Humo yespejos

Y hay un agujero grande en el cielo también y cosas que bajan de él, como el hombre de cabeza de gato y las serpientes hechas de algo que parece gel con purpurina como el que me poní en el pelo en la ma?ana del dia de Todos los Santos, y vi algo que parecía una mosca grande vieja y zumbante, bajando del cielo. Habia muchas. Tantas como estrellas.

 

No se mueven. Solo estan ahí flotando, sin hacer nada. Le pregunté a Papá porqué no se estaban moviendo y dijo que se movian solo que muy muy despacio pero creo que no.

 

Nos sentamos a la mesa del picnic.

 

Papá dijo que lo mejor del fin del mundo era que no habia abispas ni mosquitos. Y mamá dijo que no habia muchas abispas en el Singular Jardín de las Luces de Johnson tampoco. Yo dije que no habia muchas abispas o mosquitos en el Valle de los Ponis y que habia ponis también que podiamos montar y mi Papá dijo que nos habia traido aquí para que nos lo pasaramos bien.

 

Dije que queria ir a ver si veia el unicornio otra vez y mamá y papá dijeron no te alejes demasiado.

 

En la mesa de al lado habia personas con mascaras puestas. Fui con Daisydaisy a verles.

 

Cantaban Cumplea?os Feliz a una se?ora grande y gorda que estaba desnuda y que llevaba un sombrero grande y raro. Tenia muchos pechos por todo el cuerpo hasta la barriga. Esperé a que apagara las velas del pastel, pero no habia pastel.

 

?No vas a pedir un deseo? dije.

 

Dijo que ya no podia pedir más deseos. Era demasiado vieja. Le dije que en mi ultimo cumplea?os cuando apagué mis velas todas de golpe habia pensado en mi deseo mucho rato e iba a pedir el deseo de que mamá y Papá no se peleasen más por la noche. Pero al final deseé un poni de Shetland pero nunca llegó.

 

La se?ora me abrazó y dijo que yo era tan mona que me comería entera, huesos y pelo y todo. Olia a leche seca y dulce.

 

Entonces Daisydaisy empezó a llorar con todas sus fuerzas, y la se?ora me dejó en el suelo.

 

Grité y llamé al unicornio, pero no lo vi. A veces creia que podia oir una trompeta y a veces creia que era solo el ruido en mis oidos.

 

Entonces volvimos a la mesa. ?Qué hay después del fin del mundo? le dije a mi papá. Nada dijo. Nada en absoluto. Por eso se llama el fin.

 

Entonces Daisy vomitó encima de los zapatos de Papá y lo limpiamos.

 

Me senté junto a la mesa. Comimos ensalada de patatas, de la que ya os he dado la receta, deberíais hacerla es muy buena, y bebimos zumo de naranja y palitos de patata y huevo blando y bocadillos de berros. Nos bebimos la Coca-Cola.

 

Entonces Mamá le dijo a Papá algo que no oí y el le pegó en la cara con un golpe grande con la mano y Mamá empezó a llorar.

 

Papá me dijo que me llevara a Daisy y que paseara un poco mientras hablaban.

 

Me llevé a Daisy y dije vamos Daisydaisy, vamos Daisybonita porque ella también estaba llorando, pero yo ya soy muy mayor para llorar.

 

No podia oir lo que decian. Miré al hombre de cara de gato e intenté ver si se estaba moviendo muy muy despacio y oí la trompeta en el fin del mundo en mi cabeza que hacia tut tu tut.

 

Nos sentamos junto a una roca y le canté canciones a Daisy la la la la la al sonido de la trompeta en mi cabeza tut tu tut.

 

La la la la la la la la.

 

La la la.

 

Entonces mamá y papá se acercaron a mí y dijeron nos vamos a casa. Pero que todo iba bien de verdad. El ojo de mamá estaba todo morado. Estaba rara, como una se?ora de la televisión.

 

Daisy dijo licula. Y yo le dije sí, era una licula. Volvimos a subirnos al coche.

 

De camino a casa, nadie dijo nada. El bebé dormió.

 

Habia un animal muerto junto a la carretera contra el que alguien habia chocado con el coche. Papá dijo que era un ciervo blanco. Yo pensé que era el unicornio, pero mamá dijo que no se puede matar a los unicornios pero creo que estaba mintiendo como hacen los mayores otra vez.

 

Cuando llegamos al Anochecer dije, si le contabas a alguien tu deseo, ?queria decir que ya no se hacia realidad?

 

?Qué deseo dijo Papá?

 

Tu deseo de cumplea?os. Cuando apagas las velas.

 

El dijo, los Deseos no se hacen realidad tanto si los cuentas como si no. Los deseos, dijo. Dijo que no te podias fiar de los deseos.

 

Le pregunté a Mamá y ella dijo, lo que diga tu padre, lo dijo en su voz fria, que es la que usa cuando me pone como un trapo.

 

Entonces yo también dormí.

 

Y entonces estabamos en casa y era por la ma?ana y no quiero volver a ver el fin del mundo. Y antes de que bajara del coche, mientras mamá llevaba a Daisydaisy a casa, cerré los ojos para no ver nada en absoluto y deseé y deseé y deseé y deseé. Deseé que hubiesemos ido al Valle de los Ponis. Deseé que nunca hubieramos ido a ningun sitio en absoluto. Deseé ser otra persona.

 

Y deseé.

 

 

 

 

 

VIENTO DEL DESIERTO

 

 

Había un anciano de piel negra tostada por el sol del desierto que me contó que, cuando era joven, una tormenta le había separado de su caravana y de las especias, y que caminó por roca y arena durante días y noches,

 

sin ver nada más que lagartos peque?os y ratas de color arena.

 

Pero que, al tercer día, llegó a una ciudad de tiendas de seda

 

de colores vivos. Una mujer le condujo a la tienda más grande,

 

carmesí era la seda, y le puso una bandeja delante, le dio sorbete helado

 

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