Cuando no queden más estrellas que contar

—?Qué te pasó?

Traté de respirar con normalidad, pero su contacto era como una quemadura que me costaba ignorar.

—Un coche se saltó un semáforo y me destrozó la pierna. Tuvieron que operarme varias veces. Los médicos hicieron todo lo posible, pero no ha quedado bien. —Retiré la pierna y nos miramos—. ?Sabes? El mismo día del accidente recibí la carta de admisión en el ABT.

—?Qué putada!

—La peor.

Aparté la mirada y jugueteé con el hielo de mi vaso. Aún sentía las yemas de sus dedos marcadas en mi piel y me ponía nerviosa que me observara de ese modo tan intenso. Hacía que el corazón me martilleara dentro del pecho. Sorbí los últimos restos de mi bebida.

—?Te apetece otra? —me preguntó. Asentí, pese a que no solía beber y ya notaba la mente un poco turbia—. ?Lo mismo o quieres probar algo diferente?

Miré el cartel y me mordisqueé el labio mientras leía los ingredientes de cada cóctel.

—Quiero probar otro. Dudo entre Sex on the beach y Orgasm, ?cuál me aconsejas?

—En este caso, el orden es importante.

Percibí la diversión en su voz. La risa que intentaba contener. El juego que había tras sus palabras. Y mi pulso se aceleró. Ladeé la cabeza para mirarlo y alzó las cejas con una expresión pícara que me robó el aire.

Rompimos a reír.

Lucas pidió otra ronda y la camarera no tardó en servirnos.

él se inclinó hacia mí en modo de confidencia.

—?Puedo hacerte una pregunta?

—Sí, claro.

—Los chicos... Los bailarines... He visto esas mallas que se ponen y... —Se le escapó una risita y vi que le brillaban los ojos por el alcohol—. ?Joder, son muy finas! ?Cómo hacen para que no se les note, ya sabes, el paquete?

Empezaron a arderme las mejillas. ?De verdad acababa de preguntarme eso?

—Usan unos suspensores especiales que... —comencé a decir en el mismo tono susurrante— lo recogen todo de forma discreta.

—Vale, eso tiene más sentido.

—?Por qué? ?Qué habías pensado?

—Nada.

Se disparó mi curiosidad al ver que se avergonzaba un poco.

—Venga, suéltalo.

—?Sabes lo que es el tucking? Lo hacen las drag queens para disimular...

Asentí y me llevé las manos a las mejillas.

—?Te refieres a pegarlo con cinta? —él dijo que sí con la cabeza y mi boca se abrió aún más. Rompí a reír al pensar en Matías intentando colocarse esa cosa—. ?No! Pero ?cómo se te ha ocurrido?

Chasqueó la lengua.

—?Y yo qué sé? Tengo una imaginación algo perversa.

Su risa era contagiosa y reí con él. Además, sus ojos cobraban vida cuando reía con esa naturalidad. Tenía una boca preciosa y dos arruguitas la enmarcaban de una forma muy mona. No había modo de resistirse a él.

Y yo empecé a no poner empe?o en lo contrario.

A dejarme llevar.

A dejar que sucediera.

Porque en el fondo no era fuerte.

No era firme.

Era una chica agotada de no permitirse sentir lo que quería.

Cansada de aparentar control, cuando dentro de mí solo había caos.

Perseguida por el deseo de que algo cambiara al que nunca daba alas.





24




Abandonamos el pub y dimos un paseo hasta la plaza Tasso. Una chica salió a nuestro encuentro y nos entregó dos invitaciones para un club cercano con un descuento en las copas. Esa noche contaban con música en vivo.

—?Te apetece?

—Sí —respondí entusiasmada.

Me estaba divirtiendo como no recordaba haberlo hecho antes y no quería que la noche acabara. Todavía no. El club se llamaba Fauno Notte y se encontraba en el sótano de un edificio que hacía esquina en la plaza. Bajamos una escalera y recorrimos un largo pasillo hasta alcanzar una sala enorme, repleta de gente divirtiéndose. Luces estroboscópicas destellaban en todos los rincones y giraban sin parar en un torbellino de colores y neón.

Lucas me tomó de la mano y se abrió paso hasta la barra, entre las personas que bailaban al ritmo de la música que pinchaba un DJ en el escenario. Pidió la bebida y nos acomodamos en una esquina. Hacía calor y las luces me mareaban un poco, pero estar allí me resultaba excitante.

Lucas dijo algo y yo negué con la cabeza. La música estaba tan alta que era imposible oír otra cosa. Movió los labios de forma exagerada y pude leer en ellos: —Vamos a bailar.

—?No!

Ni de co?a iba a dar botes al ritmo de una canción electrónica horrible y en medio de toda esa gente.

—Sí.

—No.

Lucas me quitó de la mano el vaso vacío y lo dejó en la barra. Después sujetó mi mu?eca.

—Venga —insistió con una enorme sonrisa.

Me resistí. Me daba vergüenza. Era así de tonta.

Mi obstinación duró lo que su cuerpo tardó en colocarse a mi espalda y levantarme por la cintura. Cargó conmigo hasta el centro de la pista. Me dejó en el suelo y me dio la vuelta. Quedamos cara a cara y él me sonrió. Las luces iluminaban nuestros rostros entre sombras. Estaba guapo a rabiar y yo sentí que me derretía.

Terminó una canción y empezó la siguiente. Más lenta y regular. Una cadencia que poco a poco fue subiendo el ritmo y el volumen hasta estallar dentro de mis tímpanos y bajo mis pies.

Y bailé. ?Bailé!

Me dejé arrastrar por la música y la atmósfera opresiva. El sudor envolvió nuestra piel, mientras nos movíamos muy cerca el uno del otro. Rozándonos de forma accidental.

O no.

Puede que su mano buscara mi cintura. Y la mía se encontrara con su estómago.

Puede que sus caderas rozaran las mías. Y mi espalda hallara apoyo en su pecho.

Nos miramos bajo las luces intermitentes. Mechones húmedos y desordenados le acariciaban la frente y se le rizaban en la nuca. Sus ojos bajaron a mis labios y lo vi debatirse. Un poco tenso. Un poco perdido. Una punzada de deseo me atravesó. Una sensación que me dejó aturdida.

Di un paso atrás.

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