo, chica misteriosa.

—?Por qué crees que soy un demonio?

—?Dices que no lo eres?

Su respuesta me arranca un gemido de frustración.

—?Acaso no sería como si la sartén acusase al cazo? ?No eres tú el sombrío aquí?

Mueve la mano más rápido de lo que mis ojos son capaces de seguir. Me agarra del brazo con dedos fuertes y calientes, y me frena en seco.

—No sé lo que crees saber o lo que te han contado, pero yo no he nacido de las sombras. —Le tiemblan las mejillas—. Plantar un uchel en nuestras filas disfrazado de una común ingenua e inocente es la manera perfecta de sembrar la discordia, pero no funcionará conmigo.

Aparto el brazo.

—?Por qué molestarse en infiltrar a un uchel? Tu paranoia ya siembra la discordia de maravilla por sí sola.

Me alejo de él y contengo la frustración antes de que se convierta en algo incontrolable.

Llego al edificio de música, Hill Hall, unos minutos después y lo encuentro vacío. Me sorprende que no haya otros pajes por aquí; era un acertijo fácil. Estaba chupado, en realidad. No sé si debería sentirme satisfecha o preocupada.

Sel se pone a mi lado cuando rodeo el pomo de la puerta con los dedos y doy un buen salto. No lo había oído moverse.

—?Mierda! —chillo.

Nos miramos a los ojos y una arruga de enfado le cruza la frente, rápida como una estrella fugaz.

—Se te ve muy agitada, Briana. ?Estás nerviosa por algo?

?Nerviosa? es una palabra que ahora siento que nos pertenece a Nick y a mí. Un chiste privado. Me enciendo.

—?Has amenazado con matarme! Además, ?por qué no haces nada de ruido, joder?

—No es algo que controle. —Entrecierra los ojos—. Como ya sabes.

Ah.

—Claro. Pies de demonio. —Se me ocurre algo—. Sabes que mis pies hacen ruido, ?verdad?

Me estudia tranquilo.

—Se dice que los goruchel son imitadores consumados, lo que facilita la artima?a humana.

Pongo los ojos en blanco. La puerta cruje con ganas cuando la abro y se cierra de golpe tras nosotros cuando entramos en el vestíbulo del edificio. Levanto el móvil, con la aplicación de la linterna encendida, y lo dirijo al directorio que hay en la pared a nuestro lado.

—Salas de piano, en el sótano.

Mis pasos resuenan en el suelo de madera y el blanco azulado de la linterna oscila de un lado a otro en busca de las escaleras.

—?Por qué los edificios no están cerrados por la noche?

Sel responde desde un metro por detrás de mí.

—La administración está al tanto del evento de esta noche.

—Dejan a los legendborn hacer lo que les dé la gana, ?eh?

Se me acerca.

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