La multitud de más edad, los vasallos, los padres de los legendborn y los feudatarios, aplauden, mientras que de las mesas de los legendborn y los pajes surgen vítores alocados. Me uno a los cánticos y gritos, encantada por mi amigo, mientras Whitty se adelanta y acepta los colores y el sello de William. Saluda a la sala con un gesto de asombro y se sienta lo más rápido posible.
Lord Davis vuelve a pedir orden y hace un gesto a Pete para que se acerque. El chico está asustado, pero el deber lo conduce hasta el micrófono.
—Yo, Peter Herbert Hood, descendiente de sir Owain, de séptimo rango, elijo a le paje Taylor como escudere. Con su beneplácito, estaremos unides. Para esta guerra y más allá.
Un murmullo silencioso recorre la sala. Lord Davis se inclina junto a Pete.
—?Page Taylor? ?Aceptas?
Detrás de Greer, la multitud se remueve incómoda. Sigo las miradas cautelosas, la vacilación y la curiosidad de algunos de los padres y feudatarios de la sala. Otros muestran un claro desdén.
Personas que no quieren sufrir inconvenientes. Que no quieren adaptarse. Gente que no quiere mejorar ni aprender, como dijo Greer.
Sonrío por mi amigue. Es hora de romperles los moldes.
Greer echa los hombros hacia atrás y, cuando habla, su voz es fuerte y clara.
—Sí, acepto. Acepto la oferta del descendiente Hood.
Esta vez hay más aplausos, pero son tan estridentes que no tengo claro si se deben a Pete y Greer, o al anuncio que viene a continuación.
—Ha llegado el momento que hemos estado esperando. —Lord Davis tiene que usar ambas manos para silenciar la sala—. Mi hijo, Nicholas Davis, descendiente de Arturo, anunciará a su escudero.
Nick se adelanta junto a su padre y se estremece de manera casi imperceptible cuando Davis le da una palmada en la espalda.
Sabía que el momento iba a llegar, pero no estaba preparada para el gesto solemne y serio con el que Nick observa la sala. Cuando se acerca al micrófono, la habitación se queda en silencio, como si toda la Orden, incluso fuera de estos muros, contuviera la respiración, a la espera de que el futuro rey anuncie su primera decisión en el camino hacia el trono.
A mi lado, Sel inclina la cabeza en mi dirección, como si sus orejas fueran antenas. Me mira un segundo el pecho y vuelve a levantar la mirada; le tiembla la comisura del labio. Qué.
El corazón me late como un tambor en el pecho; sé que puede oírlo.
Nick toma el micrófono y la sala inspira. Mira a los tres pajes restantes uno por uno. Espero que elija a Sydney. Intento alegrarse de que la elija. Es mejor opción que Vaughn o Blake. Le servirá bien.
Sostiene la cinta de oro de Arturo en alto y la moneda brilla a la luz.
—Yo, Nicholas Martin Davis, descendiente del rey Arturo Pendragón, de primer rango…
Ay, Dios. Me doy la vuelta. No quiero mirar. No quiero oír.
—Elijo a la paje Matthews como escudera. Con su beneplácito, estaremos unidos. Para esta guerra y más allá.
46
La sala entra en erupción.
Sel sisea, una respiración aguda a mi lado.
Cientos de ojos buscan por el salón de baile a la chica común que será la escudera del rey, pero no puedo moverme. No puedo pensar.
Davis intenta calmar a la multitud. Le oigo decir algo de ?respetar la decisión del rey?.
El micrófono chirría.
—?Paje Matthews? —llama Nick, y todos en la sala se vuelven hacia él—. ?Aceptas? —Cuando los ojos de Nick me encuentran de nuevo, sus nuevos súbditos siguen la dirección de su mirada. Todos se vuelven hacia mí—. ?Aceptas la oferta? —repite y percibo la incertidumbre de su voz mezclada con esperanza.
