Veo la compasión en la mirada de Anne y me pregunto si mi madre también se ha dado cuenta. No me molesta, nunca he asociado la compasión con la debilidad, tan solo con la empatía. Permanezco junto a Mr. Flu mientras hablan un poco de antiguos compa?eros que no conozco y de los muebles que importó para decorar la casa.
Mamá no tarda en levantarse y darle las gracias por el café. Cojo la cartera que olvidé esta ma?ana y nos encaminamos hacia la puerta. Nos despedimos con prisas.
—Oye, Rosie —la llama Anne cuando ya nos alejamos—. Necesito consultarte una cosa. ?Crees que podrías pasarte por aquí el lunes por la tarde?
La veo dudar y encogerse sobre sí misma.
—El lunes no me va demasiado bien.
—Pues el martes. O el miércoles. No tengo preferencias. —Anne es una mujer de lo más resolutiva y tenaz, como lo era mi madre. Parecen cortadas por el mismo patrón—. Me resultaría de gran ayuda.
—De acuerdo, está bien.
—?El martes, entonces?
—El martes —confirma.
En cuanto subimos al coche, mamá deja salir de golpe el aire que estaba conteniendo. Tengo la impresión de que entrar en esa casa y encontrarse con Anne ha sido una experiencia trascendental para ella. Me gustaría preguntarle sobre lo que está sintiendo en este instante, pero soy capaz de ver la muralla de ladrillos que ha levantado a su alrededor, así que me limito a permanecer en silencio.
?Superfluo? es una palabra que me retumba a menudo en la cabeza. En general, casi todas las que vienen a significar que algo no es necesario, que está de más en la vida o que carece de importancia. Como ?baladí?, que me suena a marca de chocolate suizo. O ?trivial?, que me evoca el gesto de apartar cosas molestas con las manos como si fuesen moscas.
El mapa antiguo que he cogido del estudio de mi padre cubre la mitad del suelo de mi habitación. Situada sobre él, me centro en un punto concreto: Nebraska. Ahí está, estoy, justo en medio del país. Limita con Dakota del Sur, Kansas, Colorado, Wyoming y el río Misuri, que lo separa de Iowa y Misuri. Es decir, que las posibilidades son muy variadas. Deslizo el dedo arriba y abajo, abajo y arriba. Me pregunto si Olivia pasará estos meses en Colorado o volverá a la ciudad durante el verano.
—?Qué estás haciendo?
Papá se apoya en el marco de la puerta de la habitación. Supongo que le ha llamado la atención que tuviese su viejo mapa. Permanezco en el suelo de rodillas.
—Intentar decidir adónde ir. Es la siguiente casilla del juego —aclaro bajando un poco la voz—. Tengo que visitar otro estado. ?Alguna idea?
—Pues sí. —Entra y cierra a su espalda.
Coge un lápiz del desordenado escritorio, se agacha a mi lado y traza un círculo en el extremo suroeste. Después me mira con satisfacción.
—Hazlo a lo grande, ahí tienes la esquina de tres estados: Nebraska, Colorado y Wyoming. Tu madre y yo estuvimos una vez porque nos venía de paso, creo recordar que está en una propiedad privada, pero el due?o era simpático y estaba acostumbrado a recibir visitas. —Se incorpora—. Puedo acompa?arte si quieres.
—Gracias, pero en la nota pedía que lo hiciese Will.
él suspira con aire pensativo y murmura:
—?De dónde habrá salido ese chico?
—Ni idea. Eran amigos. O eso creo.
Papá asiente y después se aleja hacia la puerta.
—Si necesitas cualquier cosa, dímelo.
Desaparece escaleras abajo y, un minuto más tarde, oigo su voz y la de mamá entremezclándose en la cocina. ?Se habrá dado cuenta de los peque?os cambios que han surgido en ella? ?Los valorará tanto como yo? ?Es posible que haya otra mujer en su vida o tan solo está esperando que la Rosie que él conocía regrese algún día?
?Superfluo, superfluo?.
En fin, ?qué no lo es?
23
La vida es un círculo
Esto es todo lo que me gustaría decirle a Will: ?por qué tengo la sensación de que cada vez que damos dos pasos adelante tú das otro atrás como si quisieses alejarte? ?Por qué a veces me resultas encantador y en otras ocasiones eres bastante antipático? ?Qué puede buscar en este lugar perdido en medio de la nada alguien que vivía en un apartamento de Nueva York y estudió Derecho? ?Por qué Lucy confiaba tanto en ti? ?Por qué yo también lo hago? ?Y cómo puede mi cerebro explicarle a mi corazón que no debería encari?arme demasiado contigo? O algo peor. Algo mucho peor, aunque no sé ponerle nombre. O quizá no me atreva a hacerlo.
En cambio, esto es lo que le digo a Will:
—?Pongo un poco de música?
—Claro. —Enciende la radio.
Ya no hablamos durante la siguiente media hora.
No estoy segura de qué pretendía conseguir Lucy con esta casilla. Salir del estado, imagino, como un acto simbólico. A decir verdad, no sé por qué no lo he hecho antes. Es decir, podría haber cogido un autobús e ir a Dakota del Sur, que queda relativamente cerca de Ink Lake; un par de horas y habría salido de Nebraska de una vez por todas. De hecho, estuve a punto de hacerlo en varias ocasiones a lo largo de mi vida. Como cuando me seleccionaron para competir en un concurso a nivel nacional de patinaje, justo antes de que lo dejase porque Lucy se puso enferma. O cuando mis padres compraron cuatro billetes de avión para ir a San Francisco en vacaciones, pero al final hubo un cargo inesperado en la tarjeta que pensaban que cubriría el seguro médico y mamá dijo que lo más sensato era devolver los billetes y guardar el dinero.
—?Cuántas horas dijiste que eran?
—Cinco. Casi seis —contesta Will.
Hemos salido al amanecer con la idea de poder ir y volver en el mismo día. Llevamos ya un buen rato de trayecto y el cielo es completamente azul cuando él propone parar en un área de servicio para bajar a estirar las piernas.
Mientras pone gasolina, voy a por dos cafés. él se bebe el suyo de un trago y yo degusto el mío a sorbitos peque?os cuando retomamos el viaje.
—?Has estado alguna vez en San Francisco?