—Es que no sabía cómo decírtelo, porque la mayor parte del tiempo me parecía...
—?Absurdo? —me cortó con una mezcla de pena y desdén—. Lo es. Y por mi parte todo se acaba aquí. Este asunto queda zanjado ya mismo. Enterrado en esta habitación. No quiero oír nada más.
—Giulio...
—Cállate.
—Por favor...
—No. Eres. Nada. Mío. —Esas palabras fueron susurradas con una profunda desesperación y la cadencia de un hachazo.
Durante un instante detenido en el tiempo, se limitó a mirarme. Después dio media vuelta y desapareció. Dante salió tras él y escuché sus voces perdiéndose en la escalera.
No lograba asimilar lo que acababa de pasar. Tenía la extra?a sensación de estar dentro de una película. Todo me parecía irreal, como si mi conciencia estuviese flotando sobre mi cuerpo y lo contemplara desde arriba.
Me senté en el sofá. No podía respirar. Inspiré. Intenté tomar aire, pero mis esfuerzos eran insuficientes. Las lágrimas me quemaban las mejillas y me las limpié con el dorso de la mano. Me ahogaba. Un sollozo agudo escapó de mi garganta. Intenté calmarme y parar, pero no podía. Las lágrimas se agolpaban, caían y fluían otras.
—Maya, ?qué te pasa?
La voz de Lucas terminó de romperme. Estaba en ruinas. Alcé la barbilla y me encontré con su mirada preocupada, mientras avanzaba hasta llegar a mi lado. Se agachó y apoyó sus manos en mis mejillas.
—?Por qué estás así?
Otra cascada de lágrimas. Sollocé contra su cuello cuando me abrazó.
—Ha sido horrible.
—?El qué?
—Se lo he confesado todo a Giulio y no ha ido bien.
Me apretó con más fuerza.
—?Y por qué lo has hecho ahora?
—Dante ha aparecido aquí completamente desquiciado y ha empezado a decirme cosas terribles. Cosas que... —Yo seguía llorando. Respirando y llorando—, que me hacían da?o y quería que parara. Porque lo que piensa de mí es asqueroso y...
—?Qué piensa de ti?
—Que tengo interés en Giulio.
Lucas se apartó para mirarme.
—?Interés?
Asentí con vehemencia.
—Que él me gusta. ?Cómo ha podido pensar que me atrae? —Me froté las mejillas y sorbí por la nariz—. Entonces lo he soltado sin pensar. Le he dicho que era mi padre... Giulio lo ha oído todo.
—Y no ha reaccionado bien.
—No —le aseguré rotunda—. No cree que yo pueda ser su hija. Ni siquiera que exista una posibilidad. No quiere saber nada del tema ni de mí.
—Ponte en su piel, Maya. Dale tiempo.
El recuerdo de lo que había sucedido unos minutos antes se me clavaba como esquirlas de cristal. Negué con un gesto.
—Tú no lo has oído. No quiere volver a verme.
Lucas suspiró y se inclinó para darme un beso en la frente. Sus labios permanecieron pegados a mi piel un largo instante. Noté que le temblaban, también sus manos sobre mí. Entonces me fijé en él. En sus ojos un poco rojos y brillantes.
—?Y a ti qué te pasa?
—Nada.
Me estaba mintiendo.
—Lucas —insistí.
—No es importante. Tú sí lo eres. —Intentó besarme, pero no lo dejé. Lo sujeté por las mu?ecas y lo obligué a que me mirara. Soltó una profunda exhalación—. Mi hermana me ha llamado. Mi padre tuvo un ataque. Lo operaron de urgencia y ahora está en la UCI. No creen que vaya a salir de esta.
Me quedé sin aliento.
—Lo siento mucho, Lucas. ?Cómo estás?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Mi hermana dice que debo ir a verlo.
—?Y tú qué crees?
—Que me costó mucho dejarlos atrás como para volver ahora, pero...
Soltó un suspiro entrecortado y se frotó el mentón.
—Aunque te hicieron da?o, son tu familia —aventuré.
—Sí —convino sin apenas voz—. Sin embargo, nunca han sido una buena familia y no merecen nada por mi parte. Esa es la verdad.
Con los dedos le retiré los mechones que le caían por la frente.
—Hagas lo que hagas, hazlo solo por ti. Ni por ellos ni por nadie.
Sus ojos se clavaron en los míos. Parecía tan indefenso, con tantas dudas contenidas en sus pupilas dilatadas...
—?Crees que debería ir?
—No lo sé. Si se está muriendo... —Hice una pausa para pensar muy bien lo que quería decir—. Si se muere y no estás allí, ?te arrepentirás? Porque somos así de idiotas, y tú eres demasiado bueno.
Se sentó en el suelo y se frotó la cara con las manos.
—No tengo ni idea de lo que sentiré. Ni siquiera sé cómo me siento ahora.
—Tus padres no se portaron bien contigo e hiciste bien en marcharte, pero eso no borra lo que son. Tú lo sabes y yo también lo sé.
—No sé qué hacer.
—?Quieres despedirte? ?Quieres intentarlo al menos?
—Una parte de mí cree que debería, aunque... —Su rostro se transformó con un gesto de desesperación—. ?Joder!
—Te fuiste sin decir nada y no habéis vuelto a hablar. Puede que esta sea la oportunidad para que lo resuelvas y te quites ese peso de encima.
Tragó saliva y vi que sus ojos se cubrían con un velo brillante. Se retorcía los dedos, nervioso. Podía ver el rechazo que le causaba la simple idea de regresar a Madrid, volver a ver a su familia. El pánico arremolinándose a su alrededor.
De repente, parecía un ni?o perdido. Un ni?o asustado en busca de protección.
—Puedo acompa?arte —a?adí. Su mirada se clavó en la mía con un anhelo que me hizo sonreír un poco—. Si tú quieres.
—?De verdad?
Asentí con la cabeza.
—Y si una vez allí no te sientes capaz, nos largamos a cualquier otra parte. Eso se nos da bien.
Una peque?a sonrisa se dibujó en su boca.
—No puedo pedirte eso, Maya.
—?Y qué voy a hacer, quedarme aquí tal y como están las cosas con Dante y Giulio?
—Maya...
Fue lo único que dijo, mi nombre, con la voz emocionada, casi ahogada. Luego tiró de mí y me sentó en su regazo. Nos abrazamos. Tan solo eso, pero se convirtió en el momento más íntimo que habíamos compartido nunca.
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