Las alas de Jenks emitieron un sonido más grave y aterrizó sobre la repisa de la chimenea.
—Te llamó. Después de quedarte dormida. Dijo que se iba a esconder para reducir las posibilidades de que alguien te hiciese da?o para encontrarlo. Necesitabas dormir —dijo con una voz misteriosamente aliviada—. Y además puede que Piscary no crea que el foco valga lo suficiente como para protegeros a los dos. —Endureció sus facciones y no pudo evitar mover las alas.
Mi prisa por irme corriendo al apartamento de Nick se convirtió en una preocupación general, y me concentré en Jenks, que permanecía de pie y nervioso, sobre la chimenea.
?Kisten se ha escondido sin decírmelo?
—?Llamó antes del ocaso? —pregunté. No quería sentirme culpable por obligarlo a salir al exterior debido a mi ausencia. Jenks se encogió de hombros y yo murmuré—: ?Por qué no me despertaste?
Jenks estiró el brazo y se limpió el hollín de las alas como si fuese un gatito. Estaba claramente afligido, y dijo:
—Necesitabas dormir. Que Kisten se esconda es lo mejor para todos.
—Ah, ?sí? —dije amargamente—. Si no tiene cuidado va a estar escondido de manera permanente. —Frunciendo el ce?o, volví a la cocina a buscar un poco de café. ?Se ha escondido? ?Vestido con qué? ?Con una toalla y una sonrisa? ?Y a qué se debía que yo ahora estuviese siguiendo un horario humano?
Jenks echó a volar para seguirme.
—Rache, Kisten estaba bien. Yo tampoco querría que estuvieses allí cuando quienquiera que sea lo encuentre.
—?Por qué? ?Porque podría salvarlo? —exclamé frustrada mientras me ponía bajo el sol y tiraba el café de ayer. Era un recordatorio doloroso de que Ivy se había ido: ella nunca dejaría el café así. Me dolía el brazo y me lo agarré con el otro mientras dejaba correr el agua para lavar la cafetera—. ?Maldita sea, Jenks! Dejar que alguien le chupe toda la sangre hasta morir como gesto de gratitud es retorcido y enfermizo. Sobre todo cuando la persona que va a ser asesinada cree que es algo aceptable. ?Piscary es un animal! ?Crees que me gusta la idea de que sea la única persona a la que puedo recurrir para pedir protección? ?Crees que me gusta el hecho de darle el foco? Si creyese que haría otra cosa que no fuese ocultarlo se lo daría a otra persona. Pero no dejaré morir a Kisten.
Jenks dejó caer las alas, se posó junto al se?or Pez y el sol las atravesó dejando chispas en mis manos. Me sentía fatal por mi arrebato, así que puse agua fría en la cafetera y la sequé con un pa?o.
—Lo siento —dije, consciente de que ese animal era mi mejor seguro de vida a largo plazo.
?Cómo he llegado hasta aquí?
Abatida, aparté la cafetera. Ya no me apetecía hacer café—. Kisten debe pensar que soy una boba por quedarme dormida —murmuré.
—Sabía que estabas cansada. —Tenía la frente arrugada y su voz era casi amarga—. No te preocupes por él. Probablemente, Kisten tenga planes que tú ni siquiera conozcas. —Jenks echó a volar y se sacudió para dejar caer lo que le quedaba de hollín en el fregadero—. Además, tengo noticias nuevas que harán que te mees encima.
No quería saber ninguno de sus cotilleos y levanté el antebrazo mientras intentaba recordar dónde había dejado el bolso. Tenía que hablar con Kisten. Maldita sea, eso no era justo. Estaba escapando como un gato viejo para morir en el bosque. Esa era la parte aterradora… que aceptase su asesinato voluntariamente. Como si mereciese ser tratado como un objeto inútil.
—Escúchame —dijo Jenks con una falsa emoción mientras se ponía delante de mí—. No te vas a creer quién ha llamado esta ma?ana.
Me sentía rara allí en mi soleada cocina con Jenks revoloteando cerca, demasiado cerca, mientras intentaba recodar dónde había dejado mi bolso. Me había llevado la mano al cuello y me obligué a bajarla. Me sentía muy rara… como si tuviese que recordar algo. Confundida, me centré en Jenks.
—Kisten no responde al teléfono. ?Dónde está?
—?Por las tetas de campanilla, Rache! —dijo aleteando con fuerza—. ?Deja eso ya! Deja que el hombre se comporte como tal. Además, si lo llamas o vas a verlo, lo encontrarán mucho antes.
Me dejé caer contra el fregadero, bloqueada. Tenía razón. Mi coche era muy conocido y no estaba dispuesta a coger el autobús y arriesgarme a quedarme tirada en cualquier sitio. Renuncié a encontrar el bolso y fui al ba?o al sentir una necesidad cada vez más apremiante.
—?Estás seguro de que está bien? —pregunté, frotándome el brazo por encima de la camisa. Aquella sería la última vez que dormiría en el sillón de Ivy. Era más duro de lo que parecía.
—Confía en mí. —Jenks me siguió con un zumbido suave y casi subliminal—. Ir a verlo no le ayudará en absoluto. Lo empeorará todo. Olvídalo, Rache.