Patricia cumplió su promesa de llamar a mi padre y decirle que no encajábamos bien y que me deseaba lo mejor. Sé que dijo la última parte porque me llama para preguntarme si quiero hablar de ello. Le digo que no.
Camino por el campus y casi espero que Nick, Greer o incluso Sel me asalten desde detrás de una fila de estudiantes o de un árbol. No es que lo hayan hecho nunca; creo que es una regla de los legendborn evitarse mutuamente en el campus. Sin embargo, podrían encontrarme, si quisieran. Me lo pone mucho más fácil que no lo hagan.
Haré lo que hizo mi madre. Viviré ajena al mundo, igual que el resto. Tal vez nuestros caminos hayan sido diferentes, pero las dos llegamos a la misma conclusión.
Tengo que olvidarlos, porque recordar es demasiado peligroso.
*
—?Qué tal después de clase?
Mastico distraída una galleta ba?ada en mermelada de arándanos mientras leo el DTH. Hasta esta semana, no sabía que la UNC tenía un periódico escolar.
—Bree.
—?Sí?
—Lo estás dejando todo perdido.
—?Qué?
Alice me se?ala el regazo, donde tres charquitos calientes de mantequilla se han convertido en lagos que se extienden desde la sección del horóscopo hasta un artículo sobre las elecciones del cuerpo estudiantil. Una miga de galleta cae en el centro de un lago de mantequilla y se ahoga enseguida.
—Porras. —Aparto el periódico mientras disimula una risita detrás de la taza de café.
Dejé que Alice me sacara de la cama antes de lo estrictamente necesario, al menos según mis propios criterios. ?Para desayunar de verdad? es el tipo de razonamiento que solo tiene sentido si eres Alice, cuyos padres la levantan a las seis y media de la ma?ana incluso los fines de semana.
—?Has oído algo de lo que acabo de decir?
—Eh… No.
Deja la taza y me mira. Oímos unos ruidos sordos al otro lado del comedor, donde los estudiantes dejan las bandejas de comida usadas y vacías en una cinta transportadora con distintos grados de cuidado.
—Llevas toda la semana rara.
Le doy un empujón al tazón de sémola de maíz con queso y me encojo de hombros.
—Quiero concentrarme en los estudios. He sacado un aprobado raspado en el examen de Lengua, así que creo que está justificado.
?Qué decías?
—?Un aprobado raspado? Matty, nunca has sacado nada por debajo de un sobresaliente en Lengua. ?Qué es lo que pasa? — Inclina la cabeza y me observa con atención. Le devuelvo la mirada.
Tras un momento de silencio, suspira y arruga la boca y la nariz—.
He dicho que sé que no tienes vestido para la gala de este fin de semana. Deberíamos ir de compras después de clase. Hay un montón de boutiques en el centro y he visto algunas rebajas.
Aparto la mirada y me muerdo el interior de la mejilla.
—Ya, en cuanto a eso… No voy a ir.
Alice retrocede y me mira como si me hubieran salido escamas.
—Perdona, ?qué acabas de decir?
Parpadeo.
—He decidido dejar ese grupo. Así que no voy a…
—Hola, sí, probando. Lamento informarte de que has tenido un lapsus temporal de juicio. Estas cosas pasan, así que no te sientas mal por ello, pero irás a esa gala.
Gimoteo.
—Alice, no quiero ir.
—?Vas a ir a esa gala, Matty, aunque tenga que obligarte a ponerte uno de los vestidos de Charlotte! —dice, con los ojos enrojecidos tras las gafas.
Suspiro y doblo el periódico grasiento con todo el cuidado que puedo, para luego arrojarlo a la bandeja.
—No lo entiendes.
Se cruza de brazos.
—Lo que entiendo es que de repente has dejado de hablar con un chico guapísimo que te adora, no quieres explicarme por qué y parece que no ha hecho nada malo. Entiendo que tienes una invitación a un evento de etiqueta que, por algún motivo, quieres tirar a la basura. Y también entiendo que les supliqué a mis padres que me dejaran quedarme en el campus este fin de semana solo para ayudarte a prepararte. Por amor de Dios, Bree, ?éramos demasiado empollonas en el instituto como para dejar que desperdicies esta oportunidad!
La miro boquiabierta.
—?Qué te pasa?
—Dieciséis a?os de películas Disney que sé que has visto tantas veces como yo, eso me pasa. Así que dime qué es lo que pasa de verdad.
—?No quiero ir! —Hablo lo bastante alto como para que Alice se estremezca y las dos chicas sentadas a nuestro lado vuelvan la cabeza en nuestra dirección. Saco el bolso de debajo de la mesa y cierro la cremallera—. Tengo que ir a clase.
Alice me observa y niega con la cabeza.
—Así no, Matty.
—?Así no qué?
Me se?ala con la mano.
—Hace un par de semanas estabas obsesionada con este grupo, te mandabas mensajes con Nick a todas horas, ibas a terapia y salías hasta tarde. Esta semana, de repente, todo se ha esfumado. Vuelves a la habitación incluso antes que yo, pasas más tiempo estudiando que yo, lees el periódico de la universidad y sé que no pegas ojo. —Vuelve a negar con la cabeza—. Así no.
—?Te enfadas conmigo por no tomarme los estudios en serio y ahora opinas que estudio demasiado? —Bufo—. Hace un par de semanas también volví a casa llorando. ?Es lo que quieres?
—Claro que no, pero… Vas por ahí como un zombi. ?Sabes qué necesitas?
Me levanto y suspiro.
—?Vas a decir que a Jesús?
—No. —Me se?ala—. Homeostasis.
—?Acabas de biologizarme?
—Por supuesto.
Vacilo, sin ninguna respuesta. Al final, me rindo.
—Tengo que irme —murmuro.
Recojo la bandeja y me marcho, mientras procuro ignorar la mirada de decepción de Alice.
*
Esa noche, me tumbo en la cama con la ventana abierta mientras me retuerzo los rizos y oigo los gritos y las conversaciones de la concurrida acera de abajo. Old East está cerca del recinto norte, así que imagino que todas las semanas oiremos a los estudiantes que se marchan del campus y se dirigen a la calle principal para ir a los bares y discotecas. Por un segundo, me pregunto si oiré a los legendborn. A lo mejor vuelven a la cervecería para celebrar el final de las Pruebas.
Me obligo a imaginar la gala, aunque me duela. Una gran sala, cientos de personas de etiqueta. Un escenario. Cuando me imagino a Nick con esmoquin y pajarita, me hago un ovillo en la cama. Me sumerjo en la visión para recordar la pérdida. Lo veo. Alto, guapo y, por un breve instante, mío.
Al otro lado de la habitación, los ronquidos de Alice son ligeros y uniformes. Sé que tiene razón. No tengo homeostasis. No tengo equilibrio, sin importar los estímulos. Patricia lo sabía, lo veía, y no quería tener nada que ver.
He descubierto que mi agonía está hambrienta. No quiere la verdad. En realidad, no. Solo quiere alimentar la pena hasta que no quede ninguna otra emoción.
*
Mi padre me llama antes de las ocho del viernes. Sabe que no tengo clases a primera hora, pero rara vez me llama antes del mediodía, sobre todo tan cerca del fin de semana, cuando tiene más actividad en el taller.
—?Papá? —respondo y me acerco el teléfono al oído mientras me pongo unos vaqueros.
—Hola, peque. —Casi espero oír el pesado tintineo de una herramienta que golpea el hormigón y el agudo zumbido de una llave neumática, pero no encuentro nada de eso—. ?Estás ocupada?
—No. No tengo clase hasta las diez. ?Qué pasa?