Doblo una esquina en un saliente y observo el caos que se extiende a mis pies.
Rhaz hablaba en serio; había llamado a sus hermanos, que ahora cumplen sus órdenes y se enfrentan a los descendientes y escuderos que han llegado a la cueva antes que yo.
Tor y Sarah recorren la sala como estelas de éter plateado mientras disparan flechas a los sabuesos y zorros infernales desde todos los ángulos.
Felicity y Russ están en el suelo y cada uno se enfrenta a un enorme oso verde.
Pete y Greer están espalda con espalda y contienen a una manada de sabuesos que se les acercan por todos lados. Dos leones brillantes acorralan a un sabueso y le clavan los colmillos en la grupa y la garganta.
Vaughn se enfrenta a un zorro y lo mantiene a raya.
En medio de todo, en una peque?a isla rodeada de aguas negras, está Nick. De rodillas por el esfuerzo de resistir la llamada de Arturo.
El corazón me salta a la garganta al verlo, ara?ado y ensangrentado, pero vivo. Encima de Nick, su padre lanza estocadas a los diablillos que los rodean y a duras penas consigue mantenerlos a raya. Hay demasiados demonios. Fuera lo que fuera lo que Davis tenía en mente, el goruchel nunca formó parte del plan.
Detrás de ellos, una espada brillante sobresale inclinada de una roca. Incluso a esta distancia, el diamante de Arturo reluce en el pomo.
Excálibur.
Me lanzo desde el saliente hacia la pared curvada de la cueva y me deslizo hacia abajo por la roca tallada. Aterrizo en el suelo con una sacudida y desenvaino la espada para la batalla. Muevo el tobillo. Creo que tengo un esguince, pero no está roto.
Me uno a Felicity contra el oso. Lo inmoviliza mientras yo lo apu?alo en el pecho. Se lanza al lomo del oso de Russ y yo doy una estocada al brazo de la criatura hasta que retrocede y caemos hacia atrás. Russ lo agarra por el medio y lo estampa en la pared de roca con tanta fuerza que toda la caverna tiembla. Los escombros nos caen encima desde el techo.
—?Intentad no echar abajo la pu?etera cueva! —grita Whitty desde donde se enfrenta a un zorro infernal en un rincón. Lo despacha en un segundo y se vuelve a mirarnos con una sonrisa.
Su cuerpo convulsiona y se queda rígido. Deja caer las dagas.
—?Whitty?
Tiene los ojos muy abiertos y ausentes. El pecho se le inclina hacia delante. Arrastra los dedos de los pies por el suelo, como si lo levantara…
La mano que tiene enterrada en la espalda.
—?WHITTY! —aúllo, congelada donde estoy.
La lucha se desata a nuestro alrededor. Estamos abrumados. El demonio que antes era Evan le da una patada a parte superior de la columna vertebral de Whitty para sacar la mano. Mi amigo cae hacia delante y se desploma en el suelo de la cueva con un golpe seco y la cabeza torcida en mi dirección.
El corazón se me para, pero busco vida. No la encuentro.
Los ojos de mi amigo miran sin ver. Su hombro se tuerce en un ángulo imposible. Tiene la chaqueta de camuflaje manchada de sangre, la mandíbula desencajada.
Nadie ha visto morir a Whitty excepto yo.
Debería haber adivinado que la caída no serviría para matar a un demonio mayor. Debería haberlo sabido.
Rhaz me se?ala con una garra ensangrentada.
—?Eso no ha estado nada bien, Bree! Mira lo que has hecho.
Dos costillas negras le sobresalen del pecho y la sangre verde le rezuma por la camiseta. No le importa.
Echo a correr y grito; soy una flecha de puro odio. Voy a matarlo.
Voy a hacerlo pedazos.
—Les ordenaré a estar bestias que los maten a todos —ruge y me detiene—, a menor que le digas a Nick que acepte la llamada de Arturo y saque la espada.
