Legendborn (Legendborn #1)

Miro el teléfono mientras espero. Patricia me ha llamado ocho veces. Le envié un mensaje de camino para decirle que tenía que ocuparme de algo y que se lo explicaría más tarde. Sus advertencias resuenan en mi mente, manipuladores de sangre, una maldición revivida. No dudo de que lo que me ha dicho sea cierto.

El Deterioro es prueba suficiente. No obstante, ahora tengo que hablar con Nick y contarle lo de la puerta.

En la barra de dentro, Greer elige de primeras una cerveza artesanal local, pero cambia de opinión cuando Felicity le indica que en el bar tienen un Cheerwine y un bourbon muy buenos. El hosco camarero mezcla un trago de bourbon con soda hasta que adquiere un color rojo púrpura intenso y huele a caramelo.

Felicity me da un gin-tonic.

—Sabe un poco a Sprite.

Casi me niego, pero entonces pienso en la conversación que tengo pendiente con Nick y, entonces, el alcohol me parece una buena idea. Doy un sorbo y toso por el ardor.

—Lo del Sprite es una exageración —digo con voz ronca.

Se encoge de hombros.

—Si quieres, me lo llevo. ?Qué tal un whiskey con Coca-Cola?

Me atraganto al pensar en los olores que a veces capto en la magia de Sel.

—?No! Nada de whiskey.

Felicity se ríe y apoya una cadera en la barra.

—?Qué llevarán a la Gala de la Selección?

Levanto una mano.

—?La qué?

—Ay, no. —Felicity deja la bebida en la barra—. ?Nadie te lo ha dicho? Lo siento. Creía que todo el mundo lo sabía.

Greer hace una mueca.

—Lo siento.

Frunzo los labios.

—No pasa nada.

Felicity se apresura a ponerme al día.

—La gala es un gran evento formal que se celebra en uno de los clubes del campus. Cena, baile, champán por todas partes. Todos los a?os, las familias vasallas vienen a mezclarse con las familias de los pajes y de los legendborn, para celebrar el final del torneo.

Después de la cena, los descendientes que necesitan escuderos anuncian a qué paje han elegido. Pero la compra del vestido es la mejor parte. La Orden de la Rosa incluso manda estilistas profesionales…

La voz de Felicity se desvanece. No consigo pensar en una cena formal. Ni en ropa formal. Ni en bailar. Tal vez sea el alcohol, pero de repente solo pienso en Nick, de pie frente a todos y anunciando a su escudero elegido, que no soy yo.

Vuelve la voz de Felicity.

—Creo que me haré un recogido, pero Bree debería llevar el pelo suelto. O sea, ?mira qué rizos!

Alguien, dos personas, de hecho, me tiran con cuidado del pelo.

Aparto la cabeza.

—?Qué cojones? —Tanto Greer como Felicity tienen las manos levantadas y una evidente expresión de sorpresa—. No me toquéis el pelo.

Greer parece disgustade. Felicity tartamudea: —Le hablaba a Greer de la estilista que viene a la logia y tu pelo…

—?Es diferente al tuyo? —espeto—. ?Es rizado? ?Voluminoso?

Sí, pero eso no significa que puedas tocarlo cuando quieras. No soy un zoo.

—Lo siento, Bree —dice Greer y se sonroja.

Felicity parpadea y casi abre la boca, pero se detiene. Asiente con la cabeza.

—Lo siento. No me di cuenta.

—Ya. —Respiro hondo y asiento—. Ahora ya lo sabes.



*

De vuelta en el porche, el grupo se ha dividido en dos. La multitud estridente de la mesa ya va por la segunda y la tercera ronda.

Alguien ha pedido jarras de cerveza. Desde el césped llega el golpeteo irregular del cornhole. Para cualquier observador externo, no son más que una mesa de universitarios que han salido a tomar algo. No son los herederos de antiguos linajes, ni sanadores, ni tienen velocidad sobrehumana, ni superfuerza, ni son guerreros.

Son chavales normales. Para cualquier observador externo, soy una de ellos.

Pete cuenta una historia de su padre cazando un demonio en el Sendero de los Apalaches. Mientras tanto, Nick y Sel salen al porche. Parece que el mago del rey se ha tomado el trabajo como guardia personal de Nick más en serio después del ataque del miércoles por la noche. Es la primera vez que llegan juntos a algún sitio, e incluso estar uno al lado del otro sin pelearse. Sel va vestida de negro, como siempre, pero Nick lleva una camiseta de los X-Men de aspecto cómodo y unos vaqueros viejos. Después del día que he tenido, me cuesta mucho no correr a sus brazos, pero Russ se levanta de un salto, le da una palmada en la espalda y le pone una bebida en la mano.

Después de unos cuantos saludos, Nick me descubre y se dirige al final de la mesa. Se deja caer a mi otro lado, con el olor a ropa limpia y cedro a máxima potencia, y me pone delante una cesta de papel a cuadros rojos y blancos con patatas fritas con beicon y queso cheddar.

—Hola.

—Hola.

Intento no centrarme en lo cerca que está. Ni en que, después de acomodarse, no aleja el cuerpo del mío. Ni en lo calientes que están su bíceps y su cadera a través de la ropa. No es nada fácil.

De repente, la espalda al aire del top me parece demasiado abierta.

Tengo la piel demasiado expuesta. Acabo de pasar las últimas veinticuatro horas obsesionada con cada mensaje y cada emoji, pero ahora estoy tan en sintonía con él que su mera cercanía hace que quiera salir corriendo. Por Dios, Matthews. Contrólate.

Sel ocupa un sitio frente a nosotros, refugiado bajo el saliente del tejado y se apoya en la pared mientras se balancea sobre las patas traseras de una silla. Se ve muy contento de no quitarme los ojos de encima y nada apunta a que quiera moverse. Después de nuestro enfrentamiento y la revelación de su herencia, una parte de mí me grita que aparte la mirada, pero la otra no quiere perderlo de vista. Curva hacia arriba la comisura izquierda de la boca en una sonrisa, como si supiera lo que pienso y lo divirtiera.

Capullo.

A mi lado, Nick ladea la cabeza con el ce?o fruncido y me mira los labios.

—No sonríes. ?Va todo bien?

—No exactamente. —?Cómo le cuento lo que vi en el paseo de la memoria? Fui testigo de algo que nadie que conozca ha visto.

?Cómo voy siquiera a empezar a explicárselo al chico rubio y de ojos azules que jamás habría estado en el extremo receptor del látigo de Carr? ?Querrían Cecilia y Ruth que compartiera sus recuerdos? No se los habían mostrado a Patricia.

No sé cómo cargar con las imágenes prestadas que aún siento vivas y descarnadas en el cuerpo. ?Cómo lo hace Patricia?

—?Decías que querías hablar?

Le hago un gesto para que salgamos del porche, donde tendremos un poco de intimidad. Me entiende y se levanta con una bola de patata en la mano. Antes de que nos dé tiempo a apartar las piernas de la mesa de pícnic, Vaughn se acerca. Sin preámbulo, pregunta:

—Entonces, ?va a reunirse la Mesa o qué?

Un momento de silencio.

Nick mira al otro chico unos segundos antes de responder.

—Si preguntas si Arturo ya me ha llamado… —Mira a las otras caras de la mesa que escuchan—. Si alguien se lo pregunta, la respuesta es no. Todavía no.

—Tengo un amigo en el Oeste. —Whitty se mete las manos en los bolsillos al lado de Evan—. Dice que han visto seis sombríos en la última semana.

Nick suspira en voz tan baja que no lo oye nadie más que yo.

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