La sala se sume en un tenso silencio. En algún lugar detrás de la pared de plata, oigo un goteo.
Recuerdo la cálida sonrisa de Nick al pasear por el campus y luego el terror grabado en su rostro esta noche en el bosque. Soy la causante de esa secuencia de expresiones. Aunque nadie puede controlar la llamada de su caballero, yo he acercado a Nick a algo que nunca había deseado. La culpa se asienta pesada en mi vientre.
Vuelvo a mirar la estrella de Nick y pienso en él luchando, grácil como un bailarín, con los pies ligeros y el cuerpo serpenteante.
Balanceando la espada con confianza y determinación.
Atravesando al sabueso infernal. No lo imagino cayendo en combate. Mi cerebro no lo procesa.
—?Cuándo fue la última vez que Arturo llamó a su descendiente?
William ladea la cabeza.
—?Hace unos doscientos cincuenta a?os? En 1775, creo.
—?Qué? Eso fue…
—La guerra de Independencia. —Tuerce los labios en una mueca—. Depende de a quién le preguntes, pero, en mi opinión, la guerra habría ocurrido de todos modos. Una guerra es una guerra, da igual que los sombríos la inciten, la prolonguen o la usen como terreno para alimentarse. Murieron decenas de miles. A quién le importa cómo se llame.
Estoy de acuerdo. Vuelvo a mirar la estrella de Nick.
Me fijo en algo a su lado que no había visto antes. Me levanto y me acerco. Sí, hay algo allí, conectado a la estrella de Nick por un guion brillante.
—?Qué es eso? —William se acerca a mi lado y busca lo que me ha llamado la atención.
Se?alo la peque?a y oscura canica clavada en la losa justo al lado del nombre de Nick. Es tan negra que absorbe la luz.
—Esa bolita. ?Qué es?
—Ah. —Por primera vez, duda antes de hablar—. Solo el ni?o merlín más poderoso de una generación es seleccionado para tomar el Juramento del Mago del Rey. Al ni?o lo separan de su familia y lo atan a un ni?o descendiente de Arturo, en una ceremonia formal ante la división. Durante el resto de su vida, será el protector jurado del descendiente, hasta que muera.
Se me revuelve el estómago. Lo separan de su familia. Un ni?o y una infancia, sacrificados para proteger a otro.
—Ningún ni?o sería capaz de comprender lo que significa un juramento así.
—Como he dicho —murmura—, ninguno tenemos elección.
Me duele el corazón por ambos. Incluso por Sel, que está unido por arte de magia para siempre a un descendiente que nunca ha querido su título. Tal vez no me caiga bien y estoy segura de que me odia, pero me siento obligada a examinar su canica y leer el título que la acompa?a:
Selwyn Emrys Kane.
William canturrea pensativo.
—?Lista para volver? Tengo que ver a mis pacientes.
Asiento, dispuesta a abandonar este lugar que me transmite más muerte y pérdida que vida.
Antes de darme la vuelta, me fijo en la estrella que hay sobre la de Nick. A su lado, se lee ?Martin Thomas Davis? en la piedra. Por supuesto. Lord Davis vino a la UNC hace a?os, cuando era el descendiente de Arturo y antes de que naciera Nick. Entonces, algo más me llama la atención.
—?Qué ha pasado aquí? —Se?alo la canica unida a la estrella de lord Davis, que representa a su mago del rey, un tal ?Isaac Klaus Sorenson?.
William entorna los ojos.
—No estoy seguro. ?Tal vez al archivero se le fue la mano?
No lo sigo de inmediato, porque lo que ha dicho no tiene sentido.
Todas las demás líneas, piedras y estrellas han sido talladas con absoluta precisión, sin un solo trazo fuera de lugar ni un error a la vista. Sin embargo, la bola de mármol de Isaac está rodeada de profundos y furiosos cortes por todos lados, como si un animal la hubiera ara?ado. A pesar de ello, la canica es igual que la de Sel, brillante y lisa: una esfera perfecta.
—?Vienes?
—Sí —murmuro y lo sigo escaleras arriba.
16
Entro en pánico cuando volvemos a la enfermería, porque Nick no está y su mesa está vacía. Tor también se ha ido.
—?Dónde están mis pacientes? —brama William a Russ y a Sarah. Los dos escuderos, con los ojos muy abiertos, retroceden.
No los culpo; William, por lo habitual apacible, parece un asesino.
—?Se despertaron! Nick se fue a casa —dice Russ, al mismo tiempo que Sarah a?ade:
—Tor está arriba. Dijo que tenía hambre.
El estómago me da un vuelco. ?Nick se ha ido sin más?
Lord Davis suelta un gru?ido ante el vocerío y William se contiene antes de gritar.
—?Y habéis dejado que se marchara?
Russ se recupera.
—Es que es el rey.
—En esta enfermería, el rey soy yo —sisea William mientras avanza hacia él—. ?Nick no ha recibido el alta! Su cabeza todavía está curándose.
—?Me ha dejado? —Me arrepiento de la pregunta en cuanto la digo en voz alta. Suena patético—. Quiero decir, que él. No es que yo… —La ceja levantada de William y la expresión confusa de Russ no me ayudan en absoluto—. Es que pensaba que me daría tiempo a ver cómo estaba.
Sarah se apiada se mí.
—No sabíamos dónde habíais ido Will y tú. Nick te llamó un montón de veces, pero dijo que le saltaba el buzón de voz. Quizá pensó que te habías ido a casa después de… todo lo que pasó en el bosque.
Oigo las palabras que no dice. Creyó que me había rendido.
Que había huido a casa asustada.
—Supongo que Nick necesita algo de espacio para centrarse. — Russ se encoge de hombros—. Pensadlo, aparece para reclamar su título después de a?os de ausencia y, de repente, ?bum!
Estamos a dos despertares de Arturo. Yo también fliparía.
—?Will?
En la mesa de al lado, Evan se revuelve. William se acerca; la furia ha desaparecido y la amabilidad la sustituye.
—Quédate quieto, Ev. Te has llevado un zarpazo en la cabeza, amigo.
Evan acata las órdenes, pero pesta?ea varias veces para enfocar la vista y explorar la habitación. Solo tarda un segundo en encontrarme. Se tensa en la cama.
—Hola, Bree.
Le decido un saludo incómodo.
—Hola, Evan. Y yo que pensaba que solo eras un juerguista ignorante.
Una risa débil termina en una tos.
—No le digas a Char que me he hecho da?o, ?vale?
Siento que Charlotte está a una vida y un mundo de distancia, uno al que tengo que volver ma?ana, como si nada de esto hubiera pasado.
—No lo haré.
—Genial —murmura y se relaja en la cama.
William resopla.
—Si estás lo bastante bien como para preocuparte por tu novia, entonces también lo estás para recuperarte en tu propia cama. Deja que te eche un vistazo antes de subir.
Alguien me tira de la manga. Sarah.
—?Te llevo a casa?
Parpadeo, sorprendida por la oferta.
—?Quieres ir a ver a Tor primero?
Parece complacida de que se lo pregunte.
—Mi chica se pone muy gru?ona cuando tiene hambre, pero está bien.
Mientras nos vamos, William echa a Russ de la enfermería también. Le oigo murmurar algo de que no existe la paz en esta casa y algunas palabras en galés que suenan mucho a maldiciones.