Los labios de Patricia forman una fina línea.
—Mi madre era botánica. Era científica. Hasta hace cinco minutos, creía que el único sitio donde manipulaba las plantas era en un laboratorio farmacéutico. Ahora resulta que me mintió.
Una arruga se forma entre las cejas de Patricia.
—Gracias por compartir cómo te sientes con todo esto. Tienes razón. Te debo más de lo que he dicho. Por favor, siéntate.
Un latigazo.
—?Así sin más? ?Has cambiado de opinión?
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—En mi campo, la agilidad emocional es parte del paquete.
Se me entrecorta la respiración. No soy capaz de relajar los pu?os, pero me siento.
—?Sabes qué son las auras?
Recuerdo la llama roja que me envolvió en un torrente caliente.
?Era un aura? ?No era una llama mística? La atención de Patricia se concentra en mi cara, pero antes de que pregunte nada más, muevo una mano en un vago círculo alrededor de la cabeza.
—?Colores alrededor de la gente?
—Más o menos, sí. Las auras son tu energía personal, reflejan el estado de tu espíritu.
—?Qué aspecto tienen?
—Por lo que tengo entendido, parecen una especie de niebla o neblina tenue.
La llama mística había subido por mi piel, todo fuego, ira y sangre. No era un aura, entonces.
—Cuando estudiaba aquí, tenía una amiga llamada Janice que era lectora, alguien cuya rama del arte raíz le permitía ver las auras de la gente. Emociones, intenciones, habilidades. Un día, Janice nos vio a las dos hablando fuera de clase y, más tarde, me dijo que tu madre conocía el arte. Así que le pedí que practicáramos juntas.
Fue muy educada, pero se negó. Parecía muy incómoda con la oferta, así que no volví a mencionarlo. No me sentí ofendida. Pensé que a lo mejor tenía su propia comunidad. Tendemos a mantener el arte en privado. Aun así, pensé que, tal vez, se atuviera a un código más estricto. El arte raíz se ense?a en el seno de las familias, y cada una tiene un enfoque diferente. No obstante, me sorprende que nunca te hablara de ello.
Me quedo sin aire en los pulmones. ?Dónde está el aire? Tengo la mente en blanco.
—?Bree? —Patricia se inclina dentro de mi campo de visión—.
Respira hondo. Cierra los ojos y piensa en algo o alguien que te haya hecho sentir segura en las últimas veinticuatro horas.
Hago lo que me dije y visualizo unos ojos azules, oscuros como una tormenta.
Tardo unas cuantas respiraciones antes de volver a separar los párpados. El pánico sigue ahí, pero le cuesta dominarme.
Me creo lo que me ha contado. Después de todo lo que he visto, sería una estupidez pensar que no queda nada más que aprender.
Aun así, de todos los secretos que pensé que descubriría, jamás imaginé que la vida de mi madre, y la magia que manipulaba, sería uno de ellos.
El arte vivo, la manipulación de la energía de las plantas. ?Qué peligro habría en compartir esas habilidades con otros como ella?
?Había creído que Patricia era peligrosa? Me parece poco probable, porque la dejó en paz. La militancia de la Orden es razón más que suficiente para querer pasar desapercibida en el campus.
Sin embargo, si ese fue el motivo, entonces significa que conocía la Orden y a los merlines mucho antes de que yo naciera. ?Sabría algún merlín lo que era? El instinto me dice que sí. ?Por qué si no habría uno en su lecho de muerte veinticinco a?os después?
Patricia se levanta para rodearse los hombros con el chal.
—La tradición es que las madres ense?en todo esto. Que no sepas nada cuando tu madre estaba al tanto de sus propias habilidades significa que te ocultó la información por alguna razón.
Por tanto, desde un punto de vista ético, tengo que considerar qué supone contarte aquello que tu madre no te contó. Tal vez sea por la terapeuta que llevo dentro, pero me gustaría respetar sus deseos. Deberíamos dejarlo por hoy. Nos reuniremos de nuevo el viernes y te diré lo que he decidido.
—?No! —Me pongo de pie, con el corazón en la garganta—.
Necesito que me lo cuentes todo. Tengo que saber…
Hace una pausa y frunce el ce?o.
—?Qué tienes que saber?
?Qué digo? Contarle a alguien que sospecho que la Orden tuvo algo que ver con la muerte de mi madre la pondría en peligro, más aún si es una usuaria del éter. Si mi madre ocultó partes de sí misma a Patricia, ?debería ocultarle también mis habilidades?
Elijo lo que es más seguro compartir y lo expreso con cuidado.
—Sé lo que es el éter.
Patricia da un grito ahogado y sé que no he dicho lo correcto.
—?Dónde has aprendido esa palabra?
—No puedo decirlo.
Me mira con astucia y curiosidad. Sabe que oculto algo. ?De tal palo, tal astilla?, pienso.
—Respeto y valoro la confidencialidad, así que no husmearé en lo que sabes. En vez de eso, me ganaré tu confianza. No obstante, déjame que te diga que los ?practicantes? que emplean la palabra ?éter? no son la gente de tu madre. —Dice las palabras como si le supieran a rancio en la boca.
—?Su gente? —pregunto.
—Su gente. Nuestra gente. Somos las descendientes de aquellas que crearon el arte y no llamamos éter a la energía invisible del mundo. La llamamos raíz.
*
—Ahora que volvemos a ser mejores amigas, ?quieres que cenemos juntas? Una chica de clase de clásicos quiere quedar. — Alice arruga la nariz—. Es la ?noche italiana? en Lenoir, sea lo que sea eso.
Después de terminar las clases del día, nos hemos tumbado a descansar en nuestras respectivas camas, con los móviles en la mano. No estoy segura de lo que ha hecho Alice, pero yo he abierto la aplicación de mensajería de manera compulsiva, por si Nick me había escrito y la aplicación se había negado a revelarlo. A lo mejor esta vez. A lo mejor ahora. ?Y ahora?
No es patético si nadie me ve, ?no?
Empiezo a escribirle al menos siete mensajes diferentes, pero los borro todos antes de enviarlos, porque ?qué pasa si le mando un mensaje y no contesta?
Más importante, ?qué le digo?
Decido no mencionarle a Nick mi encuentro con Patricia. No hasta que sepa más. Incluso entonces, no estoy segura de lo que debería compartir con él ni con nadie.
Si mi madre conocía la Orden, su dominio de la magia y su tendencia a llevar a juicio a los que la usaban, si no algo peor, lo lógico es que hubiera ocultado sus habilidades en el campus, tal y como estoy haciendo yo. Si lo que me dijo Patricia es cierto, llamar a mi padre no servirá de nada, ya que mi madre le ocultó esa parte de su vida. Hasta ahora, solo Nick conoce mis habilidades, excepto por las llamas rojas. ?Debería seguir siendo así?
Hecha un lío, lanzo el teléfono lejos de mi alcance y me tumbo en las almohadas para mirar el techo con un suspiro de frustración.
Saber que mi madre estuvo en el campus de la UNC hace veinticinco a?os en la misma situación que yo, guardando secretos y ocultando una parte de sí misma a otras personas, me acerca a ella y, al mismo tiempo, es como si no la conociera en absoluto.
?Quién era en realidad?