—Es mentira. —La voz de Will es casi un gru?ido.
Paul no duda ni un instante antes de dirigirse al grupo: —Si no estáis dispuestos a pagar las cervezas, no pasa nada, ahí tenéis la puerta. No queremos problemas, pero este es mi establecimiento y yo dicto las normas.
Tayler aprieta los dientes y se debate unos segundos, hasta que uno de sus colegas le dice algo al oído que parece inclinar la balanza. Se pone en pie y le dirige a Will una mirada cargada de desdén que se vuelve soez cuando sus ojos se clavan en mí. Luego, sale por la puerta seguido por sus secuaces y la tensión se disipa.
—?Qué ha sido eso? —pregunta Paul.
—Nada, un idiota. —Will coge un vaso.
—Un idiota con el que parecías tener algún problema personal —insiste mientras alza las cejas—. Oye, no quiero líos así en el trabajo, ?de acuerdo? Tómate un descanso de veinte minutos. No hay mucha gente, puedo apa?arme. Sal y que te dé el aire.
Will asiente, rodea la barra y me hace un gesto con la cabeza para pedirme que lo siga. El viento, en efecto, me desentumece un poco tras lo ocurrido ahí dentro. Avanzamos en silencio por las calles hasta que se mete en un callejón sin salida. Es el mismo sitio al que fue el día en que lo conocí, cuando aparecí allí con la caja de ?El mapa de los anhelos? y la carta de Lucy. Han pasado algo más de dos meses, pero diría que hace mucho más tiempo; porque sigo sin saber quién soy, pero tampoco me encuentro ya en la chica que se presentó frente a él. Siento que he conseguido dar con algunas piezas del puzle de mi vida y, aunque aún no las haya encajado, estoy más cerca de hacerlo.
Se deja caer en el primer escalón de una fachada.
—Lamento lo que ha ocurrido ahí dentro.
—No es culpa tuya —masculla Will.
—Nunca lo había visto así. Quiero decir que siempre he sabido que no era precisamente brillante, pero… —No sé qué más a?adir, así que me siento a su lado.
Estamos muy cerca. Su pierna roza mi pierna. Su brazo toca mi brazo. Nuestras zapatillas están alineadas la una junto a la otra como en un escaparate.
—?Por qué estás con él, Grace?
—Estaba —aclaro—. Y no lo sé. Me parecía mejor que nada, supongo. O puede que me sintiese sola. O que tan solo me gustara porque sabía que era uno de esos errores catastróficos que te atraen y te horrorizan en la misma medida.
Will se frota la cara, suspira y me mira. Apenas nos separan unos centímetros, pero, en esta ocasión, no se esfuerza como de costumbre por mantener cierta distancia entre nosotros, tanto física como emocional, sino que se inclina un poco más hacia mí. Trago saliva. él toma aire y su mirada revolotea unos instantes eternos por mi rostro hasta que se aleja y el aire parece volver a correr y fluir entre ambos como si, durante un segundo, el mundo se hubiese detenido para cambiar de dirección.
—No te estoy juzgando, no es eso —aclara en un susurro—. Solo tenía curiosidad por saber qué era lo que veías en él, si se trataba de algo profundo.
—Soy especialista en frivolidades.
—No sé si suena muy halagüe?o.
—Si no dejas que nadie entre en tu casa, no corres el riesgo de que desaparezca el día menos pensado algún objeto de valor. Permitir que la gente pase al jardín es otra cosa, más fácil, menos intenso, solo pueden pisotear un poco algunas flores que volverán a crecer después. ?Me sigues, Will?
—Sí. Eso creo. Eso intento.
él respira hondo sin dejar de mirarme.
—?Y tú? ?Sales con alguien?
—No —contesta.
—?Por qué?
—Deberíamos volver.
—Paul te ha dado veinte minutos.
—Ya. —Suelta el aire contenido.
Nos quedamos callados un rato, pero, al final, no puedo evitar hacer la pregunta que vagabundea por mi mente tras lo ocurrido. Le doy un toquecito con la rodilla para llamar su atención, y él contempla el punto en el que nuestros huesos han chocado.
—?Pensabas salir con él del local y llegar a las manos?
—No, tan solo quería que no armase un escándalo dentro. Ya se me ocurriría algo fuera. —Cuando me mira, hay una tormenta en sus ojos—. No soy así. No soy como él.
—No pretendía insinuar eso.
Will sacude la cabeza y se pone en pie. Está incómodo. En realidad, casi siempre parece estarlo. Debe de ser agotador vivir molesto en tu propia piel, porque no se puede escapar de eso. Casi todo el mundo se ha sentido así alguna vez, pero, como él me dijo en una ocasión, está enfadado consigo mismo. Y se le nota. Lo pienso mientras lo veo meterse la mano en el bolsillo trasero de los vaqueros para sacar una carta de Lucy. Es para él, pero me parece un gesto considerado que la abra conmigo. Tarda menos de diez segundos en leerla, después resopla, cierra los ojos y me la pasa.
Acompa?a a Grace en una nueva y apasionante aventura: salir del estado de Nebraska. ?Buen viaje!
—Esta vez se ha lucido. —Suelto un silbido.
—Eso parece. —Will se sube la capucha de la sudadera—. Lo hablaremos a lo largo de la semana. Ahora tengo que volver al trabajo. Buenas noches, Grace.
Y luego se aleja sin mirar atrás. Si esto fuese un concurso televisivo, me preguntasen cómo se siente el chico de los ojos verdes y me diesen a elegir entre tres opciones, no podría decidir entre ?a: irritado?, ?b: triste? o ?c: confuso?.
Puede que todas sean la respuesta correcta.
22
Superfluo