Legendborn (Legendborn #1)

En otras palabras, déjate llevar por el encanto de Sel. No te resistas.

—Escucha, los juramentos son vínculos vivos que se sellan con la palabra. Las palabras extraen el éter del aire para que el compromiso pase a formar parte de ti. El Juramento de Lealtad sabrá si tienes intención de romperlo y cuándo, pero funciona del mismo modo que un encanto, así que…

Se detiene y sus palabras se pierden en la noche.

—?Nick? —susurro.

Me suelta la mano. Siento que se pone delante de mí. En lo alto, las copas de los pinos crujen con el viento. Los pies de Nick se mueven en el suelo, como si pivotara en la oscuridad, buscando algo. El corazón se me acelera. Lamo el mordisco que todavía se me está curando dentro de la mejilla.

—?Qué…?

—Calla.

Siento indignación, pero desaparece en cuanto oigo el sonido de su espada al desenvainar. Imagino su rostro, las cejas tensas, los ojos y los oídos atentos, el arma en alto. Un murmullo de hojas que crujen. Una sola rama se parte en lo alto, a la derecha.

El más mínimo susurro de movimiento y la palma de una mano me golpea el pecho con tanta fuerza que el aire se me escapa de los pulmones en un jadeo.

Caigo al suelo de espaldas y el dolor me recorre la columna vertebral.

Oigo un gru?ido grave por encima de mí y el ta?ido del metal contra el metal. El silbido agudo de las armas que chocan entre sí.

—?Qué haces? —grita Nick, con la voz tensa.

—Metes a un sombrío en nuestros terrenos, lo traes a nuestra ceremonia sagrada, ?y me preguntas a mí qué hago?

?Sel!

La adrenalina me corre por las venas, junto con la voz de Nick y la regla número tres. ?Nunca dejes que Selwyn Kane te pille a solas. No debe averiguar lo que puedes hacer?.

Retrocedo a paso de cangrejo frenético y me ara?o las manos con la tierra y la grava.

Una mano ardiente me agarra el tobillo.

Un golpe, un gru?ido. La mano se suelta.

Unos dedos increíblemente fuertes se me clavan en el bíceps.

Duelen como dagas. Grito.

El golpe seco de la carne contra la carne. ?Un pu?etazo?

Sel me suelta.

Una respiración agitada encima de mí. Nick, entre nosotros. El corazón me atruena de pánico. ?Cuánto confío en él ahora que sé lo que Sel puede hacer?

—?No es ningún sombrío!

—Tres noches seguidas de interferencia con la Orden no son una coincidencia. Yo mismo la he encantado dos veces y aun así aquí está. Un uchel…

—Por Dios, Sel —protesta Nick—. ?Un uchel?

?Qué es eso? ?Otro demonio? Dicen la nueva palabra con una ?i? corta al principio, y una ?ch? gutural.

—Yo he decidido traer a Bree hoy. Es mi paje. Mía. Has jurado servir…

—Estoy cumpliendo con mi juramento. —El viento se levanta justo cuando el aroma de la magia de Sel me llega a la nariz. Hay un sonido tenso y rítmico, como el de un peque?o ciclón que comienza a girar.

—Sel —advierte Nick.

—Te ha subyugado —gru?e. La electricidad recorre mi nariz y mis mejillas. El viento se levanta y algo cruje. El ozono entra en el aire.

—No lo hagas.

—?Selwyn! —La voz de un hombre atraviesa el bosque y el ciclón se apaga de inmediato.

Unos pasos se acercan detrás de mí por el sendero. Son silenciosos y medidos, pero el pesado tono del hombre esconde una furia apenas contenida.

—No habrás convocado el éter contra mi hijo, ?verdad, mago del rey?

Otra pausa. Incluso en la oscuridad del encanto de Sel, la tensión en el aire me eriza el vello de los brazos.

—No, mi se?or.

?Mi se?or?

El doctor Martin Davis, el padre de Nick, se acerca y su colonia cae sobre mí como una rica y pesada capa.

—Menos mal. Porque, de ser así, esperaría que ese juramento tuyo te abriese un agujero en la garganta ahora mismo.

Es en parte una observación y en parte una advertencia. Sel también lo oye; en el silencio que sigue, noto cómo le rechinan los dientes.

—Sí, mi se?or.

—Nicholas. —La forma en que el doctor Davis pronuncia el nombre de Nick me indica la frecuencia con la que ve a su hijo.

—Papá.

—?Y hay quienes lo consideran más que un hombre, y sue?an que cayó del cielo?.

—Tennyson —dice Nick, con la voz tensa.

—En efecto.

La tensión y la distancia en sus voces hacen que me pregunte qué le pasó a su familia. ?Qué los destrozó?

A mi lado, el peso del cuerpo del hombre se desplaza en el camino.

—?Por piedad! ?Y quién es esta encantadora dama? —Sigo medio paralizada en el suelo, con la adrenalina retumbando por mi cuerpo. Unos dedos ligeros se me posan en el hombro—. ?Puedo ayudarte?

Asiento y desliza una mano bajo mi codo para tirar con suavidad hasta que me pongo de pie.

Otro par de manos me rodean el otro codo. Davis deja que su hijo me acerque a su lado.

—Esta es Briana Matthews, mi paje.

Davis inhala con brusquedad.

—?Tu paje? —La esperanza recorre su voz como una corriente silenciosa—. ?Significa eso que…?

—Una decisión de última hora.

Un chasquido y el silbido de la espada de Nick al enderezarse.

—Ah. —Tengo la sensación de que el padre de Nick está sopesando qué palabras usar, como si la frase equivocada pudiera hacer que su hijo saliera corriendo hacia el bosque. Al final, dice—: Estoy seguro de que sabes lo mucho que esto significa para mí. Y

para la Orden.

—Sí. —La resignación en la voz de Nick me pilla desprevenida y se me revuelve el estómago. Soy yo quien lo ha empujado hasta aquí. ?Soy la razón por la que su voz suena tan pesada? El orgullo y el temor se mezclan en la voz del hombre.

—Mi hijo ha reclamado su título y ha apadrinado a una paje, todo en una noche. Qué… inesperado. —Sus siguientes palabras se dirigen a mí—. No sé cómo o si eres responsable del cambio de opinión de mi hijo, pero, en ese caso, considérame eternamente agradecido. Estoy en deuda contigo, Briana. Bienvenida.

Una pausa. ?Debo responder?

Murmuro un silencioso ?gracias?.

David se aclara la garganta.

—Ahora, quiero una explicación de por qué os peleabais.

Nick no duda.

—Sel creyó percibir a un sombrío aquí en el bosque, pero se equivocó. Nuestro merlín nunca baja la guardia.

Contengo la respiración, a la espera del arrebato y la corrección de Sel. Sin embargo, no llega.

Davis está sorprendido.

—?Aquí? Los sombríos jamás se han atrevido a abrir una puerta en nuestra tierra, no con tantos legendborn bajo un mismo techo.

Selwyn, ?es cierto?

Silencio. Me pregunto por qué Sel no habla. Hace unos minutos se mostraba muy seguro y vehemente.

—Dependemos de tus sentidos, hijo. —Davis hace un sonido pensativo—. ?Se están volviendo imprevisibles tus habilidades, mago del rey?

Una pausa. La tersa respuesta de Sel llega a través de unos dientes apretados.

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