Descendiente Davis.
Nick inclina la cabeza y se dirige a todas por turnos.
—Miembros de la Orden de la Rosa Hood, Edwards y Schaefer.
?Qué os trae a la logia esta noche? —Da un paso atrás para dejarlas entrar—. Las pruebas del torneo son a puerta cerrada, como sabéis.
Tardo un segundo, pero reconozco sus apellidos y rasgos faciales. Son las madres de varios miembros de la división. Pete Hood, descendiente de Owain, Ainsley Edwards, paje de segundo a?o, y Vaughn Schaefer, de mi a?o.
A la miembro Schaefer se le iluminan los ojos al entrar. Me saluda con una sonrisa cortés y un gesto vago con la mano, y luego lanza una mirada astuta a Nick.
—Nos llegó el rumor de que habías vuelto.
—Elena, por favor. —La mujer que se apellida Edwards agita una mano muy cuidada y adornada con unas u?as del naranja oscuro de la línea de Bors—. La Orden de la Rosa siempre supervisa el catering durante las Pruebas. —Sin dejar de mirar a Nick, extiende el paraguas hacia mí, con el mango por delante—.
Toma esto y sécalo. Respecto a la cena de esta noche…
Deja de hablar cuando no sigo las instrucciones y se vuelve a mirarme por primera vez.
—?No me has oído?
La indignación y la rabia bullen en mí como un horno.
—La he oído perfectamente —murmuro con los dientes apretados.
Inhala con brusquedad.
—?Dónde está tu supervisor?
—Esta es Briana Matthews, mi paje. —Nick toma el paraguas él mismo y su tono plácido esconde puro acero—. No es una sirvienta, Virginia, y no la tratarás como tal. Ni en mi presencia ni en la de nadie.
Las otras mujeres detectan la ira silenciosa de Nick y no dicen nada.
Sin embargo, Virginia Edwards no ha terminado. Sus fosas nasales se hinchan ante la amonestación de Nick. Ante el uso de su nombre de pila por parte de un adolescente y el recordatorio de su autoridad.
—?Tu paje? —Su mirada viaja entre nosotros mientras procesa la información. Mi cara, mi pelo, mi camiseta, mis vaqueros. Lo cerca que estoy de Nick—. Descendiente Davis, habría esperado que eligieras a un paje entre los vasallos de tu línea, como manda la tradición.
—Valoro las habilidades de la paje Matthews —dice Nick, impasible—, y tus expectativas son solo cosa tuya.
Se pone rígida.
—?Qué piensa tu padre de esto? Seguro que…
—Su padre se siente agradecido de que haya vuelto. —Nos volvemos hacia lord Davis, que entra en la sala con una silla de ruedas. Nick hace ademán de ayudarlo, pero le hace un gesto para que no se acerque—. Y encantado de que la Orden de la Rosa haya venido una vez más para apoyar el torneo de este a?o.
—Lord Davis. —La madre de Vaughn agacha la cabeza, al igual que los demás—. Mi hijo me informó de que lo habían herido en la batalla.
—No se preocupe. El fin de semana ya usaré muletas y para el lunes caminaré sin ayuda. El éter funciona rápido, pero los viejos no nos curamos tan deprisa como los jóvenes—. Se vuelve hacia nosotros y me dedica un gui?o—. ?Qué tal si acompa?áis al resto de la división en el comedor? Yo guiaré a nuestras invitadas a la cocina, donde el personal de catering contratado ha dejado la comida.
*
—?La Orden de la Rosa? —siseo mientras caminamos; todavía echo humo.
Nick refunfu?a:
—Una organización auxiliar femenina fundada hace siglos, cuando no se les permitía ser pajes, escuderas ni descendientes.
No son más que algo ceremonial. Una forma de que las madres o las antiguas pajes apoyen los eventos de la división.
Lo único que veo son obstáculos. Mujeres que quieren que sus hijos ocupen mi lugar. Mujeres blancas que asumen que una chica negra en la logia es una sirvienta, no una miembro. Desde luego, no alguien que se encuentra por encima de ellas. Si Virginia me trata así, ?cómo tratará a las camareras? Se me eriza la piel. Entonces, algo me llama la atención.
—?Has dicho que a las mujeres no se les permitía ser descendientes? Creía que el Hechizo seguía la línea de sangre, sin importar quién saliera elegido.
—Así es. —Tensa la mandíbula—. Sin embargo, durante mucho tiempo, a los hombres les dio igual lo que quisiera el Hechizo.
Eliminaban a las hijas para pasar al siguiente heredero.
Dejo de caminar y lo miro anonadaba mientras el estómago se me retuerce de horror.
Se detiene en la puerta del comedor.
—Mil quinientos a?os es mucho tiempo. La Orden nunca ha estado por encima de la brutalidad del mundo. Sigue sin estarlo.
—Es repugnante.
—Es lo que pasa cuando se lidera con miedo y codicia.
—?Bree! ?Aquí! —Greer me hace se?as para que me acerque y la moneda de Lamorak destella en su brazalete rojo—. ?Te he guardado un sitio!
Nick ladea la cabeza.
—Aquí nos separamos.
Todavía aturdida por lo que me acaba de contar, lo sigo al interior del salón.
Nick se dirige a la mesa de los legendborn, donde se sientan los descendientes, los escuderos y Sel. Me deslizo en la silla libre entre Greer y Whitty en la mesa de los pajes, agradecida de encontrarme entre gente conocida.
Whitty ataca lo que parece un entrecot con romero fresco, mientras Greer me pasa un enorme plato de cerámica blanca con patatas gratinadas.
—Me preocupaba que hubieras abandonado.
—No. No soy una rajada.
—?Y una tramposa? —dice Vaughn desde el otro lado de la mesa sin levantar la vista del plato. En cuanto las palabras salen de su boca, se hace el silencio.
El retorcimiento de mi estómago se convierte en un nudo frío.
—Tampoco.
Vaughn apu?ala un trozo de ternera muy ensangrentado y se recuesta en la silla para mirarme después de metérselo en la boca.
Tiene los ojos del mismo color marrón que los de su madre, pero mientras que los de ella transmitían bondad, los de él están llenos de rencor.
—Entonces, ?por qué te quedaste anoche con los legendborn a pesar de que nos dieron órdenes directas de volver a la logia?
?Qué pensabas hacer? ?Lucirte en una pelea para impresionar a algún descendiente?
—Eso no es lo que pasó. —Otros pajes han empezado a mirarme también, algunos con curiosidad, otros, acusadores—. Me paralicé. Intenté correr de vuelta a la logia, pero el uchel me atrapó primero.
—Cierto —se burla Vaughn—. Entonces, ?por qué pasas tiempo a solas con el descendiente de Arturo? ?Para recibir palabras de aliento? ?Para hacerle algún trabajito?
Me quedo helada y atónita ante la insinuación. La sangre me fluye en los oídos como un océano furioso, pero no lo bastante fuerte como para bloquear las risitas de los pajes veteranos que están a su lado. Algunos que no conozco, Ainsley y los dos gemelos luchadores de tercer a?o, Carson y Blake.
—Crees que… —Ni siquiera soy capaz de decir en voz alta lo que ha dado a entender que he hecho para comprar el favor de Nick.
Vaughn me apunta con el cuchillo al pecho.
—Creo que se te ha subido esa moneda que llevas al cuello a la cabeza.