Legendborn (Legendborn #1)

—De verdad. —Su risa es un estruendo suave que perturba el aire tranquilo de la ma?ana—. A lo mejor disfruto viendo cómo te mueves.

Abro la boca, pero no me sale ninguna palabra, así que niego con la cabeza y me giro.

Se detiene en el camino, me agarra por la mu?eca y tira de mí para que me vuelva hacia él.

—No hagas eso —reprende.

—?El qué?

Las sombras perfilan su rostro mientras me acerca. Como la noche anterior en la habitación, presiona el pulgar en la palma de mi mano, y solo ese roce me enciende por dentro y me acelera el corazón.

—Eso que acabas de hacer. Eso que haces —dice, con los ojos llenos de humor y una pizca de dolor—. Convencerte de que estoy de broma. No pasa nada porque estés nerviosa, pero, por favor, no descartes la idea de que me gustas, B.

Emito una especie de sonido ahogado de indignación.

—No estoy nerviosa. Solo soy…

Ladea la cabeza.

—?Qué?

Parpadeo, sorprendida, porque de verdad espera una respuesta.

—Soy un montón de cosas.

Ríe sin abrir la boca, con los labios apretados en una sonrisa contenida.

—Lo eres. Estoy de acuerdo.

—No estoy acostumbrada a sentirme así.

—?Cómo?

Siento que se me calientan las mejillas y aparto la mirada justo cuando Nick esboza una sonrisa dulce y cómplice. Me pasa los dedos por los antebrazos hasta la parte interior de los codos y me estremezco. Su mano derecha me recorre el codo hasta el bíceps, pasa por el hombro y se apoya en mi clavícula; con el pulgar, me recorre la mandíbula.

—He pensado en lo que hablamos anoche. —Habla con voz tranquila, casi meditativa, mientras observa su pulgar en mi mejilla —. Sobre ser el descendiente de Arturo y cómo, en cierto nivel, nunca pensé que lidiaría con ello de verdad, ?sabes? Mi padre no tuvo que hacerlo. Mi abuelo tampoco. Un descendiente inactivo tiene influencia, pero no poder real en la Orden. Nunca pensé en cómo sería tener esos poderes ni lo que haría con ellos, hasta…

Me mira a los ojos

Se me corta la respiración.

—?Hasta?

—Hasta que el uchel te atrapó.

—Ah, cómo no —bromeo y la voz solo me tiembla un poco. Su cara está tan cerca que me llega el olor del champú que ha usado esta ma?ana. Veo las finas pesta?as que le rozan las mejillas. Me asusta desearlo, pero lo deseo de todos modos. Las siguientes palabras me salen entrecortadas y débiles—. ?Ver a una damisela en apuros hace que actives el modo héroe?

La pasión y la fuerza jadeante de su voz me hace temblar.

—No te veo como una damisela, Bree. Eres una guerrera. Eres fuerte, hermosa, inteligente y valiente. —Apoya la frente en la mía, con los ojos cerrados, y respira muy despacio—. Y me muero por besarte.

—Ah —digo con voz chillona y deseo que se me hubiera ocurrido decir otra cosa. Cualquier cosa.

Se ríe, su aliento limpio y mentolado ya es íntimo amigo de mi boca.

—??Ah, no gracias? o ?ah, bien?? —Se aparta para mirarme a los ojos y en la profundidad de sus pupilas veo afecto y algo más.

Ese algo más es lo que provoca que un arco de electricidad me recorra el cuerpo.

—Lo segund…

Me levanta la barbilla y presiona su boca contra la mía, cálida y suave.

He leído libros, he visto películas, he susurrado deseos secretos a Alicia en la oscuridad en fiestas de pijamas. Espero que el beso sea bueno, pero un poco incómodo.

No espero que el suave roce de los labios de Nick cambie, se vuelva insistente y me haga arder.

Los sonidos lejanos de los pájaros de la ma?ana se desvanecen cuando los dedos de Nick suben por la línea de mi garganta y le inclinan la cara para que nuestras bocas conecten plenamente. Me aferro a su camiseta y lo acerco hasta que solo siento, sin pensamientos. Nuestros latidos acompasados, el calor de su pecho contra el mío, la fuerza de su muslo al presionar el mío. Alguien jadea para tomar aire y volvemos a encontrarnos. Se me escapa un sonido del fondo de la garganta que debería ser vergonzoso, pero Nick lo consume con un zumbido grave sin separarse de mi boca y me atrae hacia delante hasta que enrojecemos. En ese instante, siento las dos caras de nuestra ya conocida danza. La ida y venida de la confianza y la lealtad, que se entremezclan hasta dar pie a una melodía. Una hermosa verdad que circula en el viento, se arremolina en mi mente y se fortalece hasta que el resto del mundo también la oye.

No sé en qué se está convirtiendo el beso; justo cuando sus labios se desplazan a mi mandíbula y sus dedos me acarician el esternón, oímos los pies de alguien en el camino de grava que tenemos detrás.

—?Nick? ?Eres tú? —Russ.

Me quedo paralizada al instante, pero Nick levanta la cabeza y emite un gemido de frustración.

Otra voz.

—?Quién…? —Mierda. Evan también—. ?Hostias!

En algún momento, nos hemos girado de manera que mi espalda queda hacia el camino por el que hemos venido y Nick está de cara a las voces incorpóreas de Russ y Evan. Gracias a Dios, porque así escondo la cara en el hombro de Nick y recupero el aliento antes de morirme de vergüenza delante de Evan Cooper, el fiestero.

—?Vaaaaale! ?Toma ya! ?Ole! —Evan resopla de risa.

—?Es un beso de buenos días o de buenas noches? —pregunta Russ, con una sonrisa en la voz—. ?Vamos o venimos?

—Estamos un poco ocupados ahora mismo, chicos. —Me resulta imposible no estremecerme un poco ante el acero que esconde la voz ronca de Nick.

—Ya lo vemos. —Russ se ríe de su propia broma mientras Evan dice:

—?Siento interrumpir, mi se?or! Por favor, que continúe el lengüeteo.

Los dos se ríen un buen rato por eso e incluso yo esbozo una sonrisa pegada a la suave tela de la camiseta de Nick. Nos rodean y siguen gritando y vitoreando durante todo el camino de grava hasta el campus.

Cuando ya no los oímos, Nick suspira y me estrecha en el círculo de sus brazos.

—?Estás bien?

Asiento y presiono el oído contra su pecho él. Permanecemos en un cómodo silencio. Al cabo de unos minutos, los corazones de ambos pasan del galope rápido a un ritmo constante. Todavía me hormiguean los labios y tengo los pelillos de los brazos de punta por el deseo, pero suspiro en lugar de hacer nada al respecto.

Por primera vez en mucho tiempo, disfruto de un momento de comodidad y seguridad sin preguntarme si es real.





25

—?Esta noche? —la voz de Alice casi me revienta un tímpano.

—Sí —digo mientras recorro el campus. Hace un día precioso y navego por los caminos de ladrillo con una sonrisa en la cara. El miércoles, fue surrealista caminar entre miles de estudiantes de la UNC que no tenían ni idea de lo que en realidad ocurre en su universidad. Ahora es viernes y el secreto parece mucho menos importante.

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