Sombríos. La palabra se queda dando vueltas en mi mente, pero estoy demasiado asustada para pararlo y pedirle una explicación.
—Nadie sabe dónde aparecerá una puerta, pero se agrupan en algunos lugares más que en otros y casi siempre se abren de noche. La mayoría de los sombríos que cruzan son invisibles e incorpóreos. Vienen a nuestro lado para alimentarse y amplificar las energías humanas negativas. El caos, el miedo, la ira. Esas emociones los sustentan y, si se vuelven lo bastante fuertes como para usar el éter, lo aprovecharán para volverse corpóreos, de modo que también podrán atacarnos en el plano físico. No cazamos a los demonios solo porque sí. No lo hacemos porque nos guste, digan lo que digan en otras divisiones. Lo hacemos para proteger a la humanidad. —Las yemas de sus dedos me dejan un rastro cálido en la piel. A medida que desprende las vendas con las manos, libera un olor potente y ácido a cítricos y a tierra húmeda.
Cuando bajo la vista, parece que me hayan salpicado la piel con ácido, pero no esta noche, sino más bien hace un par de semanas o incluso meses. Tiras de piel rosada y tierna trazan un recorrido desde la palma de la mano hasta el codo. La piel nueva es sensible; cuando me rodea un brazo con la mano y lo gira con cuidado para examinarme, noto los callos de haber pasado largas horas practicando con un arma.
—La saliva de los sabuesos infernales es lo bastante corrosiva para fundir el acero —explica—. He visto cómo unas pocas gotas quemaban un agujero a través de treinta centímetros de hormigón.
Tienes suerte de que William estuviera en casa. —Coloca el último trozo de gasa y el otro rollo suelto en la mesita de noche—. El resto se habrá curado por la ma?ana.
—?Cómo es posible?
—?De verdad vamos a hacer esto?
—Sí —susurro—. Por favor.
Resopla.
—Con este tipo de ignorancia es como se consigue que los pajes acaben heridos o muertos. Lo que viste en el cielo era una llama mística. Un subproducto del éter, un elemento del aire que solo algunas personas son capaces de ver y muchas menos pueden manipularlo. Los legendborn utilizan el éter para diferentes fines. Algunos crean constructos como armas, armaduras y escudos. William lo usa para acelerar la curación.
Otra vez ese nombre. Su sanador. Alguien que me ha ayudado a pesar de no conocerme. Una vergüenza repentina me asalta como una ola. Nick me rescató, se aseguró de que me trataban las heridas y yo he decidido enemistarme con él.
—Gracias —murmuro por fin—. Por ayudarme. Y dale las gracias a William.
Me mira de nuevo y nota el temblor de mis dedos. Su expresión se vuelve paciente y franca.
—Se lo diré. Aunque, si buscas un regalo de agradecimiento, aprecio la honestidad.
Me cuesta encontrar las palabras.
—Solo quería saber qué había visto. Qué es lo que veo —digo con un hilo de voz.
El recuerdo del otro merlín del hospital resurge e inmediatamente se torna amargo. La escena amenaza con tragarme delante de este desconocido. Necesito ese recuerdo. Y lo usaré. Pero no dejaré que me absorba. Ahora no. En vez de eso, fortalezco el muro y me envuelvo de los hechos más fáciles de procesar.
—Anoche, en la cantera de Eno, vi algo. Una luz que parpadeaba con la forma de una cosa voladora. Sel y Tor estaban allí. Sel nos hizo algo a unos chicos y a mí para que lo olvidáramos y nos fuéramos. Un encanto, supongo. Pero, después de un minuto, dejó de funcionar y me escondí. Entonces, Sel y Tor…
—Espera. —Nick levanta la mano—. Repite eso.
—Sel y Tor…
Agita la mano con impaciencia.
—No, antes de eso.
—?Sel me hizo algo para que me fuera y olvidara, pero después de un rato dejó de funcionar?
—Sí, esa parte. Imposible, joven paje. Los recuerdos encantados no regresan. —Se le refleja en la mirada una emoción que no consigo interpretar—. Créeme, lo sabría.
Me encojo de hombros y jugueteo con el borde de la sábana.
—Bueno, pues lo siento —digo e imito su tono condescendiente —, pero es lo que pasó, legendborn.
Nick me examina la cara. Me mira durante mucho tiempo y la habitación está tan silenciosa que estoy segura de que oye cómo se me aceleran los latidos del corazón. Me mira la boca, la barbilla y las manos que aún me tiemblan en el regazo. Toma aire con fuerza.
—Eres sincera, ?verdad? En todo. No eres una espía del Norte ni del Oeste.
—No.
—Pero, si has roto el encanto de Sel, entonces… —Se detiene, con los ojos abiertos como platos, y el color se le esfuma del rostro al darse cuenta de algo que a mí se me escapa.
Me levanto de sopetón mientras se me dispara la adrenalina.
—Entonces, ?qué?
—??Dónde está?!
Los dos nos sobresaltamos con el bramido; el grito retumba fuera de la habitación, por lo que parece un largo pasillo.
La atención de Nick se vuelve hacia la puerta y todo su cuerpo se tensa.
—Mierda.
Otro portazo. Unos pasos acelerados y una voz más calmada que intercepta a la primera.
—Sel, espera…
Nick alterna la mirada entre la puerta y yo.
—Escúchame bien. Al principio, asumí que eras de los nuestros, pero, si lo que dices es verdad y no lo eres, entonces, pase lo que pase cuando entre aquí, no dejes que Sel sepa que el encanto ha fallado. Lo intentará de nuevo y tienes que dejar que lo haga.
?Entendido?
Se oye otro portazo, esta vez más cerca.
—?No! ?Qué…?
—Necesito que confíes en mí —sisea Nick. Lo miro, sin palabras, y me sacude el hombro para que reaccione—. ?Lo has entendido?
—?Sí!
—Quédate aquí. —Sin decir nada más, corre hasta la puerta, la abre y la cierra después de salir.
No me quedo ahí.
Aparto las sábanas. Al otro lado de la habitación, mis deportivas reposan en un sillón de aspecto majestuoso. Voy directa hasta ellas y me las pongo, pero, cuando me incorporo, una oleada de mareos hace que me desplome sobre el cuero del asiento.
El tono frío y calculado de Sel me llega desde el otro lado de la puerta.
—El hijo pródigo ha vuelto. Y de qué manera. —Está muy cerca.
Demasiado cerca. Me fijo en la ventana abierta y me levanto del sillón para llegar hasta ella, a pesar de que el suelo amenaza con ondularse a cada paso—. ?Lo has matado al menos, Davis?
—Sí, lo he matado. —La voz de Nick es como un cable en tensión a punto de romperse—. ?Quieres inspeccionar la sangre de mi espada?
Sel no pierde el ritmo.
—A lo mejor, si no perdieras el tiempo en fingir que eres un común mientras dejas que los demás hagamos el trabajo sucio, sabrías que tendrías que haberme llamado de inmediato para encontrar la puerta y cerrarla. ?Acaso quieres que vengan más sabuesos infernales desde el otro lado?
Llego a la ventana y maldigo en silencio. Estoy a dos pisos de altura. Dondequiera que esté esta casa museo, está rodeada por un denso bosque. Incluso si me encontrase en la planta baja y me sintiera con fuerzas suficientes para salir, no tendría a donde ir.
—?Quieres que me pare en mitad de una batalla para mandar un mensaje? ?Cuáles son los emojis para sabueso infernal? ?Un perro y una llama?