De repente, lo único en lo que pienso es que el objetivo de esta noche era que fuera una disculpa y una despedida, pero, si me convierto en la escudera de Nick y Arturo lo despierta, jamás podré irme.
El miedo me oprime el corazón.
Vine a la Orden para encontrar respuestas sobre la muerte de mi madre, y lo hice. Buscar la manera de dejar la Orden después siempre fue el siguiente paso. Ese era el trato. Sin embargo, la oferta de Nick me llevaría por un nuevo camino, aceptar la misión de la Orden como propia. Vivir con el riesgo del Deterioro.
Sel se acerca un paso hacia mí y siento la tensión en sus hombros.
—Tienes que responder —susurra y el repentino sonido me devuelve a la realidad.
—Yo…
Me encuentro con los ojos de Nick al otro lado de la habitación, por encima de cientos de personas, siglos de historia, secretos y verdades; siento la familiar atracción entre nosotros. ?Si tú puedes ser valiente, yo también. Si yo puedo, tú puedes?. Llamada y respuesta. En cierto modo, Nick y yo ya estamos unidos. Lo hemos estado desde la primera noche. En un segundo, estoy en dos lugares a la vez, aquí con Nick y en el recuerdo oculto de mi madre.
Veo en sus ojos las mismas cualidades que veía en los de ella, fe, esperanza y orgullo. Camlann se acerca y, como mi madre, tengo que elegir, luchar o huir.
?Arriesga. Sigue a tu corazón. Y sigue adelante?.
Soy la hija de mi madre.
—Sí —digo, alto y claro—. Sí, acepto. Acepto la oferta del descendiente Davis.
En cuanto las palabras salen de mi boca, la multitud estalla de nuevo.
El salón de baile se convierte en una tormenta de exclamaciones, jadeos y gritos de indignación. Lord Davis llama al orden, incluso toca el micrófono. Es inútil. Nadie escucha. Un asistente saca a Nick del escenario. Protesta, pero lo empujan.
—?Se lo has robado a mi hijo!
Me sobresalto. La mujer a mi lado pone una mueca de disgusto que convierte su rostro en una máscara despreciable. Es la madre de Vaughn, Rose Schaefer, que había sido amable conmigo. Esta noche, los insultos de su mirada me llueven como dagas.
—Es su futuro, desgraciada con pelo de rata…
Alguien la empuja hacia atrás, pero otro hombre con barba canosa ocupa su lugar y ense?a los dientes.
Unos brazos fuertes, los de Sel, me rodean la cintura y me arrastran hacia atrás para alejarme de manos que intentan agarrarme. Manos que quieren acercarme para inspeccionarme, para juzgar por sí mismas. Me retuerzo en sus brazos para buscar a Nick, pero ya no está.
Los insultos vuelan cuando paso.
—?Cazafortunas!
—Común mentirosa.
—?Ha sido por lástima!
—?Venga ya! Tiene la sangre sucia. ?Manchará la línea!
Eso me hace reaccionar. Me vuelvo para buscar al culpable.
—?Quién ha dicho…?
Sel me arranca del agarre de un vasallo. Se las arregla para sacarme de la pista de baile sin sufrir da?os, pero hace falta que Whitty, Greer, Sarah y Evan formen un muro detrás de nosotros para contener a los hombres y mujeres adultos dispuestos a perseguirme con horcas. Detrás de la multitud, el escenario está vacío. Sel me arrastra a su lado y me levanta a medias del suelo; se dirige a las puertas cerradas del otro lado de la sala. Dos feudatarios se apartan de su camino, justo a tiempo, antes de que abra las puertas de una patada y corra por el largo pasillo. Me sube a su espalda mientras corre.
—?Panda de gilipollas!
Sus maldiciones me llegan por encima de la corriente de aire.
—?Adónde me llevas?
—?Lejos! —Nos dirigimos hacia la salida—. ?De los susodichos gilipollas!