Humo yespejos

Célula a célula, algo se estaba extendiendo hacia arriba por su interior. Le rozó la cara con ternura, como el beso de una amante; le lamía la garganta, le respiraba en la mejilla. Le tocaba.

 

Tenía que salir de la cama. No podía salir de la cama.

 

Intentó gritar, pero su boca no quería abrirse. Su laringe se negaba a vibrar.

 

Simon aún podía ver el techo, iluminado por las luces de los coches que pasaban. El techo se volvió borroso: los ojos seguían siendo suyos y le salían lágrimas que le bajaban por el rostro y empapaban la almohada.

 

No saben lo que tengo, pensó. Dijeron que tenía lo que cogen todos los demás. Pero yo no cogí eso. Yo he cogido algo distinto.

 

O quizá, pensó, a medida que se le nublaba la visión y la oscuridad engullía lo que quedaba de Simon Powers, eso me cogió a mí.

 

Poco después. Simon se levantó, se lavó y se examinó detenidamente frente al espejo del cuarto de ba?o. Entonces sonrió, como si le gustara lo que veía.

 

Benham sonrió.

 

—Me complace comunicarle —dijo— que ya le doy el visto bueno. Simon Powers se estiró en su asiento, perezosamente, y asintió.

 

—Me siento fenomenal —dijo.

 

Realmente tenía buen aspecto, pensó Benham. Radiante de salud. También parecía más alto. Un joven muy atractivo, decidió el médico.

 

—?Así que, eh, ya no tiene esas sensaciones?

 

—?Sensaciones?

 

—Esas sensaciones de las que me habló. De que su cuerpo ya no le pertenecía.

 

Simon movió la mano, suavemente, abanicándose la capa. El frío se había ido y Londres se estaba ahogando con una ola de calor repentina; era como si ya no estuviesen en Inglaterra.

 

Simon parecía divertido.

 

—Todo este cuerpo me pertenece, doctor. Estoy seguro de eso.

 

Simon Powers (90/00666.L. SOLTERO. VARóN.) sonreía como si el mundo también le perteneciese.

 

El doctor le observó mientras salía del consultorio. Ahora parecía más fuerte, menos frágil.

 

El próximo paciente de la lista de visitas de Jeremy Benham era un chico de veintidós a?os. Benham iba a tener que decirle que era seropositivo. Odio este trabajo, pensó. Necesito unas vacaciones.

 

Caminó por el pasillo para llamar al chico y pasó junto a Simon Powers, que estaba hablando muy animado con una enfermera australiana joven y bonita.

 

—Debe de ser un sitio precioso —le estaba diciendo Simon—. Quiero verlo. Quiero ir a todas partes. Quiero conocer a todo el mundo.

 

Tenía una mano apoyada en el brazo de la enfermera y ella no hacía nada para soltarse.

 

El Dr. Benham se paró junto a ellos. Le tocó el hombro a Simon.

 

—Joven —dijo—. No quiero volver a verle por aquí.

 

Simon Powers sonrió.

 

—No me volverá a ver por aquí, doctor —dijo—. Al menos no como paciente. He dejado mi trabajo. Me voy a recorrer el mundo.

 

Se dieron la mano. La mano de Powers estaba caliente y seca y era agradable.

 

Benham se marchó, pero no pudo evitar oír a Simon Powers, que seguía hablando con la enfermera.

 

—Va a ser fantástico —le estaba diciendo. Benham se preguntó si hablaba de sexo o de viajes por el mundo o, tal vez, de algún modo, de ambas cosas.

 

—Me voy a divertir tanto —dijo Simon—. Ya me está gustando.

 

 

 

 

 

SEXTINA DE VAMPIROS

 

 

Espero aquí en los límites del sue?o, envuelto en sombras. El aire oscuro sabe a noche, tan frío y vivificador, y espero a mi amor.

 

La luna ha blanqueado el color de su losa.

 

Vendrá, y entonces acecharemos este hermoso mundo, sensibles a la oscuridad y al olor penetrante de la sangre.

 

Es un juego solitario, la búsqueda de la sangre, aun así, un hombre tiene derecho a un sue?o

 

y yo no renunciaría a él por nada en el mundo.

 

La luna le ha chupado la oscuridad a la noche.

 

Estoy entre las sombras, mirando su losa:

 

?No muerta, mi amante… Oh, no muerta, mi amor?

 

Hoy te so?é mientras dormía y el amor

 

significaba más para mí que la vida, más que la sangre.

 

La luz del sol me buscaba, muy debajo de mi losa, más muerto que cualquier cadáver pero aún en un sue?o hasta que desperté como el vapor en la noche

 

y el ocaso me obligó a salir al mundo.

 

Durante muchos siglos he recorrido el mundo

 

dando algo que se asemejaba al amor,

 

un beso robado, y luego de vuelta a la noche

 

satisfecho por la vida y por la sangre.

 

Y al llegar la ma?ana yo era sólo un sue?o,

 

un cuerpo frío helándose bajo una losa.

 

Dije que no te da?aría. ?Acaso soy la losa

 

que te deja presa del tiempo y del mundo?

 

Te ofrecí una verdad más allá de tus sue?os

 

cuando todo lo que tú podías ofrecerme era tu amor.

 

Te dije que no te preocuparas y que la sangre sabe más dulce al vuelo y ya entrada la noche.

 

A veces mis amantes se levantan para caminar por la noche…

 

A veces yacen, un cadáver frío bajo una losa, y nunca conocen las alegrías del lecho y la sangre, de andar entre las sombras del mundo;

 

así que se pudren criando gusanos. Oh mi amor, susurraron que habías resucitado, en mi sue?o.

 

Te he esperado junto a tu losa la mitad de la noche pero no quieres abandonar tu sue?o para buscar sangre.

 

Buenas noches, mi amor. Te ofrecí el mundo.

 

 

 

 

 

RATóN

Neil Gaiman's books