Una oleada de ira y miedo me invade y se enfrenta en mi pecho.
A mi alrededor, resuena el estruendo de las armas de éter sobre las duras pieles de los isels. El rugido y el grito de las batallas.
—No.
Rhaz sisea.
—Como quieras.
Se lanza hacia delante y me arranca la espada de la mano. Me retuerce el brazo con tanta fuerza que grito y veo manchas. Grita algo extra?o e ininteligible en el lenguaje de los demonios. De inmediato, todas las bestias infernales se detienen. Los legendborn hacen lo mismo. Aturdidos. Cada vez que intento moverme, el uchel aprieta más fuerte, hasta que me falta el aire.
—?Nicholas! —grita Rhaz.
Nick y su padre se vuelven a la vez, sorprendidos, hacia el fondo de la cueva. Davis está boquiabierto, pero agotado y de rodillas, Nick asimila la escena en una mirada, el goruchel con aspecto humano. El cuerpo desmadejado de Whitty. Yo en los brazos del demonio.
—?Bree!
—?Toma la espada, Nicholas!
—?No! —consigo gritar—. ?Acabará con las líneas!
Las manos de Nick se convierten en pu?os.
—Si la matas —dice, con los ojos como el fuego—, ?jamás tocaré esa hoja!
—Debes de pensar que voy de farol —dice Rhaz y en un parpadeo desaparece.
No se ha ido. Agarra a Russ por el cuello. Lo levanta en alto y lo lanza como una pelota contra un muro de piedra.
Ha sucedido tan rápido que ni siquiera ha tenido oportunidad de gritar. Vemos cómo su cuerpo cae desde seis metros de altura en un montón arrugado.
Felicity se desga?ita y se lanza contra Rhaz; Tor y Sar la alcanzan primero, pero hacen falta ellas dos, Vaughn y Greer para sujetarla.
Antes de que me mueva, Rhaz me sostiene de nuevo por la cintura.
—?Deja que Arturo te llame, Nick! O la partiré en dos.
Una daga blanquiazul lo golpea en la garganta.
Se lleva los dedos al mango de la cuchilla. Hace un sonido y se lanza de cara al agua.
Con un chillido desgarrador, un enorme búho real irrumpe en la cueva desde un túnel. Rápido y silencioso, se funde con la forma de un hombre mientras aterriza en el suelo.
Una forma que reconozco de inmediato, Selwyn Kane, merlín y mago del rey de la división Sur.
Un hechicero con la capacidad de cambiar de forma.
Sel se levanta, con los ojos llameantes, y se acerca al foso.
Levanta a Rhaz por el cuello; la sangre gotea del demonio y ti?e el agua del color de la podredumbre. Sel inspecciona el cuerpo inmóvil, deja escapar un gru?ido bajo entre los dientes apretados, y lo deja caer.
Las criaturas infernales aúllan y chasquean las mandíbulas, pero sin Rhaz para darles órdenes, no hacen ningún movimiento.
Felicity se libera y corre hacia el cuerpo de Russ, con lágrimas en la cara.
Los sollozos resuenan por toda la caverna, fuertes, dolorosos y rotos.
Es justo la distracción que Rhaz necesitaba.
Vivo y furioso, salta fuera del foso y a la espalda de Sel. Ruedan una y otra vez por el agua, un borrón de miembros, golpes y gru?idos.
De repente, el demonio tiene ambas manos alrededor de la garganta de Sel. El mago del rey ara?a los dedos para respirar y lo patea.
Corro, pero Tor y Sarah me adelantan. Rhaz es demasiado rápido; las ve acercarse.
Le retuerce el cuello a Sel justo en el momento en que levanta la rodilla; un chasquido, sangre y el cuerpo inerte del merlín se hunde en el agua.
El grito de Nick retumba por todas partes, un sonido de pura agonía. Se retuerce bajo el peso de la llamada de Arturo. Está perdiendo la batalla.
Rhaz sonríe.