Legendborn (Legendborn #1)

?La Visión? ?La resistencia a los encantos? Y, desde anoche, ?a los juramentos? Cuanto más aprendo sobre los juramentos y su papel en la estructura de la Orden, más de acuerdo estoy con Nick en que no debería pregonar esa habilidad. Aun así, son cosas pasivas y silenciosas. Fáciles de ocultar.

Lo que pasó anoche no fue silencioso. Si me ocurre en la logia, no conseguiré ocultarlo.

?Regla número cuatro. Nunca, jamás, permitas que nadie vea el éter brotar de tu piel como sangre en llamas?.

Suena el teléfono. Frunzo el ce?o. Se me apagó en la logia y no recuerdo haberlo enchufado anoche.

—Lo puse a cargar. —Alice está al otro lado de la habitación, vestida y sentada en su mesa—. Estaba sin batería. También he traído el desayuno. —Se?ala con la barbilla una bolsa de papel en mi mesa.

En cuanto lo veo, no huelo nada más. Galletas. Calientes.

—?Me has traído Bojangles?

—Charlotte se ofreció a recogerlo.

Nos miramos en un silencio incómodo.

—?Piensas responder?

—Sí. —Alcanzo el teléfono y casi de inmediato deseo que lo hubiera dejado apagado—. Hola, papá.

—Briana Irene. Explícate.

Agarro la bolsa de Bojangles.

El espeso aroma que emana del interior del papel me hace la boca agua.

Galletas de mantequilla. Estoy en el cielo —Debí llamarte. Se me olvidó. Es que han pasado muchas cosas.

No es una galleta cualquiera. Es una galleta Bo-Berry, gracias a Dios.

—Eres un ángel —digo a Alice. Sonríe y se sienta en la silla de mi escritorio con cara de satisfacción.

—?Ah, sí? ?Como qué?

—Estoy quedando con un grupo de chicos.

—?Y cómo te va?

Cada pregunta me acerca un poco más a la perdición, lo sé.

—Bien.

—?Bien como para terminar en el despacho del decano? ?O en el asiento de atrás de un coche patrulla?

—Solo fue un aviso.

Alice levanta una ceja. Desaprobación desde dos direcciones.

Aparto el teléfono y susurro:

—?No tienes que ir a clase o algo?

Sonríe.

—Estoy libre hasta las diez.

Mi padre continúa en mi oído:

—Dices que me llamarás, pero no lo haces. Entonces me entero de que saliste hasta tarde a no sé qué fiesta.

Vuelvo a sentarme, alarmada.

—?Qué fiesta?

Ah, ya. La falsa fiesta que Nick o Sel se inventaron como coartada.

—Claro, esa fiesta. —Me he resignado a meterme en líos por cosas que no he hecho porque tengo que ocultar las que sí.

—?Y anoche volviste a llegar tarde? —Eso me sorprende. La única forma de que lo supiera sería que…—. Alice me ha mantenido al tanto y doy gracias al cielo por ello. Si dependiera de ti, quién sabe cuándo me enteraría de la verdad.

Estoy demasiado sorprendida para responder a mi padre. Lo único que puedo hacer es mirar a mi amiga.

—?Se lo has dicho?

Siento una fría corriente de resentimiento de la cabeza a los pies, pero se atenúa un poco cuando levanta las manos y exclama: —?Me asustaste!

Al mismo tiempo, mi padre me amonesta:

—?No te enfades con Alice! Tienes una buena amiga.

Se han aliado contra mí. Ya sé por qué ha decidido quedarse a escuchar la llamada.

—?Qué narices te pasa? ?Consumes alguna droga?

—?Qué? No, no tomo ninguna droga. —Fulmino a Alice con la mirada, que tiene la decencia de poner una mueca.

Mi padre me ha llevado al límite. Parece que ya ha terminado.

—Pues dime qué ocurre, peque. Habla conmigo.

