—?Que se vayan a la mierda! —Le golpeo los brazos—. ?Tengo que ver a Nick!
Sel gru?e en voz baja y maldice de nuevo, pero cambia de rumbo. Nos lleva por un pasillo corto y vacío, y de repente entramos en una habitación oscura que huele a cuero y a libros; una luz ámbar se cuela por las ventanas del balcón. Me deja en el suelo y el dolor se dispara en un tobillo cuando aterrizo con torpeza sobre un tacón, pero apenas lo noto. La adrenalina me corre por las venas, junto con el vértigo y el orgullo.
A la luz del pasillo, Sel se asoma para ver si nos han seguido.
Se pasa una mano por el pelo y se vuelve hacia mí con electricidad en los ojos. Una oleada de feroz triunfo, una corriente de conflicto.
—Quédate aquí. Voy a por él.
Desaparece en un soplo de negro.
Me aprieto las palmas de las manos en las mejillas sonrojadas y doy vueltas en círculo. Aunque todavía sigo alterada por la multitud, la alegría alimentada por las endorfinas me burbujea en el pecho y se me escapa de entre los labios en forma de risas ahogadas. No encuentro el interruptor de la luz, pero me da igual. No necesito ver.
Necesito sentir. El pánico reciente todavía me rebota en el pecho y contra las costillas, pero también siento anticipación.
Hay un clic detrás de mí y Sel y Nick aparecen juntos en la puerta, con el pelo igual de despeinado por la carrera del merlín.
Por un momento, los tres nos miramos sin palabras. Los miro a los dos, un ángel caído y un rey, oscuridad y luz; siento una emoción profunda y convulsa por lo que he hecho. Lo que hemos hecho. Así será a partir ahora. Juramentos entre nosotros. Ligados los unos a los otros. Para siempre.
Nick se mueve primero. Me alcanza en dos pasos y me levanta en brazos mientras ríe con la cara enterrada en mi pelo. Me da vueltas hasta que los zapatos se me caen de los pies. En un giro, miro por encima de su hombro justo cuando se cierra la puerta y Sel desaparece, pero cuando Nick me deja en el suelo, no hay espacio para nada más que sostenernos la mirada y sonreír. Entonces, cubre mi boca con la suya en un beso no se parece en nada al primero.
Lo siento en el duro calor de sus labios, en cómo me sujeta la cintura con firmeza, como un hombre que se ahoga. Camina conmigo hasta atrás que mi columna vertebral choca con la puerta y desliza las manos hasta mis muslos; siento que vuelo, sostenida por la fuerza de sus brazos y la presión de sus caderas. Le enredo los dedos en el pelo y suspira, antes de que el beso me separe los labios y se apodere de todos mis sentidos. Cuando se aparta para apoyar la frente en las flores de mi pecho, respira hondo para inhalarme a mí, a nosotros, juntos.
Levanta la vista y sus ojos negros como el zafiro y sus labios hinchados por los besos me atraen y me hacen caer en las posibilidades, en lo que es y lo que seremos. Se muerde el labio inferior y mueve la cabeza con asombro.
—Tú y yo, B —murmura. Me da un beso ligero en la mandíbula mientras habla—. Mejoraremos las cosas. Lo haremos bien. Juntos.
Apoyo la cabeza en la puerta y pienso en el para siempre.
Un fuerte golpe detrás de mí nos sobresalta a los dos.
—?Descendiente Davis?
Nick levanta la cabeza.
—?Un momento!
Contengo una risita y me da un beso rápido en la boca antes de bajarme al suelo. Cuando abre la puerta, es el ayudante que nos indicó que tomáramos asiento para cenar. El hombre se pone rojo.
No quiero imaginar qué aspecto tenemos. El brazo de Nick me rodea por la cintura; estoy segura de que tengo el pelo como una selva.
—?Sí? —dice Nick con una sonrisa apenas reprimida. Me pellizca la cadera y chillo.
—Su padre quiere verlo, se?or. —El asistente retrocede y procura mirar a todas partes menos a nosotros—. De inmediato.
Nick se inclina hacia mí.
—Cinco minutos. Luego seremos tú y yo. Haré que Sel nos juramente en cuanto Arturo llame —murmura en mi piel.
Las palabras me aceleran el corazón de nuevo. Con el Juramento del Guerrero, seré una legendborn. Más que eso, nos perteneceremos el uno al otro. Ese sentimiento que siempre hemos compartido ahora será oficial.
Vuelve a pasarme el pulgar por la mejilla y sé que piensa lo mismo. Luego, me besa en la boca y se va con el ayudante.
Acabo de encontrar el interruptor de la luz y estoy buscando los zapatos cuando llaman otra vez a la puerta.
—?Ya has vuelto? —Me apresuro a cruzar la alfombra con los pies descalzos y abro la puerta—. Ha sido…
Isaac entra en la habitación; unos ojos rojos y brillantes me atrapan y no consigo liberarme. Arden y se expanden, se apoderan de mí hasta que no veo nada más que sus iris negros y los anillos de color carmesí. Intento gritar, pero el olor a bilis caliente ya me ha invadido la nariz y la boca me arde. Es demasiado tarde. La negrura se cierne sobre mí.
47
Cuando recupero la consciencia, el dolor provocado por el encanto me asalta con fuerza el cráneo. Me cuesta un mundo levantar la cabeza y abrir los ojos.
Una voz lenta me da la bienvenida en la penumbra.
—Ha despertado.
Tardo varios parpadeos en enfocar la vista. Estoy en un despacho con lámparas. No, un estudio, el de lord Davis, donde Sel y yo entramos el fin de semana pasado.
El padre de Nick está sentado en el escritorio frente a mí, con las yemas de los dedos plantadas en la superficie de escritura de cuero incrustado. Los relámpagos que caen por la ventana a mi derecha iluminan los ángulos de sus pómulos y sus ojos profundos.
Por un momento, me recuerda a su hijo.
—?Dónde está Nick? —Me muevo para ponerme de pie, pero solo me separo unos centímetros de la silla. Miro abajo; una cuerda me rodea las mu?ecas y me ata a los reposabrazos. Incluso tengo los tobillos atados a la silla, en algún lugar bajo las capas del vestido. El miedo me hiela por dentro—. ?Suélteme!
—Me disculpo por las ataduras. —Su encanto sure?o y sus suaves tonos de hospitalidad y atención ahora me resultan retorcidos. Calculados. Inclina la cabeza hacia la cuerda que me sujeta los brazos—. Tenía la sensación de que rechazarías mi invitación a charlar.
—El secuestro no es una invitación —digo con los dientes apretados—. ?Dónde está Nick?
Me ignora y se levanta para rodear la mesa. Se estira la corbata mientras camina.
—?Cuánto sabes de nuestra herencia, Briana?
Nuestra herencia. Suya, no mía. La herencia y la historia de la Orden. Suya y de Nick.
—Trece caballeros. Merlín. La Mesa Redonda… —Me concentro en mi interior y busco la magia ligada a mi sangre, la parte de mí que podría quemar las cuerdas que me atan, pero nada responde.
He apartado a mi abuela tanto ya no la alcanzo. Siento las entra?as como si estuvieran rellenas de algodón. ?Por qué no puedo…?
—No te molestes en intentar liberarte —dice Davis sin volverse —. El encanto de Isaac consume mucha energía, incluso para ti.
Me mira por encima del hombro.