El grupo ya está a mitad de camino de la escalera curva y a punto de terminar las presentaciones cuando lo alcanzo.
—Hay espacios comunes y habitaciones privadas para residentes en la segunda planta —dice Felicity. Los rizos rojos se balancean detrás de ella mientras sube las escaleras ágilmente—.
También hay una sala de cine, con asientos para doce personas, y un bar.
Al tiempo que nos conduce por el balcón y el pasillo, estudio a los demás iniciados.
En total, hay cinco pajes nuevos, Greer, Whitty, otros dos chicos llamados Vaughn y Lewis, y yo. Vaughn, el paje de Fitz, es tan alto como Nick, pero ancho de pecho y de bíceps; los botones de su camisa de vestir azul pálido parecen a punto de saltar. Lewis, el paje de Felicity, es todo lo contrario, de complexión peque?a, delgado y un poco paliducho.
Cuando llegamos al final del pasillo, Felicity abre de un empujón un par de puertas pesadas.
—Esta es la biblioteca.
Las filas de estanterías están llenas de grandes tomos encuadernados en marrones y azules desgastados y cuero verde.
Unas solemnes y pesadas cortinas carmesí cubren las ventanas que se extienden en un arco gótico. En un lado de la sala, hay mesas de estudio rectangulares con verdes lámparas de banquero.
Al otro lado, tres sofás de cuero rodean una chimenea y una alta repisa.
Estudio la pared del fondo junto a Greer. Apenas presto atención a Felicity, que ahora enumera las muchas ventajas que reciben los miembros de la Orden de la Mesa Redonda en el campus. Es tan chispeante y hospitalaria que no me la imagino cazando un demonio. Aquí también hay cuadros. La pintura de un jinete cuelga entre dos ventanas y llega hasta el suelo. El centro de la espada que blande está manchado de sangre verde y negra, y sus brillantes ojos turquesa brillan bajo un casco medieval.
Hay una vitrina de cristal a la altura de la cintura sobre una mesa en la esquina del fondo. Contiene unos diarios andrajosos de aspecto delicado y peque?os artefactos de piedra y plata. No hay nada destacable en los objetos, salvo…
—?Qué narices es eso? —exclamo. A mi lado, Greer jadea.
Felicity y los demás se acercan al maletín para examinar lo que he encontrado, un par de bandas plateadas abolladas y encadenadas que descansan sobre un soporte de terciopelo negro.
En el cartelito informativo que hay debajo pone: ?Grilletes del merlín Jackson. Salem, Massachusetts. 1692?.
—Ah —dice Felicity, su comportamiento alegre se desmorona—.
Son esposas. Los merlines pueden encantarlas con éter para restringir a otros individuos.
—Te refieres a usuarios del éter ajenos a la Orden —dice Vaughn encogiéndose de hombros—. Brujas, diría yo. De los Juicios.
—?Los merlines usan esposas? —suelta Lewis al mismo tiempo que digo:
—?Los Juicios de las Brujas de Salem?
Vaughn pone los ojos en blanco y nos mira a los dos.
—Solo los merlines débiles necesitan herramientas y armas materiales. Los más poderosos son capaces de hacer construcciones de éter que son duras como el diamante.
—Es cierto —a?ade Felicity, deseosa de cambiar de tema—.
Nunca he visto a nuestro mago del rey usar armas de metal. Mi padre dice que las construcciones de Selwyn son las más fuertes que ha visto y fue escudero en la división Norte en los a?os setenta, cuando el merlín Jenkins ocupaba ese puesto.
Mientras los demás la siguen hasta la puerta, me quedo mirando el maletín y me estremezco por todo lo que se ha omitido en la conversación. Por qué se usaban las esposas al principio, por qué se exhiben ahora y, lo más inquietante, lo que implican en cuanto a los merlines y sus misiones.
No solo cazan demonios.
Cazan personas.
11
De vuelta en el gran salón, solo quedamos los pajes, desde primer a cuarto a?o. Todo el mundo está separado. No sé si ya ha comenzado la competición y cada uno mira por sí mismo o si solo están nerviosos. Esto Nick no lo sabía. No tuvo que pasar por ello.
La mayoría de los asistentes parecen estudiantes de segundo y tercero. Casi todos tienen pinta de atletas. Unos cuantos son altos y musculosos, como nadadores. Algunos recuerdan más bien a luchadores, anchos de hombros y caderas. Dos de los pajes parecen modelos de Ralph Lauren particularmente despiadados, con pechos anchísimos que les estiran los polos azules y salmón en las costuras.
Vaughn, el único que se apoya con despreocupación en una pared, me pilla observándolo. La mirada de soslayo de su rostro bronceado y el gui?o que me dedica me complican lo de interpretar el papel de corderito perdido, porque lo que más me apetece es fruncir el ce?o y ense?ar los dientes. Aparto la vista.
Hay una chica con mi complexión y el pelo corto y casta?o que palpita de tensión. Algunas de las otras chicas me recuerdan a Sarah: peque?as, con aspecto de bailarinas, los pies bien plantados y girados hacia fuera. Seguro que son rápidas y bastante fuertes.
Si las familias vasallas preparan a sus hijos como dice Nick, incluso un estudiante de primero entraría en la universidad con un mínimo entrenamiento en el uso de armas, aunque sin experiencia real en la caza de demonios. He presenciado dos ataques demoníacos, lo que me da un poco de ventaja sobre alguien que no ha visto ninguno, pero no puedo decirlo.
Nick no sabe nada del muro y la Bree de después, pero me dio la impresión de que pensaba que no me costaría fingir ignorancia.
Al fin y al cabo, le mentí a Sarah para entrar en la logia.
Me pregunto qué diría Alice.
Creo que diría que pretendo abarcar demasiado y que, si no me marcho ahora mismo, tal vez no pueda irme cuando las cosas empeoren.
De repente, las puertas dobles se abren y Tor entra en la habitación. Lleva un vestido azul regio drapeado que se ajusta a sus curvas y el pelo le cae en cascada sobre los hombros en ondas del color de los girasoles.
—Bienvenidos. Soy Victoria Morgan, legendborn y descendiente de la línea de Tristán, de tercer rango. —Hace una pausa para pedir un aplauso y los pajes de la sala se lo conceden. En lugar de aplaudir, me fijo en su brazalete azul. Es idéntico al de Sarah. Sarah apadrinó a Whitty, así que también es legendborn.
—Esta noche comienza el proceso anual de iniciación de nuestra sagrada Orden. —Su alegre mirada se detiene en mí durante un segundo, como si tratara de ubicarme. Abre los ojos de par en par al ver el sello de Nick—. Pajes, esta noche vais a pronunciar el Juramento de Lealtad. Si os considera dignos, os convertiréis oficialmente en miembros de la división Sur y se os concederá la Visión, es decir, la capacidad de ver el éter. Si no lo sois, seréis encantados y expulsados. Mientras tanto, ni una palabra hasta la ceremonia, ?de acuerdo? Seguidme.
En lugar de volver por donde ha venido, Victoria se abre paso entre la multitud hacia el fondo de la sala.
—?Tor? —dice Craig.
—?Sí, paje McMahon? —responde sin mirar mientras abre la puerta corredera del balcón para que entre el aire de la noche.
Nos echa un vistazo al resto y luego vuelve a mirarla.