Alice habrá oído la petición, porque su expresión se vuelve expectante, imagino que igual que la de mi padre. Suspiro. No consigo lidiar con esto, además de todo lo demás. Es imposible que les hable de la Orden, no después de lo de anoche.

—Lo siento. Están pasando muchas cosas. Te prometo que estoy bien.

Solo que no lo estoy. Que te emanen llamas místicas de la piel no es bueno en ninguno de los dos mundos en los que estoy.

—?Qué cosas? —Mi padre no lo dejará correr.

Piensa, Bree.

—El decano McKinnon me ha emparejado con un mentor, el típico universitario perfecto. Se supone que tiene que estar pendiente de mí todo el tiempo.

Mi padre gru?e.

—Me dijo que se ocuparía de que volvieras al camino correcto con la ayuda de una especie de estudiante modelo.

Las mejores mentiras se acercan a la verdad.

—El padre de Nick estudió aquí, así que es como de la realeza de la UNC. Me ha metido en uno de esos grupos de estudiantes antiguos a los que solo se entra con invitación. Casa grande, ni?os ricos. Como debutantes, tipo cotillón, pero para universitarios…

Excepto que, en lugar de aprender qué tenedor usar, aprendes a luchar contra hordas de demonios.

Frente a mí, Alice levanta una ceja. Mi padre vuelve a gru?ir, pero no sigue con el tema. En vez de eso, cambia de marcha.

—Bree, he intentado darte espacio desde que murió tu madre, pero creo que ha sido un error. Es hora de que intervenga.

Una onda de ansiedad me recorre la columna vertebral.

—?Intervenir cómo?

—Irás a terapia. Lo he arreglado con el departamento de salud del campus. Te han metido rápido, ya que eres una menor de edad del programa.

Se me acelera el corazón.

—No iré a terapia.

Por la sorpresa en la expresión de Alice, sé que no sabía nada al respecto.

—Claro que irás. —Nunca he oído su voz tan severa—. O te vuelves a casa. —Deja reposar las palabras y luego dice—: ?Y

bien? Espero una respuesta.

Busco una excusa, pero no encuentro ninguna.

—Está bien.

—Dos veces por semana.

Aprieto los pu?os.

—Dos veces por semana.

—Empiezas hoy.

—?Hoy? —grito—. Tengo clases, papá. Y deberes.

Ni se inmuta.

—Todos los miércoles y los viernes, jovencita. Le he enviado a la doctora Hartwood tu horario. Escúchame un momento. Estaba ojeando los perfiles de los terapeutas en la web y me fijé en que se había licenciado allí mismo, en la UNC. La llamé por teléfono y le pregunté; estaba allí cuando tu madre estudiaba.

Agarro el móvil con más fuerza.

—?Esa doctora conocía a mamá?

Alice se endereza, con interés evidente en el rostro.

La voz de mi padre se suaviza por primera vez en la llamada.

—Así es, peque. Aunque parezca increíble, me dijo que hasta tuvieron algunas clases juntas. Me pareció muy bonito, por eso la elegí. Y porque es una mujer negra; no hay muchos de los nuestros en esa web.

—Vaya —murmuro. El cerebro me da vueltas. Alguien que conoció a mi madre cuando estudiaba aquí. Alguien que podría darme alguna pista de cómo entró en el radar de la Orden.

Interpreta mi silencio como preocupación.

—Si no te gusta, cambiamos de…

—?No! Quiero conocerla —digo y levanto el pulgar para Alice.

Se relaja de buena gana y se levanta para recoger sus carpetas y sus libros—. Me vendrá bien.



*

Espero a que Alice se despida para repasar el aluvión de notificaciones de anoche.

Cuatro llamadas y un mensaje de voz de Nick. Once mensajes de texto, también de Nick. Empiezo a comerme la galleta Bo-Berry y escucho el mensaje de voz. Está sin aliento.

?B. Lo de esta noche ha sido… Supongo que solo quería saber cómo estabas. Me alegro de que estés a salvo. No sé por dónde empezar. Llámame. Por favor. O mándame un mensaje. Lo que sea?.

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