—Cuando hay necesidad y en orden de mando —a?ade Nick—.
Los caballeros de primer a quinto rango no han llamado a sus descendientes en décadas. Felicity es la cuarta, lo que significa que el quinto habrá despertado. ?Cuándo fue llamado el descendiente de Kay?
Ahora los otros murmuran y asienten.
Si Alice estuviera aquí, diría que es demasiado tarde. Ahora que sé que los descendientes son los sucesores de la Mesa Redonda y que son llamados de manera violenta por los espíritus de sus caballeros.
?Qué he hecho?
La voz de Davis resuena con autoridad.
—Esto no es una reunión de la división. Deberíamos discutir estos asuntos cuando volvamos a la logia.
—No. —Nick levanta la barbilla—. Deberíamos discutirlo aquí.
?Por qué la ha llamado Lamorak, papá? ?Por qué ahora?
Las fosas nasales de Davis se agitan, pero antes de que pueda responder, un gru?ido grave procedente de la oscuridad responde a la pregunta de Nick.
Durante una fracción de segundo, nadie se mueve. Congelados por la incredulidad, creo. ?Un sombrío aquí?
Otro gru?ido, esta vez seguido de un aullido agudo de pesadilla con el que ya estoy familiarizada.
Un sabueso infernal.
13
Mientras todo el mundo se pone en marcha, yo me quedo paralizada y tiemblo.
Creía que eran raros. Creía, por alguna razón, que no volvería a ver uno. Al menos, no en compa?ía de los legendborn. No mientras buscaba información. Creía que esto era un ritual. Una iniciación.
Esperaba novatadas, como mucho, no…
Davis lanza una secuencia de órdenes rápidamente y es como si una bomba estallara en la multitud.
—?Los descendientes y escuderos despertados al frente! El resto, en formación detrás de ellos. ?Pajes, volved a la logia!
La parálisis dura solo un momento. Entonces, los cuerpos se dispersan en varias direcciones. Los soldados se apresuran a sus posiciones de batalla.
Los siguientes momentos transcurren a cámara lenta.
Los legendborn se quitan las túnicas sin dudar y se colocan con precisión militar en dos filas defensivas. Cinco se sitúan en la parte de atrás y sacan armas de arneses, vainas y correas ocultas; dagas, lanzas largas extensibles y espadas. Sarah y Tor tensan dos arcos idénticos. Solo tres se mueven hacia el frente, desarmados, el chico de cara amable que saludó a Nick en el vestíbulo, Fitz y otro chico alto y pelirrojo. Entrecierro los ojos y trato de distinguir su cara, porque algo en él me resulta familiar. Cuando vuelve la cabeza, me doy cuenta de que es porque le conozco. Es Evan Cooper, el novio de Charlotte.
La parte primitiva de mi cerebro me suplica que corra a la logia con los demás tan rápido como pueda, pero no soy capaz de apartar la vista de los tres legendborn que se enfrentan a la oscuridad con audacia y las manos vacías extendidas a los lados.
?En qué piensan? ?Dónde están sus armas?
Con el silbido de una corriente de aire, aparece una llama mística en la palma de cada uno de los tres chicos. Da vueltas en un remolino humeante y luego sube por sus brazos como serpientes iridiscentes. En el transcurso de un segundo, el éter se solidifica en forma de armas. Fitz y Evan sostienen unas espadas brillantes idénticas. El chico de rostro amable sujeta dos dagas de la longitud de mis antebrazos. Sin embargo, la llama mística que trepa por sus cuerpos no ha terminado. Observo, sin aliento, cómo les fluye por los hombros y las piernas hasta solidificarse en relucientes placas de plata. El éter les escala hasta la garganta y se desliza por sus esternones hasta convertirse en una cota de malla.
En sus brazos, el humo se endurece en guanteletes aterradores.
Armaduras. Armaduras de éter.
Desde la dirección opuesta, se eleva otro aullido. Se me hiela la sangre. No hay solo un sabueso infernal, sino dos.
—?Dividid la formación! —grita Davis. El chico de las dagas corre al otro lado de la capilla y llama a otros tres legendborn para que lo sigan.
—?Bree! —Nick entra en mi visión y oculta a los chicos con armadura—. ?Qué aquí haces todavía? ?Vuelve a la logia! Ahora.
Me alejo del claro, pero los otros pajes han desaparecido en el bosque. Debería haberlos seguido. No tengo ni idea de cómo volver. Ni idea de en qué dirección correr. Nick se da cuenta al mismo tiempo que yo y apunta con la espada detrás de mí.
—Por ahí. Corre. No te detengas.
Corro a toda velocidad hacia el bosque, con la adrenalina ardiendo en las venas. Apenas veo nada, pero sigo adelante.
Choco contra la maleza. Las zarzas me ara?an la cara y los brazos.
Tropiezo.
Los gritos resuenan detrás de mí cuando los legendborn se enfrentan a los sabuesos. Otro aullido.
Silencio.
Me doy la vuelta. ?Han matado a los demonios? ?Ha terminado?
De repente, un hedor a moho y agua estancada me invade. Se aferra a la parte posterior de mi garganta. El olor de la madera podrida y de la descomposición.
De cosas que no han visto la luz en mucho tiempo. Me tapo la boca.
Oigo un sonido a la izquierda, como un tronco que se rompe.
Cuando me vuelvo, dos orbes rojos sin fondo aparecen en la oscuridad a un metro de mi cara. Unas linternas brillantes hechas de sangre. Uno parpadea, luego el otro.
No son linternas. Son ojos.
Grito y tropiezo hacia atrás. Entonces, una voz. Un sonido nauseabundo de huesos al quebrarse, profundo y afilado.
—Nos ayudarás.
El terror se condensa en una punzada afilada. Me vuelvo, pero los ojos aparecen frente a mí. Una forma corpulenta de tres metros de altura atraviesa los árboles.
Al principio, pienso que la forma es la de un humano enorme, pero los movimientos son erróneos. Sus articulaciones se doblan en los lugares equivocados. En la franja de luz que llega desde arriba, distingo un pecho ancho y unas extremidades gruesas cubiertas de musgo. Un líquido verde iridiscente y brillante brota de los cortes abiertos en la piel moteada. Un rostro se extiende por una cabeza bulbosa e hinchada. Dos largas tiras de carne podrida conectan unas mandíbulas abiertas. Su lengua va de un lado a otro como una serpiente que saborea el aire. El demonio zumba satisfecho.
—Sí. Nos ayudarás.
Me abalanzo hacia un lado, pero el demonio también se mueve.
Demasiado rápido para mí, de modo que me mira desde el nuevo ángulo, con la mano inclinada hacia un lado como si esperara una respuesta.
Pienso rápido, con el corazón atronando dentro de mi pecho. No puedo huir de él, eso está claro. Además, ?qué camino tomaría si lo hiciera? Esté donde esté, estoy más cerca de los legendborn que de la logia. Este demonio no parece querer comerme como el sabueso infernal. Por ahora.
Deslizo un pie en dirección al claro, pero mantengo la mirada en la criatura.
—?Ayudarte? ?Estás seguro de que soy la persona más adecuada para ello?
Los labios se retraen en una sonrisa hambrienta que deja al descubierto dos hileras de dientes negros que se curvan como guada?as.