—?Bree? —pregunta Alice y me aleja de mis pensamientos—.
?Noche italiana?
—Sabes qué es la noche italiana —digo y me incorporo.
Recupero el teléfono, porque al parecer estoy decidida a hacer el ridículo—. Espaguetis húmedos demasiado cocidos y con salsa demasiado líquida. Una lasa?a triste que lleva dos horas en un calientaplatos.
—Pasta triste o el comedor del campus. ?Qué prefieres?
Tenemos el tragaluz de la habitación del último piso abierto. Los gritos y vítores de la gente que está de fiesta la noche del miércoles nos llegan desde la acera de abajo. Según Charlotte, que se ha pasado por nuestra habitación al salir, ?la noche del miércoles es la nueva noche del jueves y ya nadie sale los viernes?.
—De todos modos, no puedo ir —murmuro y se me revuelve el estómago al contar otra mentira—. El grupo que mencioné organiza una cena esta noche.
Al otro lado de la habitación, Alice se incorpora.
—?Cómo se llama el grupo?
Estoy preparada para la pregunta y mantengo la voz lo más calmada posible.
—Es una de las sociedades secretas.
Abre los ojos como platos.
—?He oído hablar de ellas! ?Puedes decirme cuál?
—No, lo siento —digo. ?Lo siento mucho, Alice?.
Hace un mohín.
—Esperaba que me seleccionaran en la Orden del Vellocino de Oro, pero alguien me dijo que no quieren críos del Programa de Admisión Temprana. Si no lo consigo, me meteré en DiPhi.
DiPhi es la sociedad de debate más antigua de la UNC. Si Alice se une, las dos estaremos en organizaciones históricas de estudiantes. La única diferencia es que ella incluiría la membresía en el currículum.
Mentirle después de lo de anoche y lo de esta ma?ana me hace sentir como una completa imbécil. ?Quizá por eso Sel es como es?
Enfadado, malhumorado y desconfiado. Tal vez sea otra de las razones por las que Nick no quiere involucrarse con la Orden. Las mentiras, la tensión de estar en el campus y vivir dos vidas diferentes. Suspiro.
—Nick dice que tengo que mantenerlo en secreto, mantenerlo a salvo.
—?Acabas de citarme El se?or de los anillos?
—No. —Sonrío—. He citado La comunidad del anillo.
Su cara adopta una expresión socarrona.
—?Por qué dices su nombre así?
—?El nombre de quién cómo?
Curva las comisuras de la boca.
—Se te pone la voz rara cuando dices ?Nick?. Es la misma forma en que decías el nombre de Scott Finley.
—No decía el nombre de Scott de ninguna manera en particular.
—No es justo que me haga esto. Tenía once a?os cuando me colgué de Scott Finley, el jugador de béisbol.
Las mejores amigas saben demasiado.
Alice me se?al con gesto acusador.
—?Mentira! ?Mentira cochina! —El corazón se me encoje, aunque sé que está de broma. Se apresura a apoyarse en el borde de mi cama—. ?Cómo es Nick?
Solo hemos vuelto a hablar de verdad, como mejores amigas, desde esta ma?ana, pero la calidez que desprenden sus ojos marrones me llena por dentro de una manera que no sabía cuánto necesitaba. Entre los secretos y las mentiras de mi madre que han empezado a acumularse desde la sesión con Patricia y los recuerdos de la noche anterior que me vienen como una pesadilla cada dos horas, sentarme con mi mejor amiga y hablar de un chico guapo es de lo más refrescante. Es fácil. No como el resto de cosas en mi vida ahora mismo.
Aun así, siento que me arden las mejillas.
—Rubio, ojos azules y…
—?Y? —apremia y agita la mano pidiéndome más. La risa se me escapa en una ráfaga liberadora. Dios, qué agradable.
Las palabras me salen a borbotones antes de darme tiempo a pensarlas bien.
—Y parece un gladiador. ?Como esos tíos que no deberían estar buenos pero lo están que salen en las vasijas de cerámica de la antigua Grecia? Alto, atlético. —El recuerdo de Nick al dirigirme a un lugar seguro con la espada, la mirada endurecida por el miedo y la concentración—. Heroico.
Alice suelta un chillido y se tumba de costado.
—?A eso me refería! Aunque los gladiadores son romanos.
Le pincho las rodillas con el dedo del pie.
—?Y tú? ?Alguna se?orita que te haya llamado la atención?
Me da un golpe en el pie.
—Buen intento, pero las evasivas no funcionan conmigo. Soy inmune. Hablemos de que estás pillada de tu mentor. La persona que debe ense?ártelo todo en la universidad y darte clases particulares sobre cómo alcanzar el éxito después de tu breve descenso a la delincuencia.
—No estoy pillada. Acabo de conocerlo.
—Bree. —Me agarra los tobillos con ambas manos. Con una expresión de falsa solemnidad, declara—: Es de libro. La típica de una serie de televisión en la que todo el mundo tiene el pelo perfecto y es demasiado mayor para interpretar a adolescentes.
Ahora mismo, eres una comedia romántica con patas.
—Alice. —Pataleo hasta que me suelta y se levanta de un salto con una sonrisa.
—He quedado con Teresa —dice mientras camina hacia atrás y me se?ala—, pero, cuando vuelvas esta noche, ?me contarás todo, Briana Matthews!
Sonrío, aunque no se lo contaré. Nunca. No si quiero mantenerla a salvo.
20
Cuando llamo a la puerta de la logia por la tarde, Evan es quien abre la puerta.
Una sonrisa se extiende en la cara del pelirrojo.
—?Mira quién es! La paje que por fin ha sacado a nuestro caballero errante de su largo letargo.
—?Caballero errante? —Se aparta y entro mientras sacudo el paraguas. Ha empezado a lloviznar mientras venía.
—Exacto —dice, me quita el paraguas y lo deja en el soporte de bronce del vestíbulo—. Así llamaban antes a los caballeros que iban por libre y se dedicaban a vagar solos por ahí.
—?Y ese es Nick?
Sonríe con desenfado.
—Ya no.
—Evan, estás en una fraternidad por el día y eres escudero de una antigua orden por la noche. ?Cómo lo haces?
—Con magia —dice y hace una reverencia con una floritura.
Me río, pero luego pienso en Alice y en mi vida dividida.
—No, en serio. ?Cómo le mientes a Charlotte todos los días sobre quién eres y qué haces?
Gui?a un ojo.
—Las mentiras son fáciles cuando se lucha por la causa correcta.
—Ajá. —Considero mis propias mentiras y mi causa, y pienso en la persona que le miente a Evan y a toda la división en mi nombre —. ?Sabes si el caballero errante está aquí?
—?Quién es el caballero errante? —Una voz divertida interviene desde lo alto de las escaleras.
—?Ahí lo tienes!
Nick fulmina a Evan en broma desde donde está apoyado en la barandilla del balcón.
—Deja de acosar a mi paje, Ev.
Evan retrocede, con las manos en alto.
—Por supuesto, mi se?or.
Nick gimotea.
—Por lo que más quieras, deja esa gilipollez de ?mi se?or?.
Bree, sube. Evan, quieto.