Ojalá no tuviera que tener miedo de sí mismo ni vivir sabiendo que los demás tienen miedo de en qué podría convertirse. Ahora me doy cuenta de que su impulso de cazarme debe haber sido, en cierto nivel, una necesidad desesperada de demostrar a la división que era digno de confianza. Ahora que conozco su historia familiar y lo que podría implicar en cuanto a cordura y cuándo podría perderla…
Vuelvo a mirarlo y nuestras miradas se encuentran. Trato de transmitir la fe que siento con los ojos, para que la reciba, la retenga y la recuerde cuando me haya ido. Se lo comunico con un apretón de la mano derecha a su izquierda y una ligera presión de mi palma en el hombro. ?No te tengo miedo?. Sus ojos dorados se abren de par en par y creo que lo entiende. Al menos, eso espero.
Sel se aclara la garganta y nos da otra vuelta. Admira mi pelo, se fija en su tama?o y forma; luego sigue la línea de mi sien hasta los pendientes prestados y baja por el cuello y los hombros.
—Estás deslumbrante esta noche, Briana.
El material del vestido es muy fino y siento el calor abrasador de su mano en la cintura. Imagino cómo las yemas de sus dedos me dejan huellas rojas en la piel y la imagen me eriza la nuca.
—Gracias —digo con voz ronca.
—Es la verdad —dice y se encoge de hombros—. Aunque estés angustiada.
—No estoy angustiada.
Se inclina tanto que sus labios rozan mi oreja al susurrar: —Mentirosa.
Cuando se incorpora con una sonrisa velada, percibo un olor fuerte y penetrante, a sándalo y vetiver. Arrugo la nariz y digo lo primero que se me pasa por la cabeza.
—Tu magia huele mucho mejor que tu colonia.
La cara se le desencaja por un momento.
—?Mi magia?
Un segundo después, me doy cuenta de que la conversación ha dado un giro muy íntimo y que es culpa mía. Contengo el impulso de salir corriendo ante su mirada de curiosidad y me concentro en buscarle una mota de polvo en la corbata.
—?Hueles mis conjuraciones?
La mota de polvo es fascinante.
—?Sí?
Se ríe, fácil y fuerte. Cuando levanto la vista, niega con la cabeza.
—?Qué?
La sonrisa me pilla totalmente desprevenida y esconde algo parecido al asombro.
—Eres extraordinaria.
—?Gracias?
Mira por encima de mi hombro hacia el escenario antes de darme la vuelta en sus brazos para que quede de espaldas a él.
—No soy el único que lo piensa.
En la parte delantera, la banda toca las últimas notas de la canción lenta y al lado del escenario aguarda un grupo de legendborn, con Nick, Pete y William en una fila al final. Nick no aparta la mirada de nosotros, de cómo el cuerpo de Sel rodea el mío, y la rabia en su rostro arde como fuegos artificiales, incluso con una sala entera de por medio. Me aparto, pero los dedos de Sel no me sueltan la cadera para mantenerme cerca. Murmura solo para mis oídos:
—La escena que montaría si pudiera.
Me retuerzo para mirarlo.
—?Lo haces solo para ponerlo celoso?
Le brillan los ojos.
—No. Pero nada me impide disfrutarlo.
Me suelta, pero no hay dónde moverse, así que lo único que puedo hacer es evitar el contacto visual mientras se ríe a mi lado.
Por fin, la banda termina la canción y el tintineo de un cubierto al chocar con el cristal acalla los murmullos de la multitud.
Lord Davis se adelanta para hablar por el micrófono que se encuentra en un soporte.
—Si me prestan atención, por favor. —Lleva un traje negro con un fajín de color dorado intenso que le cubre los hombros y se une en el centro del pecho. De un extremo puntiagudo cuelga un abalorio en forma de estrella de oro con un diamante blanco en medio que parpadea a la luz del candelabro.
El salón de baile se sume en un silencio inquieto. En los extremos de la sala, personas que parecen seguratas sacan a los camareros por las puertas laterales. Gillian es una de ellos, y Owen.
Feudatarios que escoltan a los forasteros donde no oigan lo que va a suceder. Una vez que los miembros de la banda salen también, las puertas se cierran.
—?Gracias a todos por venir a la Gala de selección anual de la división Sur! —La multitud aplaude hasta que lord Davis los acalla con un gesto de la mano—. Por desgracia, la gala de este a?o llega en un momento de tensión para la Orden. Como todos saben, hemos vivido un aumento de incursiones en las divisiones de toda la costa este, incluida la nuestra.
A mi lado, una mujer le tiende la mano a su marido. Sel tensa los hombros.
—El último levantamiento de demonios tuvo lugar hace más de doscientos a?os. —Davis levanta la barbilla—. Aunque ninguno de los presentes vivió en aquella época, sabemos por los registros que así es como comienza Camlann. —Se?ala con el dedo hacia el suelo y alza la voz—. Así es como empieza. Sabemos, como en siglos pasados, que nuestros antepasados nos han preparado para este momento y nos han dotado de nuestro derecho de nacimiento para rechazar a las hordas.
Los aplausos del público se suman a su fervor y la línea de Tristán levanta los pu?os. De reojo, miro a Fitz crujir los nudillos como un luchador a punto de subir al ring.
—Y como en siglos pasados —Davis hace una pausa, inclina la cabeza hacia el cielo y se lleva la mano al pecho en se?al de reverencia—, volveremos a comprometernos con la misión y nos uniremos en nuestro sagrado juramento.
A mi alrededor, las voces pronuncian la promesa al unísono.
—?Cuando las sombras se alcen, también lo hará la luz, cuando la sangre se derrame, la sangre llamará. Por la Mesa del Rey, por el poder de la Orden, por nuestros juramentos eternos. La línea es la ley?.
Los ojos de Sel, llenos de emoción, vuelan hacia los míos.
Davis observa la sala con decisión.
—Compa?eros, no perdamos tiempo en la preparación para lo que sabemos que viene ahora.
Hace un gesto para que Nick y los demás den un paso adelante junto a él.
En el suelo, debajo del escenario, los cinco pajes restantes se colocan en fila, de cara al escenario y a los tres descendientes.
Sydney, Greer, Blake, Vaughn y Whitty.
Hace una semana, yo también habría estado allí.
—Descendiente Sitterson, por favor, da un paso adelante y anuncia el escudero que has elegido.
Cuando William se acerca al micrófono, no puedo evitar sonreír a mi amigo.
Lleva un esmoquin verde intenso con las solapas de color berenjena casi negro y confeccionado a la perfección.
—Yo, William Jeffrey Sitterson, descendiente de sir Gawain, de duodécimo rango, elijo al paje Whitlock como escudero. —Levanta una larga cinta verde con una sola moneda de plata y sé sin verla que lleva el sello de Gawain. Un símbolo para que lo luzca su escudero—. Con su beneplácito, estaremos unidos. Para esta guerra y más allá.
Una ovación se levanta en la mesa de los pajes antes de que lord Davis pida silencio.
—Paje Whitlock, ?aceptas?
Incluso desde atrás, sé que Whitty se tira de la corbata con nerviosismo. Tarda tres intentos en decir las palabras.
—Sí, acepto. Acepto la oferta del descendiente Sitterson.