Legendborn (Legendborn #1)

La web no cuenta mucho de las sociedades más allá de afirmar que existen y no hay casi nada sobre la Orden de la Mesa Redonda, salvo que no solo es la más antigua del campus, sino la sociedad secreta más antigua conocida del país.

Tengo que reconocer que los legendborn se lo han montado muy bien; su coartada es perfecta. Las fraternidades y las hermandades públicas anuncian sus actividades, organizan fiestas en las casas y tienen cuentas en las redes sociales, pero las sociedades secretas universitarias existen, sin más. No solo en las universidades, sino en el mundo. Hay una logia masónica a menos de diez minutos de la casa de mis padres. Alguien de fuera nunca esperaría saber qué hace una sociedad secreta, quiénes son sus miembros o cómo los reclutan. Por medio de un acuerdo tácito, todos aceptamos que no es información de dominio público.

?A lo mejor la Orden de la Mesa Redonda recluta a hechiceros llamados merlines y cazadores de demonios llamados legendborn?

Levanto la vista. Estoy rodeada de estudiantes que no tienen ni idea de que todos los días caminan entre dos mundos. Uno de clases, partidos de fútbol americano, asambleas estudiantiles y exámenes, y otro de sombríos, encantos, éter y demonios hambrientos que vienen de una dimensión infernal y que solo quieren devorarlos. Un isel podría sobrevolar la cabeza del profesor en la parte delantera de la sala de conferencias y alimentarse de su energía sin que nadie de aquí lo viera. Nadie salvo yo. Y ellos.

Después de clase, cruzo el campus y paso por el extremo noreste hasta la reserva forestal de Battle Park con la misión de encontrar una casa en la que he estado, pero que nunca he visto.



*

Cuando eres una persona negra que se ha criado en el Sur, es muy común verse en lugares antiguos que no se construyeron para ti.

Puede ser un edificio, un distrito histórico o una calle. Espacios pensados solo para blancos; simplemente te aguantas y sigues a lo tuyo.

A veces es muy obvio, como cuando te encuentras con una placa conmemorando a los ?chicos que vistieron de gris?, o con una bandera confederada que ondea en lo alto de una fachada.

Otras veces, es la fecha de un cartel la que te da la pista. ?Una excursión del instituto al Capitolio del Estado? ?Una magnífica arquitectura del renacimiento griego? ?Construida en 1840? Por supuesto, esa gente jamás pensó que me pasearía por estos pasillos al tiempo que me imagino a sus fantasmas intentando echarme a patadas.

Adquieres conciencia. Aprendes a escuchar el zumbido silencioso de la exclusión. Un sonido que dice: ?No construimos esto para ti. Lo construimos para nosotros. Es nuestro, no vuestro?.

La logia tiene un letrero en blanco y negro que lo marca como lugar histórico justo en las puertas abiertas.

?La mansión original se construyó en 1793?. El mismo a?o que Old East. Mi residencia es un edificio de antes de la guerra. No se construyó para alguien como yo, pero sin duda lo levanto gente parecida a mí. ?Y la logia?

Respiro hondo, ignoro el zumbido y subo por el largo camino de grava.

Después de una curva, lo veo.

El sitio es un pu?etero castillo medieval. El torreón de un hechicero oscuro, aislado sobre una colina en mitad de un bosque.

Cuatro torres circulares de piedra en cada esquina se elevan en puntos cónicos con banderas azules y blancas al estilo de los cuentos de hadas.

Al igual que el sendero que me condujo hasta aquí, está recubierto de una tenue y brillante capa de éter plateado.

No me había dado cuenta de que las volutas que se filtraban entre los árboles eran éter y no luz solar hasta que vi cómo se arremolinaban en el camino de entrada hasta la puerta. Cuando llego a los escalones de ladrillo, toco la capa iridiscente con una mano tentativa. Al atravesar el brillo con los dedos, siento un empujón desde las altas puertas dobles. Un rechazo insistente que me insta a marcharme. No es siniestro, pero sí intimidante. Una sutil advertencia que se desliza entre los pliegues del cerebro, como el mensaje de Selwyn.

?Vete?.

Mi mano remolonea dentro del encantamiento. El ya familiar aroma a clavo y a humo se precipita hacia mí. ?Cada conjuro usa el éter para cosas diferentes?. ?Significa eso que el olor es una especie de firma? Si es así, el olor potente de mis vendas tenía que ser el de William.

La firma de Selwyn es tan fuerte aquí que casi la saboreo, como el whiskey que Alice y yo robamos del minibar de mi padre el verano pasado. Clavos de canela. Una hoguera tenue en un bosque y el humo transportado por el viento invernal.

Tras unos golpes fuertes de la aldaba de bronce de la puerta, miro por última vez mi ropa. ?Qué se pone una para fisgar en una sociedad secreta? Me he decantado por la comodidad por encima de la moda: vaqueros, una camiseta deste?ida de La guerra de las galaxias y unas botas bajas. Llevo los rizos recogidos en un mo?o bonito, alto y abultado. Nada que me delate como espía.

La puerta se abre y aparece una chica con aspecto de duendecillo y el pelo corto y oscuro; lleva un vestido vaporoso y unos leggings. Sus ojos grandes y oscuros me analizan, y acto seguido recorren los escalones y el camino de la entrada, como si buscaran a otra persona.

—?Quién eres? —pregunta, sin ser borde.

—Soy Bree Matthews. Nick me dijo que nos viéramos aquí.





9

Una larga sucesión de emociones atraviesa el rostro de la chica.

Alarma, duda, curiosidad, esperanza.

—?Nick ha quedado contigo aquí? ?Esta noche?

—Sí. —A?ado un ce?o fruncido y confuso, y hago una mueca con el labio—. ?Pasa algo? Me dijo que…

La chica suelta un chillido.

—?No! No, claro que no pasa nada. Si Nick te lo ha dicho… ?Ay, Dios mío! ?Sí! —Se estremece como un ratoncillo. Me siento culpable y triunfante a la vez.

Cuando abre más la puerta para dejarme pasar, me fijo en una pulsera de seda azul que lleva en la mu?eca. En el centro de la tela, hay cosida una peque?a moneda de plata con un grabado.

—Lo que pasa es que has llegado un poco pronto —dice—.

Todavía no hay nadie. No puedo dejarte entrar en el gran salón sin tu padrino, pero tenemos una sala para recibir visitas. ?Por qué no esperas allí mientras llamo a Nick?

?Padrino?

—Me parece estupendo —digo, y la sigo al interior del vestíbulo.

Reconozco de inmediato el olor y la decoración, una mezcla de vivienda sure?a y refugio de monta?a, pero ahí termina toda sensación de familiaridad con la logia.

Nunca he visto nada tan grande en mi vida.

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