Legendborn (Legendborn #1)

Incluso ahora, el terciopelo está impregnado de su olor, como si nunca se hubiera ido. Me abruma, elude todas las partes racionales de mi cerebro y me lanza de cabeza a los recuerdos. Me hace pensar en un fin de semana de compras en el centro comercial, desentierra la calidez de sus abrazos, me sienta en su regazo cuando era peque?a, me precipita a la sensación de sus frías manos en la frente cuando me ponía enferma. Me dispongo a abrirla, pero mi padre me detiene.

—ábrela cuando vuelvas a la habitación.

Lo miro.

—?Volver a la habitación? ?No me dirás que no estudie demasiado?

—Me da igual que estudies mucho, pero solo si quieres hacerlo.

—Me dedica una sonrisa irónica—. No importa lo que hagas, tienes que vivir tu vida. Tienes que estar presente en el mundo. Es lo que querría que hicieras. —Se inclina sobre la mesa para agarrarme las manos—. No dejes que tu vida se base solo en la pérdida, sino en el amor.





42

Cuando vuelvo a la habitación después de las clases de la ma?ana, el nudo de arrepentimiento que me oprime el pecho ha empezado a aflojarse. Dejo la bolsa con los libros y saco la caja de terciopelo de mi madre; la coloco sobre la cama y pienso en el rostro y las palabras de mi padre.

?Haz que se base en el amor?.

?Es posible? ?De verdad? En cuanto lo intento, la echo de menos. Echo de menos su voz y su sonrisa. Echo de menos abrazarla y sentirme completa.

Vuelvo a mirar la caja y me siento preparada; la levanto.

—Haz que se base en el amor —murmuro.

Respiro hondo, abro la tapa y llamas místicas se extienden por la habitación. El humo plateado y dorado baila por las paredes e inunda el techo de luz. En los puntos donde la llama me toca la piel, siento como si me acariciaran sus manos. Me viene un olor a verbena y limón, vibrante, penetrante y cálido. Antes de darme cuenta, caigo de rodillas y me tiemblan las manos.

Dentro de la caja, la pulsera de mi madre palpita. Cuando rozo con las puntas de los dedos los eslabones de oro, una voz resuena en mi mente.

—Bree.

La suelto. Jadeo, me ahogo, sollozo.

—?Mamá?

En cuanto levanto la pulsera y la agarro con las manos, se me cierran los ojos.

Un recuerdo se apodera de mí.



*

Estamos en el césped fuera del recinto ferial. Salto de alegría, porque hoy es la primera vez que voy a la feria. Me llegan gritos lejanos de júbilo que suben y bajan al ritmo de la monta?a rusa y el torbellino. Ya huelo las barritas Snickers fritas y el aroma dulce y caliente de los churros está tan cerca que casi saboreo el azúcar en polvo.

Lo recuerdo. Tenía siete a?os. La feria estatal anual era una experiencia memorable de la que mis amigos hablaban en susurros emocionados que me despertaban muchísima envidia. Sin embargo, no recuerdo que mi madre me llevara a un banco antes de entrar. En el recuerdo, lleva una blusa blanca suelta abotonada debajo de una rebeca lavanda. Lleva el pelo liso recogido. La fuerte mandíbula que compartimos está marcada por la tensión.

Se sienta frente a mí y se frota las palmas de las manos en los pantalones.

—Solo un minuto, te lo prometo. Luego entraremos. —Mira por encima de mi cabeza, como si se dirigiera a alguien detrás de mí.

Me giro para seguir su mirada, pero me sujeta la barbilla con los dedos y me obliga a retroceder—. Mírame, Bree. Luego iremos a por unos Twinkies fritos.

—?Vale! —digo.

Mi madre suspira con nerviosismo y me mira a los ojos: —Mamá tiene que decirle algo muy difícil a otra persona, una especie de discurso, pero antes necesito tu ayuda para practicar.

?Te parece bien? ?Me ayudas a practicar? Mami dirá muchas cosas y quiero que solo escuches, ?de acuerdo? Como el juego del silencio. —Asiento. Me agarra la cabeza y la baja con cari?o para darme un beso en el pelo—. Buena chica. Gracias.

En el recuerdo, los ojos le brillan con emociones que era demasiado joven para descifrar, pero ahora distingo la determinación y el orgullo feroz.

—Vale, vamos allá. —Respira hondo—. Bree, si estás viendo esto otra vez, es porque no estoy contigo.

Mi yo más joven abre la boca para preguntar a qué se refiere, pero mi madre niega con la cabeza.

—El juego del silencio, ?recuerdas? Solo es un ensayo. Sé que es confuso.

Asiento.

Solo es un ensayo.

—Lo siento mucho, porque el dolor que sientes es un dolor que conozco bien y detesto ser la causa. Espero que mi antigua pulsera te ofrezca un poco de consuelo. Ahora mismo, no dejas de colarte en mi habitación para jugar con ella, así que le dije a tu padre que quería que algún día fuera tuya. Espero que te la dé de inmediato, pero, conociéndolo, tal vez tarde un poco.

Mi madre sonríe con cari?o, pero la tristeza es palpable. La seguridad de lo que mi padre sufriría cuando muriera. Sabía que moriría.

Se recuesta y respira hondo.

—Te contaré lo que me contó mi madre. Bree, descendemos de una línea de rasanas, practicantes del arte raíz. Personas negras capaces de tomar prestado el poder de los ancestros y usarlo para curar, hablar con los muertos, proteger a otros, adivinar el futuro y más. Yo empleo mi poder para manipular la energía de las plantas para la curación y la medicina.

No puedo evitarlo. La interrumpo.

—?Magia? ?Como los hechizos?

—No son hechizos. —Le pone un pulgar en la boca risue?a—.

Ahora escucha, ?vale? Hazlo por mamá. Debería ser yo quien te ayudara con el arte raíz, igual que tu abuela me ense?ó a mí, y su madre a ella, pero las cosas son diferentes para ti de lo que fueron para mí. —Desvía la mirada un momento y niega con la cabeza—.

Hasta donde todos los practicantes sabemos, si un ni?o posee una rama de la raíz, el don se manifiesta pronto. A los cinco, quizá a los seis a?os, con alguna conjuración accidental. Es lo que me ocurrió a mí. Es lo que le ocurrió a tu abuela. Cuando cumpliste seis a?os, te llevé a ver a esa mujer tan agradable que vivía en el campo. ?La recuerdas? ?La se?ora Hazel? También tiene un don especial; sabe ver la luz y la energía alrededor de alguien. Le pregunté si veía el arte en ti, y dijo que no.

Hago una mueca de tristeza y me cruzo de brazos. El discurso parece para mí.

—Lo creas o no, no poseer la raíz no es algo malo para nuestra familia —dice con una sonrisa irónica—, pensé que a lo mejor se había roto nuestra racha de mala suerte. Todavía mantengo la esperanza de que así sea. Lo único que deseo es que tengas una vida feliz, sana y normal. Sin embargo. —Suspira, y se le tensan las cejas—. Te cuento todo esto ahora como un seguro, un plan B, por si acaso. Hasta ahora, las mujeres de nuestra familia nunca han sido solo rasanas. Tenemos algo más especial dentro de nosotras que mantenemos en secreto dentro de la familia. Un don que solo nosotras conocemos, porque a otros usuarios del arte raíz no les gustaría.

Manipulación de la sangre. Se refiere a la manipulación de la sangre.

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