Resoplo.
—?Sabia? Me metí en líos la primera noche aquí. No soy sabia.
—No es un rasgo que puedas adjudicarte ni renunciar a él por ti misma, me temo.
—Supongo.
Me sorprende la facilidad con la que se me escapa el acento.
Hablar con ella me provoca una sensación de familiaridad. Como en casa. Me recuerda a las reuniones, las patatas fritas y la ensalada de patatas en las mesas de pícnic detrás de la iglesia. No me he sentido así ni he dejado que mi boca se moviera así desde que llegué a la UNC.
Me siento y me ofrece la mano. Cuando nuestras palmas se tocan, un zumbido bajo y constante de electricidad me sube por el brazo hasta el codo. No se parece en nada a la mirada de Sel. Es cálido, como la sidra de Navidad. Como el sirope caliente en las tortitas.
—Encantada de conocerte, Bree. —Se ha abstenido de soltar ningún tópico. Una adulta que sin duda sabe que mi madre está muerta. No me lo creo.
Tartamudeo:
—Lo mismo digo, se?ora.
—Por favor, llámame Patricia. Doctora Hartwood, si lo prefieres, pero no me va lo de ?se?ora?. —Agita la mano con desprecio—.
Guárdatelo para las tías que lo exigen.
Me río y me devuelve la sonrisa. No he estado con una tía así desde el funeral de mi madre.
—Entonces, ?eres mi loquera?
—Psicóloga, consejera, terapeuta. Son los términos que prefiero. Llevas unos días viviendo en el campus. ?Qué te parece?
?Demonios. éter. Caballeros. Deberes. Un chico que me pone nerviosa?.
—No está mal.
—Ajá. —Los ojos marrones de Patricia se me clavan en el cráneo, como un taladro cubierto de terciopelo—. ?Amigos?
—Vine con mi amiga Alice, pero hemos tenido un comienzo un poco accidentado.
Asiente con sabiduría.
—Es común en los estudiantes que se alojan con amigos del instituto. Muchos descubren que el nuevo ambiente supone un desafío para las viejas relaciones.
—Menudo eufemismo. He conocido a algunas personas en clases y eventos.
?Por ejemplo, en rituales feudales secretos, lo normal?.
—Háblame de Alice.
?Sería muy grosero decirle que solo he venido para averiguar lo que sabe?
—Somos mejores amigas desde que peque?as. Nos presentamos juntas al Programa de Admisión Temprana. Salimos del campus para una especie de fiesta en la cantera de Eno, que supongo que ya conoces, y nos metimos en un lío. Nos peleamos por ello. Dejamos de hablarnos, pero creo que anoche nos reconciliamos. Más o menos. Todavía estoy un poco enfadada porque llamase a mi padre, aunque en cierto modo lo entiendo.
Levanta las cejas apenas una fracción.
—?Eras consciente de que ir a la cantera iba contra las reglas?
Se me ocurre una idea y me pongo firme.
—?Informarás a mi padre de lo que hablemos?
Niega con la cabeza.
—Todo es confidencial. A menos que expreses el deseo de herirte a ti misma o a otros, o que describas un abuso, ya sea pasado o en curso. En esos casos, estoy obligada a presentar un informe a la policía universitaria.
—Vale —digo—. En ese caso, sí. Sabía que iba contra las reglas.
—?Hizo que te lo pensaras dos veces?
—En ese momento, no.
—Fuiste de todos modos. ?Por qué crees que lo hiciste?
—Estaba disgustada. Solo quería ir a algún sitio. Hacer algo.
—?Qué tipo de algo?
Aunque no quiero responder, pienso en la inquietud que sentía en el acantilado antes de que Sel me encontrara. La presión bajo la piel. El deseo de explotar.
—No lo sé.
—Ajá. —Patricia no me cree. Me recuerda a mi madre en ese sentido. Hubo una razón por la que presenté la solicitud de la UNC
a sus espaldas. Si se lo hubiera preguntado y se hubiera negado, habría visto el desafío en mi cara—. Cambiemos de tema.
—Me parece bien.
—Me gustaría hablar de tu madre.
Siento un revoloteo de pánico ansioso en el estómago y en el fondo de la garganta.
—Mi padre me dijo que la conocías.
—Así es —dice con calidez—. No muy bien, pero me gustaba.
De repente, me cuesta tragar. Creía que quería que me hablara de mi madre. ?Por qué ahora me siento mal?
—Ah.
—?Sabes por qué te he pedido que nos viéramos aquí, Bree?
La pregunta me pilla por sorpresa.
—No, la verdad es que no. ?Es una pregunta trampa?
Al parecer, mi respuesta la pilla a ella por sorpresa, porque parpadea y se echa atrás.
—En estos jardines abunda la energía raíz. ?No eres una visana como tu madre?
19
Asombro, miedo, esperanza. Las emociones batallan en mi estómago.
—?Qué es una visana? —por primera vez, Patricia parece inquieta.
—El arte vivo es como se denomina a la rama del arte raíz que practicaba tu madre. El tipo de energía que manipulaba se encuentra en las cosas que crecen, las plantas, las hierbas, los árboles. Como estudiante, se pasaba horas en estos jardines y… — Frunce el ce?o con compasión—. Lo siento mucho, Bree. Creía que este lugar te sería reconfortante y familiar. Creía que lo sabías.
Casi me caigo del banco. ?Cuántas veces en una semana puede el mundo romperse y recomponerse? ?Diez? ?Veinte? La Bree de después empuja los muros que la contienen. La sorpresa, los secretos y otro momento más que hunde mi mundo un poco más. La piel me arde. Cierro los ojos y lo retraigo todo antes de que el pánico me robe los sentidos.
—?Mi madre manipulaba la energía?
—Sí.
Las preguntas caen en cadena como fichas de dominó.
—?Qué tipo de energía? ?Qué es el arte raíz?
?Es que aquí todo el mundo tiene secretos?
Patricia recupera la compostura. Se da toquecitos en el labio inferior con una u?a pulida y pasea la mirada mientras piensa.
—No sé si debería decirte nada más.
De repente, siento tanta impaciencia e indignación que tengo ganas de sacudirla hasta que se le caigan las respuestas. Quiero gritarle hasta que comparta lo que sabe. Aprieto los dientes.
—?Por qué no?
Duda, pero me mira a los ojos.
—No sé si me corresponde.
—?Por qué? ?Te pidió mi madre que me lo ocultaras? —Se me ocurre algo—. ?Te lo pidió mi padre?
Extiende las manos sobre la falda.
—No conocía a Faye muy bien y no seguimos en contacto después de la graduación. Ni siquiera sabía que tenía una hija hasta que tu padre me llamó hoy, ni que había fallecido. Dudo que tu padre sepa nada de esto. La mayoría de las veces, el arte pasa de madre a hija.
—?Cómo dices? —Me pongo en pie.
—Bree, me gustaría que te calmaras.
—?Cómo voy a calmarme? Mi madre tenía una vida secreta y nunca me lo dijo. ?Por qué no me lo dijo?
—No sé por qué Faye tomó las decisiones que tomó. Cuando los seres queridos mueren, siempre quedan preguntas pendientes y solo podemos adivinar las respuestas.
La confusión y la rabia me inundan en un torrente caliente.
—?Y las preguntas siempre tienen que ver con la magia?
—No lo llamamos magia.
—?Llamamos? —Aprieto los pu?os en los costados—. ?Acabo de conocerte y ahora hablas en plural? ?Quiénes? ?Mi madre y tú?