Lord Davis ladea un sombrero imaginario.
—Creo que tengo que darte las gracias por esa noche. La llegada inesperada de Nick hizo que todo fuera un poco más dramático de lo que había planeado, pero serviste para cumplir un gran propósito. Verte herida y verme caer ante el uchel. —Mete las manos en los bolsillos y chasquea la lengua—. Fue un comienzo fuerte, pero todavía tenía que abrir puertas en otras divisiones para que todas las líneas estuvieran en riesgo. Ahora solo quedan dos por despertar.
—Pones en peligro a tu propio hijo —digo—. A todas las líneas.
Si Nick cae…
—Nick no caerá. Lo he entrenado demasiado bien para eso. Es un líder nato y no tolera que hagan da?o a inocentes. Ha nacido para esta guerra.
—Esta guerra prefabricada, quieres decir —escupo.
—El mundo es una gran cadena de vida y todos los seres tienen su lugar. Incluso tú. Incluso yo. La jerarquía que mantiene unida a la Orden ha perdido su valor porque el peligro parecía lejano. Cuando los vasallos recuerden la destrucción que evitamos, recordarán su lugar en el mundo. Su lugar al servicio del rey.
—Hablarás de Nick —replico—. Tu tiempo como descendiente de Arturo ha pasado.
Eso lo enfada.
—Nicholas es un héroe hasta la médula. Si es necesario, le mostraré cómo he aprendido a abrir las puertas y cómo continuaré haciéndolo si no sigue mi ejemplo. Arturo lo despertará y tomará Excálibur esta noche y, como rey, hará lo que le diga. Así toda la Orden y sus vasallos de todo el mundo se someterán a nuestra voluntad.
—Pues yo no —digo y aprieto los pu?os contra las cuerdas.
Su expresión cambia cuando llaman a la puerta y muestra un atisbo de diversión.
—Justo a tiempo —dice, como si acabáramos de pedir la cena al servicio de habitaciones en un hotel de lujo.
Cuando la puerta se abre, mi mundo estalla en un millón de fragmentos insoportables.
Alice entra con un pijama de lunares a juego, como si caminara dormida, con la cara desencajada y los ojos entreabiertos; Isaac la sujeta con fuerza del brazo.
—?Alice? —grito—. ?Alice!
Se balancea sin responder y la frente le brilla como si sudase de fiebre.
—?Alice!
Davis se encoge y pone una mueca mientras se lleva un dedo en la oreja.
—No hace falta que grites. No te oye.
La furia me atraviesa como un incendio forestal.
—?Qué le has hecho? —Isaac ense?a los dientes en una sonrisa escalofriante. Sostiene la mano de Alice con las suyas y le acaricia el dorso de los dedos—. ?No la toques!
—Me temo que Isaac tiene que seguir en contacto con la se?orita Chen para que este particular encanto continúe. —Davis vuelve a su silla y se acomoda tras la mesa—. Y así seguirá hasta que alcancemos un acuerdo.
—Si no la dejas ir… —Me atraganté—. ?Juro por Dios que acabaré contigo!
—Cuánto fuego. —Davis sonríe—. Veamos si podemos apagarlo. ?Isaac?
El merlín se coloca delante de Alice como si la envolviera en un abrazo y le desliza las manos por las mejillas para inmovilizarle la cabeza y hacer que lo mire a los ojos. Un resplandor lento y enfermizo de unas llamas místicas de color gris plateado la rodean desde el cuello hacia arriba. Un segundo después, Alice parpadea.
—?Bree? —susurra. Se centra en mí—. ?Qué le ha pasado a tu vestido? ?Por qué estás atada a una silla? ?Qué ocurre aquí?
—?Alice! Alice, escúchame. Te sacaré de aquí. —Isaac mueve los dedos y mi amiga se desvanece de nuevo; se encorva ligeramente hacia el pecho del merlín—. ?Qué le estás haciendo?
—exijo mientras miro entre los dos hombres.
Davis asiente a Isaac y este vuelve a despertar a Alice, como si fuera una marioneta cuyos hilos controla.
Esta vez tarda un poco más en encontrarme e, incluso entonces, no enfoca la mirada. No creo que me vea en absoluto. Vuelvo a llamarla por su nombre, pero frunce el ce?o, desorientada.
—?Matty? Sé que no tienes vestido para la gala de este fin de semana. Deberíamos ir de compras después de clase.
Me había dicho lo mismo dos días atrás, en el desayuno. Un frío horror me recorre cuando me doy cuenta de lo que Isaac está haciendo.
Le está borrando los recuerdos.
—?Para! —Me retuerzo contra las cuerdas y las lágrimas me queman los ojos—. ?Para, por favor!
Isaac sonríe y le presiona el cráneo con la mano.
—Llevas toda la semana rara.
—?Basta!
—Si parece que estáis solo los dos, entonces es una cita, da igual quién más esté alrededor.
Eso fue hace dos semanas. Por teléfono, el día después de que Nick me besara delante de la logia.
Isaac acababa de borrarle dos semanas enteras. Todo lo que ha aprendido en clase, las idea que ha tenido, los recuerdos de risas y alegrías. Las conversaciones con sus padres o su hermano. Todo lo que se ha dicho. Se ha ido.
Podía hacer mucho más. Lo sé. Podría arrebatármela delante de mis narices, igual que a Nick le arrebataron a su madre.
Eso es esto. Una muestra de poder. Un recordatorio de que, por mucho que sepa, no sé lo suficiente para sobrevivir en este mundo.
De que no soy digna.
—Por favor —gimo mientras las lágrimas ruedan como arroyos calientes por mis mejillas—. Por favor, para. Detente.
Davis le hace una se?al a Isaac para que se detenga, y tanto Alice y yo nos hundimos. Tamborilea los dedos en el escritorio y deja escapar un suspiro cansado.
—Por lo general, nos limitaríamos a encantar a cualquier común que meta las narices donde no le llaman, pero, dado que has demostrado ser un problema en ese sentido, he enviado a Isaac a recoger a la se?orita Chen para que te persuada. Tendrás que perdonar el dramatismo. Los merlines son seres bastante ostentosos, ?no crees?
—?Qué quieres? —susurro, porque es lo único que necesito saber.
Davis sonríe como si por fin hubiera hecho la pregunta correcta.
—Dejarás la UNC y el Programa de Admisión Temprana. Le dirás al decano que no estás preparada para seguir el ritmo. Que no encajas bien. Estoy seguro de que a la administración no le costará creerlo, viniendo de ti.
Aprieto los pu?os.
—No volverás a hablar con Nicholas ni con ninguno de los demás miembros de la división. Te inscribirás en otra universidad cuando llegue el momento, preferiblemente en otro estado y te olvidarás de que has conocido el mundo de los legendborn.
Vuelvo a mirar a Alice, que se balancea con los ojos cerrados.
Solo los brazos de Isaac en su hombro la mantienen erguida. Davis sigue la dirección de mi mirada.