—?Y por qué jugabais con ellas?
—Esperanza —dijo él. Le metió la mano bajo el vestido y empezó a masajearle la vulva por encima de las bragas blancas de algodón—. Esperanza de que quizá alcanzaríamos a ver algo. Cualquier cosa.
—?Y lo conseguisteis?
Retiró la mano, se puso encima de ella. Se besaron. Se empujaban mientras se besaban, suavemente, entrepierna contra entrepierna. Ella le apretó las nalgas con las manos. él negó con la cabeza.
—No, pero siempre se puede so?ar.
—?Y bien? ?Cuál es la tontería? ?Y por qué no había de entenderlo?
—Porque es una bobada. Porque… no sé lo que estás pensando.
Ella le bajó los calzoncillos. Le pasó el índice por el pene.
—Es muy grande. Natalie me dijo que lo sería.
—?Ah, sí?
—No soy la primera persona que te dice que es grande.
—No.
Ella inclinó la cabeza, le besó el pene por la base, donde el nacimiento del vello dorado lo rozaba, luego dejó caer un poco de saliva encima y le pasó la lengua lentamente hacia arriba. Luego se echó hacia atrás y le miró a los ojos azules con los suyos marrones.
—?No sabes en qué estoy pensando? ?Y eso qué significa? ?Es que sueles saber lo que piensa la otra gente?
él negó con la cabeza.
—Bueno —dijo—. No exactamente.
—Sigue pensando —dijo ella—. Enseguida vuelvo.
Se levantó, entró en el cuarto de ba?o, cerró la puerta tras ella, pero no puso el pestillo. Se oyó el sonido de la orina contra la taza del váter. Pareció que duraba mucho tiempo. La oyó tirar de la cadena; luego, hubo ruido de movimiento en el cuarto de ba?o, un armario que se abría, que se cerraba; y más movimiento.
Ella abrió la puerta y salió. Ahora estaba completamente desnuda. Se la veía, por primera vez, un poco cohibida. él estaba sentado en la cama, también desnudo. Tenía el pelo rubio y lo llevaba muy corto. Cuando ella se le acercó, él alargó las manos, la cogió por la cintura y la trajo hacia sí. La cara del hombre estaba a la altura del ombligo de la mujer. Se lo lamió, luego bajó la cabeza hasta su entrepierna, metió la lengua entre la vulva de labios largos, besó y lamió.
Ella empezó a respirar más rápido.
Mientras le lamía el clítoris, le metió un dedo en la vagina. Ya estaba mojada y el dedo entró fácilmente.
Le bajó la otra mano por la espalda hasta la curva del culo y la dejó allí.
—?Y siempre sabes lo que la gente está pensando?
él echó la cabeza hacia atrás, con los jugos de la mujer en la boca.
—Es un poco estúpido. La verdad es que no quiero hablar de ello. Pensarás que soy raro.
Ella extendió la mano, le levantó la barbilla, le besó. Le mordió el labio, no muy fuerte, tiró de él con los dientes.
—Eres raro, pero me gusta cuando hablas. Y quiero saber qué es lo que pasa, Se?or Adivino de Pensamientos.
Se sentó junto a él, en la cama.
—Tienes unos pechos estupendos —le dijo él—. Son muy bonitos.
Ella puso morros.
—No están tan bien como antes. Y no cambies de tema.
—No estoy cambiando de tema —se recostó en la cama—. En realidad no puedo leer las mentes. Sólo en cierto modo. Cuando estoy en la cama con alguien, sé qué es lo que les mueve.
Ella se subió encima de él, se sentó en su estómago.
—Me tomas el pelo.
—No.
Le toqueteó el clítoris suavemente. Ella se retorció.
—Me gusta.
Retrocedió quince centímetros. Ahora estaba sentada sobre su pene, que quedó doblado entre los dos. Se puso encima del pene.
—Lo sé… Normalmente… ?Sabes que me cuesta mucho concentrarme mientras haces eso?
—Habla —dijo ella—. Háblame.
—Métetelo dentro.
Ella bajó una mano, le cogió el pene. Se alzó un poco, se sentó en cuclillas sobre su pene, sintiendo la punta dentro de ella. él arqueó la espalda, empujó hacia arriba, entrando en ella. Ella cerró los ojos, luego los abrió y le miró fijamente.
—?Y bien?
—Es sólo que cuando estoy follando o incluso en los momentos antes de follar, bueno… Sé cosas. Cosas que sinceramente no sé ni puedo saber. Incluso cosas que no quiero saber. Abusos. Abortos. Locura. Incesto. Si son sádicas en secreto o si les están robando a sus jefes.
—?Por ejemplo?
él ya estaba completamente dentro de ella, entrando y saliendo. Ella le había puesto las manos en los hombros, se inclinó y le besó en los labios.
—Bueno, también funciona con el sexo. Por lo general sé cómo lo estoy haciendo. En la cama. Con las mujeres. Sé qué tengo que hacer. No tengo que preguntar. Lo sé. Si lo prefiere por encima o por debajo, un amo o un esclavo. Si necesita que le susurre ?Te quiero? una y otra vez mientras me la follo y cuando estamos echados uno junto al otro, o si sólo desea que le mee en la boca. Me convierto en lo que ella quiere. Por eso… Cristo. No me puedo creer que te esté contando esto. En fin, por eso empecé a trabajar en esto.
—Sí. Natalie está entusiasmada contigo. Me dio tu número.