Legendborn (Legendborn #1)

—Siempre existe ese riesgo, lord Davis.

—Pareces descontento, chico. Como manda el Evangelio de Lucas, celebremos y alegrémonos del regreso de Nicholas, porque ?estaba perdido y ha sido hallado?. —Otra pausa en la que Sel podría rebatir la explicación de Nick, pero no lo hace—. Briana, debo disculparme tanto por mi hijo como por Selwyn. Son como el agua y el aceite desde que eran ni?os. —Asiento. Davis avanza satisfecho por el camino—. Procedamos a la capilla. No quiero hacer esperar a los demás. No en una noche como esta.

Nick me guía hacia adelante. No oigo a Sel decir ni hacer nada más. De hecho, los únicos pasos que percibo son los de Nick y los de su padre.





12

Cuando el encanto de Sel desaparece, recupero la vista de golpe.

Como si alguien encendiera la luz. Es tan confuso que, a mi lado, Greer cae al suelo sobres sus manos. Los cinco pajes de primer a?o volvemos a ver el mundo de rodillas y se mezcla el sonido con la vista: el agua que fluye sobre unas rocas cercanas, tal vez de un arroyo, en lo más profundo del bosque a nuestra derecha; la luna menguante que nos ilumina desde lo alto y ti?e las hojas verdes de plateado. Estamos arrodillados frente a un altar bajo y curvado que sobresale de la misma losa, con los rostros iluminados por la luz de las velas.

Hay ocho legendborn ante nosotros, dispuestos a lo largo del arco del círculo de piedra, con las capuchas levantadas. Cinco figuras nuevas con túnicas grises los flanquean a ambos lados, supongo que son los pajes veteranos. En el centro, espera un solo hombre con una túnica de color carmesí intenso ribeteada de oro y la capucha retirada lo suficiente como para verle la cara. El doctor Martin Davis. No, lord Martin Davis. Es casi igual a su retrato.

Davis se adelanta, con los brazos ocultos en las amplias mangas. Cuando habla, su voz es sonora y firme.

—Soy lord Martin Davis, virrey de la división Sur y sus territorios.

Cada uno de vosotros ha sido invitado por un legendborn que os considera dignos de ser iniciados como pajes. Los cinco os arrodilláis ante nosotros porque tenéis la chispa del potencial eterno.

La ?capilla? es una losa circular de piedra de color pizarra salpicada de brillantes fragmentos de plata en medio de un claro. La piedra parece vieja, desgastada y pesada, como una moneda arrojada por un gigante hace mucho tiempo. Los pinos conforman un grueso anillo alrededor del claro y nos encierran por todos lados sin que haya un camino claro por el que entrar o salir. No tengo ni idea de dónde estamos o en qué dirección se encuentra la logia.

Estamos aislados aquí, en una superficie redonda sin fin y a su merced para salir.

Todos mis instintos me gritan que corra. Un par de kilómetros y volveré a estar en el mundo real, donde no hay losas rituales, túnicas ni juramentos mágicos. Pero no es el mundo real, ?verdad?

Es solo la apariencia que la Orden se esfuerza por mantener mientras opera oculta, en los márgenes y en las sombras. No puedo huir. Quedarme e interpretar mi papel es la única manera de descubrir la verdad.

—Esta noche, en nuestra capilla, os comprometeréis con la Orden y su misión al prestar el Juramento de Lealtad. Nuestro trabajo pasa desapercibido y no se ve recompensado por las vidas a las que protegemos, por lo que no existe otro compromiso más sagrado. Pero, antes, una introducción.

Solo porque tenemos que levantar la vista para mirar a lord Davis, capto el movimiento por encima de su hombro. A diez metros de altura y escondido entre los árboles, la oscuridad se solidifica en una forma. Sin el crujido de una sola rama, una figura vestida de negro desciende en un arco largo y suave. Selwyn aterriza en cuclillas y los otros pajes se echan atrás alarmados. A mi lado, Whitty emite un sonido casi imperceptible de sorpresa.

Nick me contó que los otros pajes han sabido que la Orden existe durante casi toda su vida, pero solo la conocen de un modo abstracto. Solo por las historias. Se han entrenado para batallas que aún no han vivido y han aprendido sobre el éter que nunca han visto. Sin embargo, el conocimiento y la experiencia no son los mismo. No los culpo por sobresaltarse. Ese salto le habría roto las piernas a una persona normal y ninguno había detectado su presencia. Yo también me asustaría si fuera la primera vez que veo a Selwyn Kane.

El merlín se levanta en un solo movimiento, silencioso como una pantera y con los ojos igual de brillantes. La luz de las velas convierte el hilo plateado de los bordes de su túnica en algo vivo, una fina línea blanca que enmarca su rostro y un látigo de electricidad que le rodea las mu?ecas. Bajo la capucha, su pelo es tan negro que apenas lo distingo de la tela. Encaja en la noche como un depredador y, como tal, nos toma la medida. Cuando sus ojos dorados me encuentran, una frase de la infancia me viene a la mente sin esperarlo. ?Para verte mejor, querida?.

Ahora que sé lo que son los merlines, solo veo la arrogancia de Sel y, a través de él, la del otro merlín. El hombre que me robó los recuerdos. El soldado que tal vez me quitase a mi madre.

Debería seguir las reglas de Nick. Debería tener miedo. En lugar de eso, levanto la barbilla desde donde estoy arrodillada. Dejo que mis ojos destellen con desafío. Incluso un gesto como ese es un peligro, pero no me importa.

A Sel sí. Se le tensa la mandíbula y el éter flamea en las puntas de sus dedos, pero cuando lord Davis frunce el ce?o, sofoca las llamas dentro de los pu?os con fuerza. Hace una mueca ante mi sonrisa de satisfacción.

—La división Sur tiene la suerte de contar con Selwyn Kane como mago del rey. Los merlines son la primera de las muchas revelaciones que solo conocen los miembros juramentados de la Orden.

Con una se?al, Sel se acerca a un extremo del altar y adopta una postura militar.

La voz uniforme de Davis fluye como la de un predicador que dirige a su congregación.

—Esta noche repetiréis los antiguos votos que juraron los guerreros de la Edad Media. En aquellos tiempos, los hombres se comprometieron con un poder superior y una misión más grande, y dejaron atrás las mezquinas preocupaciones de las actividades terrenales. Del mismo modo, nuestra Orden está formada como un cuerpo político.

—Nuestros amigos vasallos y sus feudos contemporáneos son los miembros inferiores de la Orden. Sin ellos, no habríamos superado quince siglos de esta guerra, no habríamos avanzado desde la Edad Media hasta la modernidad. Los pajes son la mano izquierda; una vez juramentados, se les concederá la Visión para que sostengan el escudo mientras luchamos en las sombras. Los merlines son la mano derecha, la espada y los pu?os de la Orden.

Nuestros guardianes y armas contra la oscuridad. Los descendientes y sus escuderos legendborn son el corazón. El texto sagrado de sus líneas de sangre ha nutrido nuestra misión desde el principio. Los Regentes son la columna vertebral; dirigen nuestros ojos y energías a los asuntos urgentes a los que nos enfrentamos.

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