Legendborn (Legendborn #1)

50

Felicity nos explica que hay una entrada a los túneles no muy lejos de la casa de Davis, dado que es una propiedad familiar de la línea de Arturo. Supone que por ahí es como Nick y Davis habrán entrado en la cueva. No tenemos tiempo para ir tan lejos, pero no lo necesitamos.

Debí saber que los fundadores de la Orden buscarían una entrada cerca; aun así, jamás habría adivinado que la puerta a los túneles sería el mismo Muro de las Edades.

—?Ha estado aquí todo el tiempo? —exclama Russ, molesto porque su descendiente le haya ocultado algo.

Felicity pone una mueca.

—?Lo siento, Russy! Todas las familias de descendientes han jurado guardar el secreto. Es una medida de seguridad, por si alguien intenta entrar.

él farfulla entre dientes y ella lo abraza; las armaduras tintinean cuando se tocan.

Los fundadores no se andaban con bromas. No solo mantuvieron la entrada en secreto en las narices de todo el mundo en el sótano, sino que hace falta sangre real de los descendientes de al menos tres líneas para abrir la puerta.

El grupo que se dirige a los túneles se aparta mientras Felicity, William y Fitz se adelantan para hacer los honores.

William les pincha con una peque?a aguja los pulgares. Con dedos nervioso, agarro la espada que llevo atada a la espalda.

Tocar la solidez del pomo y la empu?adura forrada de cuero me ayuda. He elegido una hoja ligera, afilada y bien equilibrada.

Todavía temo cortarme el brazo por accidente. La idea, vívida y violenta, basta para despertar a mi abuela.

Se agita dentro de mí, en lo que parece una mecedora.

—??Por fin nos ponemos en marcha??.

—Increíble —murmuro. Evan me mira extra?ado, así que le respondo con una sonrisa y se?alo la pared que tenemos delante—.

Es impresionante, ?verdad?

Asiente con la cabeza y se concentra en los descendientes.

??Has encontrado ya a la antigua madre, abuela Charles??, pregunto con el pensamiento. Ahora me vendrían bien unas de esas llamas rojas.

?Los jóvenes nunca escuchan —murmura y refunfu?a tan fuerte que me vibran los oídos desde dentro—. No la encuentro. Ella viene a ti. Y no, no ha llegado todavía. Sospecho que vendrá en breve?.

Ni siquiera me molesto en responder, por miedo a decir lo que no debo y que encuentre la manera de abofetearme.

Los tres descendientes se inclinan al unísono y frotan los pulgares en los nombres de sus líneas talladas en el Muro. Al hacerlo, las líneas cobran vida y la luz las recorre hasta la cima del Muro en tres colores distintos, el rojo de Lamorak, el verde de Gawain y el naranja intenso de Bors. Justo cuando alcanzan las piedras preciosas de la cima, un fuerte chirrido sacude la sala, las mesas y los archivos de su interior.

—?Joder! —dice Russ, la irritación ahora sustituida por un regocijo no reprimido—. ?Joder!

Retrocedemos mientras los engranajes ocultos, que todavía funcionan a pesar de tener varios siglos de antigüedad, tiran de la puerta hacia dentro, centímetro a centímetro. Una ráfaga de aire viciado y húmedo se cuela en la habitación y nos tapamos la nariz; el pasaje que hay al otro lado estará lleno de moho y podredumbre.

Lo saboreo en el fondo de la garganta. Hasta mi abuela retrocede.

Justo cuando la puerta se detiene con un chirrido y un eco, la que tenemos detrás se abre y Tor y Sarah entran.

—Nosotras también vamos —dice Tor con una voz sorprendentemente fuerte.

—?Ah, no, de eso nada! —William las se?ala con un dedo—.

Debería haberle dicho a Whitty que os noqueara a las dos.

—Cállate, Will —dice Tor, a pesar de que se mueve con rigidez y la respiración le sale por la boca en exhalaciones entrecortadas—.

No tardaré en curarme. Necesitan más potencia de fuego.

—?He dicho que no!

Tor llega hasta el grupo y se apoya en un armario para contemplar la penumbra más allá del Muro. El túnel no tiene iluminación instalada, así que solo alcanzamos a ver lo que revelan los fluorescentes de la sala. Un suelo de tierra negra como el carbón, liso por el polvo distribuido por el viento. Un camino de unos dos metros de ancho que desaparece a tres metros de distancia.

No hay techo, como si el muro marcara el límite entre los cimientos de la logia y el paso a otro mundo. Un mundo más antiguo. Uno profundo, peligroso y mucho más cercano al plano de los demonios.

Más allá del Muro, en la oscuridad total, estaremos en su corte, no en la nuestra.

Lo peor es que, unos centímetros antes de que la luz se debilite, se distingue una antecámara redonda que termina en seis aberturas. La primera ramificación de la red. William pasa la mano por la espalda de Tor para evaluar su estado con un profundo ce?o fruncido.

—La impaciencia es un rasgo de personalidad heredado en tu línea —murmura—. Por suerte para ti, también lo es la rapidez del metabolismo del éter. Estarás curada en menos de una hora, desagradecida.

Tor sonríe.

—Te lo dije.

—Está bien. ?Escuchadme todos! —Felicity llama nuestra atención, de espaldas al túnel para ver nuestras caras.

—?Oye! —protesta Tor y cojea hacia ella—. He llegado y soy la tercera en rango. Informar a las tropas es cosa mía.

Felicity la fulmina con la mirada. Tengo que concederle a Tor que solo mantiene su postura un instante antes de ceder y hacerse a un lado.

—La buena noticia es que, según las historias de mi padre, hay un mapa de la red de túneles que nos mostrará el camino más directo a la cueva. La mala noticia es que no sabemos dónde está ese mapa. —Los gemidos resuenan por el túnel—. Sin embargo, como todos los caminos terminan allí, dividiremos el grupo en cuatro. —Mira a Tor y a Sarah—. En cinco.

William camina entre nosotros y nos reparte linternas negras de mano.

Somos impares, así que me ponen en un grupo de tres con Fitz y Evan. Vaughn y Whitty aceptan unir fuerzas y dejar que el resto de las parejas vinculadas trabajen juntas.

—Abajo no habrá cobertura, así que los móviles no sirven de nada. Recordad que el centro del campus está a la izquierda, y con suerte acabaremos todos en la cueva. Si llegas primero, por favor, intentad razonar con lord Davis. —Antes de usar las armas, quiere decir—. No obstante, estad en guardia. Podría abrir una puerta para terminar de obligar a Nick a defenderse.

Las parejas avanzan de una en una. Evan, Fitz y yo entramos los últimos. Justo cuando damos un paso adelante, William me agarra del brazo.

—No tienes por qué hacerlo, ?sabes? —dice con seriedad; sus ojos grises buscan los míos. Mira al interior de la cueva y vuelve a mí. La preocupación que me transmite es tan genuina que me duele —. No es tu guerra.

?No es tu guerra?. Pensé algo similar la última vez que estuve aquí, cuando pensaba abandonar el mundo de los legendborn para siempre.

—No busco la guerra —respondo—. Busco que la gente a la que quiero esté a salvo.

—Esperaba que dijeras algo así.

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