El mapa de los anhelos

—?Esperas un aplauso por alardear como un orangután?

La expresión de Tayler cambió y se tornó más cauta, como si hubiese decidido que tenía que medir bien sus siguientes palabras, aunque no fueron demasiado brillantes: —No has contestado a la pregunta.

—Cierto. Ups, me he desorientado.

Lejos de molestarle, a Tayler le hizo gracia.

—?Nos hemos visto antes? ?Cómo te llamas?

—Me llamo No Me Interesas.

—Oye, espera, espera…

Di media vuelta dispuesta a volver al jardín, pero él se interpuso en mi camino antes de que alcanzase las escaleras. Tenía el ce?o fruncido y, entonces sí, me miró con atención. Supongo que la única razón fue que no estaba acostumbrado a que una chica no pareciese interesada en él. No hay nada que demuestre más simpleza que desear algo tan solo porque no puedes tenerlo.

—?Puedes apartarte?

—Puedo, pero no quiero.

—Eres de lo más irritante.

—Vamos, dime tu nombre.

—?Y qué recibo a cambio?

—Toda mi atención.

—Oh, qué gran honor.

Tayler sonrió ante mi ironía.

—Lo es. Tú aún no lo sabes, pero lo entenderás más adelante —replicó burlón, y bajó la vista hasta fijarla en la parte superior de mi biquini violeta—. ?Quieres una copa?

Lo medité unos instantes. Tenía varias cosas a su favor: un sentido del humor aceptable, la belleza de las causas perdidas y que ese verano me aburría profundamente.

—Es lo único interesante que has dicho hasta ahora —contesté.

él curvó los labios, aceptando el reto, y yo pasé de largo y bajé las escaleras. Ya en la cocina, seguimos tonteando y lo animé a que adivinase mi nombre.

—Tienes cara de Aubrey.

—Prueba otra vez.

—?Amy?

—No, aunque me gusta.

—?Holly?

—Frío, frío.

—?Daisy?

—Tienes un fetiche extra?o con los nombres acabados en ?y?.

—Es posible. No me había dado cuenta. —Se acercó hasta que su cuerpo rozó el mío—. Dame una pista. No es justo, tú sí que sabes cómo me llamo.

—?Cómo estás tan seguro?

—Porque todos saben quién soy.

—Solo porque hace a?os ibas a clase con mi hermana —mentí para no alimentar su ego—. Se llama Lucy Peterson. Por problemas de salud, acudía a temporadas.

—Me suena, sí…

—?Me preparas esa copa?

—?Me dices tú cómo te llamas?

Nos miramos fijamente unos segundos.

—Grace.

—No me estarás mintiendo, ?verdad?

—No es mi estilo.

—Vale, Grace —lo pronunció despacio—. Pues ?qué te parece si tú y yo cogemos nuestras cosas y nos largamos de esta fiesta tan aburrida?

No lo dudé antes de aceptar. Es fácil tomar decisiones si no tienes expectativas. Así que me despedí de Olivia cuando ya empezaba a anochecer y monté tras Tayler en su moto. Le rodeé la cintura cuando aceleró calle abajo. Hicimos una parada en un pub, bebimos cerveza y jugamos al billar. Le gané tres veces. Al principio le hizo gracia, pero cuando entendió que no era casualidad empezó a mostrarse irritado.

—Este juego es una mierda. ?Vamos a mi casa?

Acabamos entre las sábanas de su cama. Fue rápido, intenso y sincero. Solo deseo, solo dos cuerpos buscándose, solo un instante de abandono antes de volver a la realidad.

Permanecimos tumbados boca arriba.

—Oye. —Tayler aún respiraba de forma entrecortada—. Olvidé decirte que no estoy buscando nada serio. No quiero hacerte da?o, pero…

—Cállate.

—?Qué?

—Que te calles. No hace falta que pierdas el tiempo poniendo excusas. Ya te lo dije antes: no me interesas. Puedes estar tranquilo.

Me levanté y busqué mi ropa mientras Tayler me miraba en silencio. No sé qué bombilla se debió de encender en su cabeza, pero se acercó, me sujetó la barbilla y me dio un beso. Luego, también empezó a vestirse.

—Te llevo a casa.

Quince minutos después, apagó la moto delante de la acera y bajé. Le di el casco que me había dejado. Ya estaba a punto de darme la vuelta cuando dijo: —Entonces, ?haces algo ma?ana a las ocho?

Visto en perspectiva, nuestra relación ha cambiado muy poco desde entonces. Dejarse llevar con Tayler es fácil, sobre todo cuando no existe ningún compromiso: él ha seguido viendo a más chicas y yo también he tenido otros líos. Pero, al final, siempre volvemos a encontrarnos en algún desvío.

Esa noche, cuando entré en casa, me sobresalté al encontrarme a Lucy en la cocina. Llevaba un pijama de dibujos animados infantiles e iba descalza.

—?Me has asustado! —exclamé.

—?Ese de ahí era Tayler Parks?

—Sí. ?Me estabas espiando?

—No, solo he bajado a por algo de comer y te he visto de casualidad.

—?Son galletitas saladas lo que tienes en la mano?

—Ten cuidado con él, Grace.

—Dame las galletas.

—Lo digo en serio. Además, no entiendo qué es lo que puede interesarte a ti de un chico así. Estoy segura de que no ha abierto un libro en toda su vida y, probablemente, su película preferida sea Fast & Furious o alguna de esas comedias de humor estúpido que no tienen gracia. ?De qué piensas que podréis hablar cuando estéis juntos?

—Qué inocente eres, Lucy —repliqué con un tono mordaz del que me arrepentí al instante—. ?Y quién te dice que me interese hablar con él?

Ella puso una mueca de decepción y me dio las galletas antes de salir de la cocina.





14


Truenos en la cabeza


Me dejo arrastrar por la apatía durante las siguientes dos semanas.

Mi vida es una sucesión de conversaciones ficticias que no mantengo con nadie, trabajos que no consigo y horas tiradas a la basura en las que imagino vidas alternativas que nunca serán una realidad. Lo único interesante que he hecho desde la última vez que vi a Will ha sido pasear a dos perros nuevos y buscar una autoescuela, porque debo de ser la única aspirante a conductora que no cuenta con ningún adulto que pueda acompa?arla. Ma?ana me presento al examen.

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