Incluso cuando reprende, la diversión colorea las palabras del sanador.
William se enfrenta a Sel, que de alguna manera le hace caso, y le toma el pelo a Sarah, que me defiende. Decido que los dos me gustan. Después, siento una punzada de culpabilidad. Sel se equivoca en decir que trabajo con los sombríos, pero es cierto que miento.
Ansiosa por dejar de ser el centro de atención, cambio de tema.
—?Qué era ese monstruo? Creía que los demonios parecían animales o…
Sarah niega la cabeza.
—Cuando los isels, los demonios menores, se hacen lo bastante fuertes para volverse corpóreos, se parecen a animales o a las criaturas que aparecen en los textos antiguos. Diablillos con cuernos y colas. Sin embargo, los uchels son demonios mayores.
Menos traviesos, más homicidas y lo bastante fuertes como para ser corpóreos en cuanto cruzan. —Duda y comparte una mirada con William que no sé descifrar—. Parecen más humanos.
Russ se apoya en una pared y se cruza de brazos.
—Si crees en los cuentos antiguos, el uchel más poderoso, el goruchel, puede incluso pasar por humano. Camina escondido entre nosotros.
Una fría daga de miedo me atraviesa. Sel me había llamado uchel hace unas horas. Cree que soy uno de ellos y que finjo ser humana. Que he venido para da?ar a Nick y al resto de la división.
El aire me abandona los pulmones en una exhalación silenciosa.
—Demonios que pasan por humanos. —Fitz pone los ojos en blanco—. Historias de miedo para contar a los ni?os por la noche.
Mitos y leyendas.
William habla sin levantar la vista.
—Nosotros somos mitos y leyendas, descendiente Baldwin.
Fitz responde con un gesto grosero.
—?Por qué querían a Nick? —susurro.
William hace una pausa con las manos sobre Evan. Los cuatro legendborn me miran y luego entre ellos.
Russ se pone de pie.
—Porque es nuestro rey, o lo será, oficialmente. Cuando despierte.
—Si despierta —dice Sarah.
Fitz se burla, con un rubor rojo en el cuello.
—?De verdad crees que existe la posibilidad, Sar? Nos llaman por orden. La línea de Flick es la cuarta, lo que significa que el descendiente de Kay en el Norte también habrá sido llamado hace poco y lord Davis no se molestó en decírnoslo. Tor y la línea de Tristán serán los siguientes. Luego, el chico del Oeste y la línea de Lancelot. Después, el número uno, Nick. Y ?bum! Camlann.
Russ niega con la cabeza.
—Venga, tío, no exageres.
—?Exagerar? ?Crees que exagero? —Fitz lo mira con desprecio—. La descendiente de la línea de Lamorak, tu descendiente, ha despertado. Bienvenido a la realidad, escudero Copeland. Los críos de alto rango os creéis que podéis jugar y fingir que no estamos en guerra, mientras que el resto de nosotros despertamos y morimos cada pocos a?os. —La furia le deforma los rasgos—. ?Camlann se acerca, lo creas o no!
Nadie dice nada durante un momento. En medio de ese silencio, pregunto:
—?Qué es Camlann?
Fitz silba y sacude la cabeza.
—No me importa que sea el rey, alguien tiene que tener unas palabritas con Nick Davis. Traer a una paje sin contarle una mierda es una buena forma de conseguir que acabe muerta. Pasadlo bien en la clase de legendborn para principiantes. Yo me largo.
Los pasos furiosos resuenan por el pasillo.
—Nick me ha contado cosas —digo y contengo a duras penas el tono a la defensiva. Me acerco a la mesa en la que está para ver cómo su pecho se eleva en respiraciones cortas y superficiales—.
Pero no todo.
El éter de William se disuelve en la frente de Evan, se levanta con un suspiro y me habla directamente por primera vez.
—Bueno, pues este es un momento tan bueno como cualquiera para ponerte al día.
15
Después de asegurarse de que los cuatro pacientes se han estabilizado e imbuido de suficiente éter curativo para recuperarse por completo, William ordena a Sarah y a Russ que vigilen la sala mientras él y yo salimos. Russ se queja, pero el sanador lo manda callar con una sola ceja levantada.
Desde la puerta, me hace se?as para que lo siga. Me digo a mí misma que tengo que acompa?arlo porque aprender más sobre la Orden es parte de mi misión, pero una voz interior me susurra que la única razón por la que acepto es el toque de color rosado que por fin ha vuelto a las mejillas de Nick.
Salimos al largo pasillo del sótano, iluminado con luz fluorescente, y nos dirigimos al ascensor. Al mirarlo, me viene un breve y borroso recuerdo de cuando hablé con Russ mientras me acompa?aba a la enfermería.
—?Tenéis ascensor? —pregunté.
Sonrió con ironía y respondió:
—Tenemos muchas cosas.
Una vez dentro, William abre un panel en la pared que Russ no había utilizado. Introduce un código en un teclado numérico y luego pulsa un botón cuadrado que pasa de negro a naranja. Cuando el ascensor se pone en marcha, mi estómago amenaza con rebelarse.
William me mira con sus ojos grises e impenetrables.
—?Cómo están mis brazos? —Parpadeo, confundida.
—?Tus brazos?
Me se?ala con la cabeza los antebrazos, cruzados sobre el pecho.
—Por lo general, me gusta hacer un seguimiento a mis pacientes, pero te llevaron antes de que pudiera hacerlo.
El miedo me invade. La primera regla dice que no debo decirle lo que recuerdo.
—No… No sé…
Sonríe.
—No son necesarios los enga?os. Soy un sanador por herencia y por naturaleza. Me interesa de verdad saber cómo están tus heridas.
Sin saber qué decir, extiendo los dos antebrazos. Me agarra por las mu?ecas y pasa el dedo índice por la piel interior de un brazo y luego del otro.
—Bien. Has asimilado bien el éter.
El ascensor se detiene con brusquedad. Cuando trago la bilis, los sagaces ojos de William se entrecierran para observarme. Las puertas se abren en un piso aún más bajo y a un largo pasillo similar, pero pulsa el botón para mantenerlas abiertas.
—?Me permites? —Se?ala el punto palpitante y pegajoso de mi mejilla derecha. Asiento, pero, en lugar de volver a tocarme, saca una mano al pasillo y se ríe al verme la cara—. El éter está en todas partes. No obstante, se parece a la cobertura del móvil. Es difícil de encontrar dentro de una caja de metal.
Mira hacia arriba a modo de explicación. Observo cómo la llama mística se arremolina y se acumula en su palma. Se solidifica en una salsa espesa y plateada que se extiende por su mano y le cubre los dedos y el brazalete de cuero verde que le rodea la mu?eca. Se acerca, establece primero contacto visual y luego pasa tres dedos brillantes por mi mejilla. El brillante olor a cítricos de su firma fluye entre nosotros y me llena la nariz.
El éter está frío y me recuerda un poco a la baba del uchel. Me estremezco y William vacila.
—Respira hondo. —El frío se extiende y calma donde toca. Hay una sensación de picor, un silbido silencioso, y el dolor desaparece —. Ya está. —Con un movimiento de mu?eca, el éter se disuelve—.
?Cómo te sientes? ?Mareada?
Paso revista a mi cabeza, la inclino hacia adelante y hacia atrás.
—No. No como la última vez.