Le había dejado que me clavase los dientes una vez y, aunque era excitante y placentero, casi nos morimos de miedo cuando perdió el control y casi me mata. Aun así, estaba dispuesta a arriesgarme, aunque con cuidado, a establecer un equilibrio de sangre. Ivy se negaba de pleno, aunque se estaba haciendo dolorosamente evidente que entre nosotras estaban surgiendo ciertas presio-nes. A ella le aterrorizaba hacerme da?o en un arranque de sed de sangre. Ivy se enfrentaba al miedo ignorando su existencia y evitando su origen, pero su negación, impuesta por ella misma, estaba a punto de matarla aunque le diese fuerza.
Mis compa?eros de piso y socios empresariales solían decir que yo organizaba tanto mi vida diaria como mi vida sexual en torno a la búsqueda de emociones.
Jenks me llamaba yonqui de la adrenalina, pero estaba ganando dinero con esto y recordaba cuáles eran mis límites, ?qué da?o le hacía a nadie? Y en el fondo de mi alma sabía que Ivy no encajaba dentro de la categoría ?buscando emociones?. Sí, el arrebato había sido increíble, pero lo que me decía que no había sido un error era la autoestima que le había proporcionado, no el éxtasis de sangre que ella había infundido.
Por un momento, Ivy se había visto a sí misma como yo: fuerte, capaz, capaz de amar a alguien por completo y ser amada. Al darle mi sangre le había dicho que sí, que valía la pena sacrificarse por ella, que me gustaba por quien era y que sus necesidades no tenían nada de malo. Las necesidades eran las necesidades. Nosotros éramos los que las etiquetábamos como buenas o malas. Quería que se sintiese así todo el tiempo.
Pero, Dios mío, había sido un arrebato.
Como si me hubiese leído el pensamiento, Ivy le dio la espalda a Jenks para mirarme.
—Déjalo ya —dijo ella, y yo me puse colorada. No era capaz de leerme los pensamientos, pero como si pudiese. El sentido vampírico del olfato estaba conectado a las feromonas. Podía saber mi estado de ánimo tan fácilmente como yo oler el aroma intenso del escaramujo procedente del té que no había tocado. Mierda, ?de verdad Ceri espera que me beba eso?
Las alas de Jenks se enrojecieron, evidentemente porque no le gustaba el cambio de tema, que había pasado de cómo gastábamos nuestro dinero manco-munado de la empresa a cómo nos guardábamos nuestros dientes para nosotras mismas, e Ivy hizo un gesto con su mano larga y delgada para incluirme en su discusión.
—No es que no quiera gastar el dinero —dijo ella, con un tono tranquilo pero también enérgico—. Pero ?por qué hacerlo si un demonio se lo va a cargar otra vez?
Yo resoplé, volví a concentrarme en la guía de teléfonos y pasé una página.
—Newt no es solo un demonio. Ceri dice que es uno de los demonios más viejos y poderosos de siempre jamás. Y está totalmente pirada —murmuré yo, pasando una página para ver otro listado.
—Ceri no cree que vaya a volver.
Ivy cruzó los brazos y la postura le dio a su cuerpo un aspecto provocativo y esbelto.
—Entonces, ?por qué molestarnos en volver a consagrar el lugar?
Jenks se rio por lo bajo.
—Sí, Rache. ?Por qué nos preocupamos? Quiero decir que eso podría ser bueno. Ivy podría invitar a su madre para que hiciese una fiesta de inauguración. Llevamos aquí un a?o y la pobre mujer se muere de ganas de venir. Bueno, al menos lo haría si estuviese viva.
Preocupada, levanté la mirada de la guía. La alarma se cernió sobre Ivy. Por un momento hubo un silencio tan profundo que se podía oír el reloj que había sobre el fregadero y, entonces, Ivy hizo un movimiento brusco y su velocidad alcanzó aquella espeluznante rapidez vampírica que tanto le costaba ocultar.
—Dame el teléfono —dijo mientras me lo quitaba de las manos.
El trozo de plástico salió volando de mi regazo e Ivy cogió la pesada guía de la mesa. Volvió a su esquina de la mesa a paso rápido, se puso la guía sobre las rodillas y cogió un bloc de notas. Mientras Jenks se reía, dibujó un cuadro con varias columnas y cuyos encabezados eran: número de teléfono, disponibilidad, precio y confesión religiosa. Confiando en que estaríamos en suelo sagrado antes de que acabase la semana, contuve la ira que me produjo que me lo hubiese quitado. Jenks estaba sonriendo mientras revoloteaba desde el alféizar y lanzaba chispas doradas en mi taza de té justo antes aterrizar junto a ella.
—Gracias —dije, consciente de que Ivy me oiría aunque se lo dijese en voz baja—. No creo que vuelva a dormir hasta que volvamos a estar sobre suelo sagrado… y me gusta dormir.
Inclinando la cabeza con un movimiento exagerado, el asintió.
—?Porqué no pones la iglesia dentro de un círculo? —preguntó—. Eso no lo puede atravesar nadie.
—No estaría segura a menos que quitásemos todas las tuberías de gas y los cables de electricidad que entran en ella —le expliqué, sin querer decirle que, al parecer, Newt era capaz de atravesar cualquier círculo—. ?Quieres vivir sin tu MTV?
—Demonios, no —dijo él mirando a Ivy, que le estaba ofreciendo a la persona del teléfono el doble por hacer el trabajo antes de la puesta de sol de hoy. Ivy no se llevaba muy bien con su madre.