Humo yespejos

Muy abajo un demonio sonriente me ve, saluda con la mano, mueve los labios con cuidado, como se le hace a los sordos o a los que están lejos o a los extranjeros.

 

Su actuación de vendedor es impecable: imita a un clónico de Dwarrow, imita un software mejor de lo que jamás hubiera podido so?ar, Albertus Magnus ARChivado en tres disquetes. Claviculae Salomon para VGA, CGA, a cuatro colores o monocromo,

 

imita

 

e imita

 

e imita.

 

Los turistas se asoman por las fisuras al Infierno, mirando a los condenados,

 

(quizá la peor parte de la condenación;

 

la tortura eterna es soportable en silencio noble, en soledad, pero un público, que come cortezas y patatas fritas y casta?as, un público que ni siquiera está muy interesado…

 

Se deben sentir como algo en el zoo,

 

los condenados).

 

Las palomas revolotean alrededor del infierno, bailando en las corrientes ascendentes, la memoria de la raza quizá les diga

 

que por aquí en alguna parte debería haber cuatro leones, agua descongelada, un hombre de piedra en lo alto; los turistas se api?an a su alrededor.

 

Uno hace un trato con el demonio: un paquete de diez disquetes vírgenes por su alma.

 

Otro ha reconocido a un pariente entre las llamas y le está saludando con la mano:

 

?Yujuuu! ?Yujuuu! ?Tío Joseph! Mira, Nerissa, es tu tío abuelo Joe que murió antes de que nacieras, es ése de ahí abajo, en el cenagal, con escoria hirviente hasta los ojos con los gusanos entrando y saliéndole de la cara.

 

Un hombre tan encantador.

 

Todos lloramos en su funeral.

 

Saluda a tu tío, Nerissa, saluda a tu tío.

 

El hombre de las palomas pone ramitas untadas con liga en las losas resquebrajadas, luego las espolvorea con migas de pan y espera.

 

Se levanta la gorra para saludarme.

 

?Espero, se?or, que la paloma de esta ma?ana fuera satisfactoria.?

 

Reconozco que lo era y le lanzó un chelín de oro (con el que toca a escondidas el hierro de su guante, comprobando que no sea oropel, y después lo hace desaparecer).

 

Martes, le digo. Venga los martes.

 

 

 

III.

 

Chozas y chabolas con patas de pájaro llenan las calles de Londres, pasan, larguiruchas, por encima de los taxis, cagando brasas sobre ciclistas, haciendo cola en las calles detrás de los autobuses, coccoccoccoccoooc, murmuran.

 

Ancianas con dientes de hierro miran por las ventanas, luego vuelven a sus espejos mágicos,

 

o a sus tareas domésticas,

 

y pasan el aspirador a través de la niebla y del aire inmundo.

 

 

 

IV.

 

Las cuatro en el Soho Antiguo, que se está convirtiendo con mucha rapidez en un páramo de tecnología perdida.

 

La rejilla de trinquete de amuletos a la que le están dando cuerda con llaves plateadas

 

suena en las callejuelas, en todas las Relojerías, Abortisterías, Filtros y Estancos.

 

Está lloviendo.

 

Ni?os de tablón de anuncios conducen coches de chulo con sombreros flexibles, proxenetas de módem

 

reyes ni?os de la se?al al ruido vestidos con anorak; y toda su cuadra punteada e iluminada por el neón flirtea y da vueltas bajo las luces, súcubos e íncubos con fechas límites de venta y ojos de tarjeta electrónica, todo tuyo, si tienes tu número.

 

si sabes tu fecha de caducidad, todo eso.

 

Uno de ellos me gui?a el ojo

 

(se enciende, se enciende y se apaga, se apaga, se apaga y se enciende), el ruido se traga la se?al en una felación a tientas.

 

(Cruzo dos dedos,

 

una precaución binaria contra el maleficio, eficaz como superconductor o mera superstición.) Dos poltergeists comparten una comida para llevar. El Soho Antiguo siempre me pone nervioso.

 

La calle Brewer. Un siseo desde un callejón: Mefistófeles se abre el abrigo marrón, me muestra el forro (viejas invocaciones de bases de datos, fantasmas profanos de los Reyes Magos, con gráficos), maldice y empieza: ?Arruinar a un enemigo?

 

?Marchitar una cosecha?

 

?Volver estéril a una consorte?

 

?Degradar a un inocente?

 

?Estropear una fiesta…?

 

?Para usted, se?or? ?No, se?or? Recapacite, se lo ruego.

 

Sólo un poco de su sangre para emborronar este listado y podrá ser el due?o orgulloso de un nuevo sintetizador de voz, escuche…

 

Coloca un portátil Zenith en una mesa que fabrica con una maleta discreta, atrayendo con ello a un número reducido de espectadores, enchufa la caja de voces, teclea C> cambiar: IR A

 

y recita en voz precisa y excelente:

 

Orientis princeps Be?lzebub, inferni irredentista menarche et demigorgon, propitiamus votos…

 

Sigo adelante rápidamente, bajo la calle deprisa mientras fantasmas de papel, listados viejos, me pisan los talones, y oigo su palabrería de hombre de mercado: Ni veinte

 

ni dieciocho

 

ni quince

 

me costó doce se?ora y que Satanás me asista pero, ?para usted?

 

Porque me gusta su cara bonita porque quiero levantarle la moral.

 

Cinco.

 

Así es

 

Cinco.

 

Vendido a la se?ora de los ojos hermosos…

 

 

 

V.

 

El arzobispo se encorva con ojos glaucos y ciegos en la oscuridad en el límite de la catedral de St. Paul, peque?o, como un pajarito, luminoso, tarareando I/O, I/O, I/O.

 

Son casi las seis y el tráfico de la hora punta de sue?os robados y memoria ampliada se hace con la calzada que hay a nuestros pies.

 

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