Humo yespejos

—?Eso qué significa?

 

—Significa que no tiene gonorrea, se?or Powers.

 

—Pero no he practicado el sexo con, con nadie, desde hace…

 

—Oh, no tiene por qué preocuparse por eso. Puede ser una enfermedad totalmente espontánea, para cogerla no es necesario que, uhm, satisfaga sus deseos —Benham metió la mano en un cajón del escritorio y sacó un frasco de pastillas—. Tómese una cuatro veces al día antes de las comidas. No pruebe el alcohol, nada de sexo y no beba leche durante un par de horas después de tomarse la pastilla. ?Lo ha entendido?

 

Simon sonrió, nervioso.

 

—Le veré la semana que viene. Pida hora en la planta baja.

 

En la planta baja le dieron una tarjeta roja con su nombre escrito y la hora de la cita. También había un número: 90/00666.L.

 

De regreso a casa bajo la lluvia, Simon se detuvo frente a una agencia de viajes. En el póster del escaparate se veía una playa soleada y tres mujeres bronceadas, que llevaban bikini y bebían refrescos en vasos largos.

 

Simon nunca había salido del país.

 

Los lugares extranjeros le ponían nervioso.

 

A medida que transcurrió la semana, el dolor desapareció; y, cuatro días después, Simon descubrió que ya era capaz de orinar sin estremecerse.

 

Sin embargo, algo más estaba ocurriendo.

 

Empezó como una semilla diminuta que arraigó en su mente y creció. Se lo comentó al Dr. Benham en su cita siguiente.

 

Benham se quedó desconcertado.

 

—?Entonces dice que siente como si su pene ya no fuera suyo, se?or Powers?

 

—Así es, doctor.

 

—Me temo que no le sigo del todo. ?Tiene una especie de pérdida de sensación?

 

Simon sentía el pene dentro de sus pantalones, notaba la sensación del tejido contra la carne. El pene empezó a moverse en la oscuridad.

 

—En absoluto. Lo siento todo igual que siempre. Es sólo que lo noto… bueno, diferente, supongo. Como si en realidad ya no fuera parte de mí. Como si… —hizo una pausa—. Como si perteneciera a otra persona.

 

El Dr. Benham dijo que no con la cabeza.

 

—Como respuesta a su pregunta, Sr. Powers, ése no es un síntoma de la UNE, aunque es una reacción psicológica totalmente válida para alguien que la ha contraído. Una, eh, sensación de asco consigo mismo, quizá, que ha exteriorizado en un rechazo a sus genitales.

 

Eso suena más o menos bien, pensó el Dr. Benham. Esperaba haber utilizado la jerga correcta. Nunca le había prestado demasiado atención a sus clases o a sus libros de texto de psicología, lo que tal vez explicaría, o así lo sostenía su mujer, por qué se hallaba actualmente cumpliendo una temporada en una clínica de enfermedades venéreas de Londres.

 

Powers parecía un poco más calmado.

 

—Sólo estaba algo preocupado, doctor, nada más —se mordió el labio inferior—. Uhm, ?qué es exactamente la UNE?

 

Benham sonrió, de modo tranquilizador.

 

—Podría ser cualquiera de varias cosas. UNE es sólo nuestra forma de decir que no sabemos exactamente qué es. No es gonorrea. No es clamidia. ?No específica?, ?entiende? Es una infección y responde a los antibióticos. Lo que me recuerda que…

 

Abrió el cajón del escritorio y sacó un suministro nuevo para una semana.

 

—Pida hora en la planta baja para la semana que viene. Nada de sexo. Nada de alcohol.

 

?Nada de sexo?, pensó Simon. Ni loco.

 

No obstante, al pasar junto a la bonita enfermera australiana en el pasillo, notó como su pene se movía otra vez y se empezaba a calentar y a ponerse duro.

 

Benham vio a Simon a la semana siguiente. Los análisis indicaron que aún tenía la enfermedad.

 

Benham se encogió de hombros.

 

—No es raro que resista tanto tiempo. ?Dice que no siente ninguna molestia?

 

—No. Ninguna. Y tampoco he visto ninguna secreción.

 

Benham estaba cansado y tenía un dolor agudo detrás del ojo izquierdo. Le echó un vistazo a los análisis de la carpeta.

 

—Me temo que todavía la tiene.

 

Simon Powers corrió la silla. Tenía ojos grandes, azules y llorosos y una cara pálida y triste.

 

—?Y qué hay de la otra cosa, doctor?

 

El doctor movió la cabeza.

 

—?Qué otra cosa?

 

—Ya se lo expliqué —dijo Simon—. La semana pasada. Se lo expliqué. La sensación de que mi, uhm, mi pene ya no era, no es mi pene.

 

Claro, pensó Benham. Es aquel paciente. Nunca había forma de recordar la sucesión de nombres y caras y penes, con sus vergüenzas y sus jactancias y sus olores a sudor nervioso y sus tristes enfermedades.

 

—Mmm. ?Qué hay de eso?

 

—Se está extendiendo, doctor. Siento como si toda la parte inferior de mi cuerpo fuera de otra persona. Las piernas y todo. Las noto, desde luego, y van a donde quiero que vayan, pero a veces tengo la sensación de que si quisieran irse a otro sitio, si quisieran irse a caminar por el mundo, podrían hacerlo y me llevarían con ellas.

 

?No podría hacer nada para evitarlo.

 

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