Legendborn (Legendborn #1)

—Un merlín detectaría a un demonio a kilómetros de distancia.

Incluso así, la mayoría son isels incorpóreos. Visibles para alguien con la Visión, pero no lo bastante fuertes para causar da?o físico.

Las muertes de comunes son extremadamente raras porque son justo lo que los merlines están entrenados para prevenir. Eso y asegurar el Código. Si los comunes conocieran la verdad, cundiría el pánico y el caos, situaciones en las que los sombríos prosperan.

No, no tiene ningún sentido. —Se le oscurece la mirada—. A menos…

Una mano helada me oprime el corazón.

—?A menos que qué?

—A menos que la misión saliera mal y el Código se viera amenazado. Los merlines tienen permiso para hacer lo que sea necesario para mantener la guerra oculta.

Recuerdo la crueldad de Sel con el chico de la cantera. Cómo casi torturó al isel. La indiferencia que mostró ante mis heridas de anoche.

—?Qué pasaría si se hubiera interpuesto en su camino? ?O si hubiera fallado en la misión y quisiera cubrir sus huellas?

Cuando levanto la vista, la expresión de Nick es de asco.

Resurge un dolor antiguo. Y una pregunta.

Tal vez la única que importa. A la que conducen todas las demás.

La que lo cambia todo solo con pronunciarla.

—?Un merlín mataría a alguien?

No me mira a los ojos.

—No estoy…

—La verdad.

Por fin me mira y su voz es como el acero.

—No soy un mentiroso. No más allá del Código.

—?Lo haría?

Cierra los ojos. Asiente una vez.

Todo en mi interior arde. Es como un horno que ruge y da vueltas. Cuadro los hombros y me enderezo.

—Sé la fecha. La hora. El lugar. Si te digo qué aspecto tenía…

Extiende las manos.

—Hay cientos de merlines en todo el mundo. Aunque los conociera a todos, no me dirían nada. Todos han jurado servir al Alto Consejo de Regentes. Son quienes asignan las misiones a los merlines y ningún Regente hablará con un extra?o.

—Eres un legendborn. Habla con ellos en mi nombre.

Suelta un largo suspiro.

—Técnicamente, sí. ?En la práctica? No. Renuncié a mi título formal hace a?os, de manera muy pública. Cabreó a mucha gente.

Lo siento, Bree, no…

—?Me da igual! —grito y me acerco hasta que nuestras caras quedan a pocos centímetros de distancia—. Déjame aclararte una cosa. Mi madre está muerta y es posible que un merlín la haya matado. Como mínimo, ocultó los hechos. No me iré hasta que consiga respuestas. Si no vas a ayudarme, dime alguien que pueda.

Levanta ambas palmas.

—Te escucho. De verdad. Pero nunca te acercarás a los Regentes.

—?Porque no soy parte del club?

—La Orden tiene una jerarquía estricta; todo son títulos y rangos —explica con voz que pretende ser apaciguadora—. El título de legendborn es sacrosanto. Superan a los vasallos, los pajes, los feudatarios, los virreyes, los magos senescales, a todos. Los Regentes tienen todo el control a nivel funcional, pero, si un legendborn les demanda algo, están obligados por su juramento a cumplirlo. No responderán ante nadie inferior.

—?Así que tengo que pasar el resto de mi vida sin saber lo que pasó? —La derrota en el rostro de Nick me desespera.

?Cómo es posible que esté tan cerca de la verdad y, sin embargo, siga fuera de mi alcance? El miedo es un nudo que me aprieta la garganta, pero trago para evitarlo. Debe de haber una manera.

Fuera, la enorme puerta principal se abre de un golpe. Los dos nos quedamos paralizados. La voz de Sarah, luego otra. Varios pies que entran en el vestíbulo. Risas. Alguien dice: —?Bienvenidos!

Así sin más, me viene la solución. Un camino. Un propósito.

Como un rayo.

?Nuestra ni?a valiente?.

—?Por qué Sarah creyó que eras mi padrino?

Nick abre los ojos de par en par con un destello de miedo.

—Bree…

—Es la primera semana de clases. ?Están reclutando?

Nick dice que no. Luego lo repite. Pero no lo oigo; la idea ya corre por mis venas, caliente y embriagadora.

Si los Regentes no quieren hablar con nadie de fuera, no seré alguien de fuera.

—No es posible —protesta—. Y, aunque lo fuera, no hay nadie peor que tú para presentarse ante los Regentes.

Levanto una ceja.

—?Eso qué…?

—Escúchame. —Me agarra las manos y me obliga a mirarlo—.

Llevo toda mi vida en la Orden y nunca he oído hablar de nadie como tú. ?Una común que no ha pronunciado el juramento y es capaz de ver el éter y resistirse a cualquier conjuro? La mayor arma del Código de Silencio. Eso hará que los legendborn, la Orden y los Regentes te vean como una amenaza, una anomalía. Algo que debe ser contenido, incluso eliminado. Por no mencionar a los merlines. Son un ejército dedicado a hacer cumplir la ley de la Orden y Sel es uno de los más poderosos que ha habido en a?os.

Si se descubre que ha fallado en su puesto aquí, su cabeza y su futuro estarán en juego. Te denunciará a los Regentes en persona, ellos te llevarán a juicio, confirmarán lo que puedes hacer y luego te harán desaparecer. Ahora, por favor, tenemos que irnos antes de que…

—?No! —Retiro las manos y camino de espaldas hacia la puerta —. Es el momento perfecto. Lo único que tengo que hacer es salir y confirmar lo que Sarah ya cree saber. Entonces, me uniré a la Orden y me convertiré en legendborn. Fácil.

Nick me mira, incrédulo.

—Justo eso es la prueba de que no tienes ni idea de lo que hablas. Yo he nacido con un título, pero tú eres una forastera. Si te presento, solo serás una paje. Tendrías que competir contra todos los demás pajes para convertirte en legendborn. El torneo dura meses y está ama?ado. Es todo un montaje para favorecer a ciertas familias, a ciertos chicos.

—A chicos como tú, ?verdad? —Estoy ebria con la idea, la solución a todo. Muevo un pulgar por encima del hombro hacia los dos cuadros—. Tu ancestro fundó la pu?etera Orden. Eres la definición de un heredero.

Se ríe con amargura.

—Una herencia que he rechazado. Ni siquiera he visto nunca un torneo. Incluso si lo haces bien en las Pruebas, no hay garantía de que te elijan en la Selección. Los otros pajes han entrenado para luchar, han estudiado…

—Soy insistente —replico.

Una sonrisa irónica se dibuja en la comisura de la boca de Nick.

El corazón me retumba tan fuerte que estoy segura de que tiene que oírlo. Camina, me mira y echa a andar de nuevo. Se detiene.

—Digamos que lo hacemos. ?Y luego qué? ?Te unes, encuentras las pruebas que buscas y te largas? Esta gente no permite que los miembros se marchen sin más.

Una lucha en mi interior sigue librándose, pero la resolución la envuelve y la domina.

—Las últimas palabras que le dije a mi madre las pronuncié con rabia. —Se estremece como si hubiera tocado un nervio sensible—.

Si hay siquiera un uno por ciento de posibilidades de que… —Trago con fuerza—. Sea como sea, no pienso dejar que esa pelea sea el final. Si no me ayudas, encontraré otra forma.

Sus ojos buscan los míos. El tirón entre nosotros se acentúa.

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