—A veces el cerebro nos protege hasta que estamos preparados. Lo más importante es que ahora lo sabes. Y cuentas con la ayuda de la se?ora…
—Charles —digo al instante. El nombre ha brotado de mí como si lo hubieran disparado.
—Se?ora Charles. Encantada de conocerla —dice Patricia con amabilidad y su acento se desliza como la melaza—. ?Se quedará mucho tiempo?
—No —respondo—. Solo ha venido para hacer de faro. —Hago una pausa y trato de mirar hacia el interior para hacer una pregunta —. ?Qué es eso? —Oigo una respuesta—. Ah, un faro para una madre más antigua. Transmitirá la petición a una antepasada que sepa mostrarme cómo controlar mi poder y de dónde viene. Lo único que hará es preguntar. Tendré que esperar la respuesta. Tal vez tarde un tiempo.
Patricia inclina la cabeza.
—Lo entiendo. Es muy generoso de su parte. Gracias, se?ora Charles.
Doy dos pasos y la sensación de chapoteo empeora.
—Por Dios, abuela. ?Puedes ser un poquito menos densa?
No sé cómo, me da una bofetada en la cara. Parpadeo, con la barbilla torcida hacia el hombro.
—?Ay!
??Eso por mentar al Se?or en vano!?.
—Jope. —Miro a Mariah—. ?Sabías que podían echarte la bronca desde la tumba?
—Sí, tía. —Mariah asiente con simpatía—. Me pasa todo el tiempo. Un asco, ?eh?
Asiento.
—Es que… —Tropiezo y extiendo las manos para mantener el equilibrio—. Necesito que se calme un poco. Así no llegaré a casa.
—Agárrate. —Patricia se apresura a venir a mi lado desde donde estábamos sentadas—. Come esto.
Me pone una pera en la mano y el vaso de zumo. Como y bebo; juro que siento que la boca de mi abuela se mueve un rato después de que lo haga la mía. Tras unos instantes, parece más feliz. Más asentada, como si hubiera encontrado una bonita mecedora y hubiera decidido sentarse un rato.
—Vale. —Me levanto y pruebo las piernas. Me siento pesada, pero no me desequilibro—. Así está mejor.
—?Quieres que te lleve? —pregunta Mariah.
Asiento con toda la rotundidad que me atrevo.
—Sí, por favor.
*
Cuando Mariah llega al aparcamiento de Old East, me detiene antes de que me baje del coche.
—Recuerda, tienes que concentrarte. Y evitar que se disipe, pero mantén la guardia alta para que otras antepasadas de tu línea no llamen a la puerta —advierte y me aprieta la mano—. La parte más difícil de ser médium es cerrar las puertas. Los espíritus inquietos y ansiosos buscan la manera de entrar. Ahora estás mucho más abierta a tus ancestros. Además, esto es el Sur; hay muchos negros inquietos en la tierra.
Asiento.
—Gracias por ayudarme aunque apenas me conozcas. Significa mucho para mí.
—Porque lo es —dice con una sonrisa.
Antes de salir del coche, los dedos de Patricia se posan en mi mejilla.
—Gracias por dejarnos entrar. Estoy orgullosa de ti, Bree.
Espero que encuentres tus respuestas.
44
Cuando me despierto tarde a la ma?ana siguiente, Alice ya se ha ido y tengo un mensaje suyo en el teléfono: ?En la biblioteca!
Mi abuela sigue dentro de mí, dormida.
Por primera vez en toda la semana, me permito echar de menos a Nick. Recuerdo el dolor en su cara y siento vergüenza por haberlo causado. ?Qué pensará de mí? Que lo utilicé, supongo. Que, en cuando conseguí lo que necesitaba, lo abandoné a él y a todo lo que habíamos encontrado. En realidad, es lo que he hecho. Lo utilicé y me aproveché de su bondad, junto con la de todos los demás. Marcharme no estuvo bien, pero dejar las cosas como las dejé fue peor.
No avanzaré mientras no me lo saque de la cabeza. Toco el mensaje de Alice y escribo una respuesta rápida.
?Tienes el número de Charlotte? Os necesito a las dos.
*
Mientras espero a que lleguen, aprovecho el resto del día para lavarme el pelo; lo más terapéutico y afectuoso que podría hacer por mí misma. Acondiciono, desenredo, acondiciono en profundidad con una envoltura térmica, me pinto las u?as y veo una peli mientras espero, aclaro. Salgo de la ducha con el pelo envuelto en una toalla de microfibra y froto el espejo empa?ado hasta que me veo la sonrisa sincera y plena. Enredos fuera. Cuero cabelludo limpio. Rizos hidratados y con volumen. Cabeza y alma más ligeras.
Soy más yo misma de lo que he sido en meses.
*
Charlotte me trae más de una docena de vestidos y una caja llena de joyas, pero no todo es suyo. Algunos son de sus amigas del pasillo y del piso de arriba.
—Kappas, algunas Sigmas —dice. Agradezco que sea tan entrometida, porque de lo contrario no tendría ninguna opción dos horas antes de la gala.
Espero que Charlotte intente sonsacarme por qué necesito un vestido; es demasiado pronto para las fiestas del semestre de la mayoría de las organizaciones y fraternidades. Sin embargo, Alice ya le ha explicado que es para una gala de sociedad y se conforma con esa respuesta. Cuando no menciona que Evan se ha arreglado de forma similar, me pregunto qué mentira le habrá contado a su novia sobre sus planes de esta noche. ?Cerveza y jugar a la Play?
?Juerga de chicos? Sea lo que sea, la mantiene a salvo.
Me pruebo diez vestidos que están claramente pensados para alguien con tetas y caderas más peque?as, lo que hace que Charlotte salga corriendo de la habitación para comenzar una nueva búsqueda con el teléfono en la mano.
Cuando me meto en el undécimo vestido, Alice jadea y se tapa la boca con una mano.
Me vuelvo hacia el espejo de cuerpo entero que hay detrás de la puerta, y la mueca socarrona y de autodesprecio que llevo en la cara desaparece; en su lugar, se me escapa un gemido de incredulidad.
—Bree. Es este —dice Alice. Se agacha hasta donde mis rodillas se esconden bajo las largas capas de tul hasta el suelo y tira del material para que baile alrededor de mis pies—. Estás increíble.
Cuando se levanta otra vez, veo por el espejo que le brillan los ojos detrás de las gafas.
—Alice Chen, no llores. Solo es ropa —digo, pero no es cierto.
No es solo ropa. Es un vestido de gala digno de una corte.
Se limpia la cara y me sonríe en el espejo.
—Es que te pareces a ella.
El pecho y la garganta se me estrechan a la vez; mis emociones son un cóctel revuelto.
No tengo respuesta, así que le agarro la mano. Deja caer la cabeza en mi hombro con un suspiro y nos quedamos mirando nuestro reflejo. Apretamos los dedos de la otra con fuerza, porque hay momentos demasiado vacíos y a la vez demasiado llenos para las palabras.
*
El Carolina Club es un elegante espacio para eventos que utilizan exalumnos, profesores y personal en el centro del campus. Aunque el exterior es moderno, el interior es elegante como de antes de la guerra. Charlotte insistió en dejarme en la entrada para que no cruzara todo el campus en bata y, mientras subo las escaleras con los zapatos de tacón bajo que me ha prestado otra chica alta del segundo piso de Old East, tengo que admitir que tenía razón.